CAPITULO 7 DE REGRESO

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Estaba a punto de tocar fondo, el terror se agudizó en su corazón, angustiado supo que no podía dar marcha atrás, era tarde para pedir perdón a los que había lastimado. De pronto se dio cuenta de algo, ciertamente no podía pedir perdón pero había alguien a quien si podía y no lo había hecho.
Elevó su rostro y apenas en un susurro dijo. _ ¡Perdóname Dios! -cerró de nuevo sus ojos y se abrazó a sus piernas hecho un ovillo esperando lo inevitable. Después de unos segundos todo sonido desapareció, solo se escuchaban sus sollozos.
Cuando se dio cuenta que no pasaba nada, abrió los ojos, para su sorpresa el fuego bajo sus pies había desaparecido, el túnel que antes estaba apenas iluminado con una luz tenebrosa ahora empezaba a iluminarse con una luz blanca, resplandeciente, de un brillante que él jamás en su vida había visto ni creído que existiera, quiso incorporarse pero sus piernas no respondieron. Miró su maltrecho cuerpo y sorprendido vio como todo en él empezaba a restaurarse, el dolor empezó a desaparecer, la angustia se alejó de él, la paz que sintió al principio se instaló de nuevo en su cuerpo, sintió como una presencia se movía en medio de ese lugar, la buscó con la mirada pero no la encontró sin embargo la sentía, empezó a derramar lágrimas pero ya no de dolor o angustia, ahora era de felicidad, de agradecimiento. _ ¡Gracias! -dijo buscando de nuevo la presencia pero ya no estaba ahí, se había ido, estaba solo de nuevo y la angustia empezó a apoderarse de él.
_ ¡No me dejes! -exclamó.
No obtuvo respuesta.
Sus sentidos empezaron a agudizarse de nuevo, a lo lejos le pareció escuchar una voz.
Se quedó quieto...de nuevo esa voz...le parecía conocida sin embargo no podía distinguir de quien era. Abrió sus ojos pero no vio a nadie. De nuevo la escuchó esta vez con más claridad, decía su nombre, levantó la vista y...ahí estaba ella, su esposa, sonriente, extendiéndole la mano, llamándolo, invitándolo a tomase de ella.
El extendió la suya y la tomó, pero en lugar de sentir esa cálida piel contra su mano sintió un jalón, volvió su mirada para verla, pero ya no estaba, entonces volvió a sentir ese jalón, un dolor agudo traspasó su pecho, quiso reaccionar pero no pudo, sintió que caía de nuevo en un túnel negro, la respiración le fallaba, el aire no llegaba a sus pulmones, el dolor se agudizaba, tanto que la inconciencia empezó a invadirlo. A lo lejos escuchaba la voz de Elizabeth llamándolo, quiso responderle, pues se escuchaba angustiada, No quería verla sufrir más, pero las palabras no llegaron. Todo comenzó a dar vueltas a su alrededor y no supo más.

                     ***
Solo unos minutos, quizás segundos fueron los que el personal médico se separó de aquél cuerpo inerte. Elizabeth lloraba desconsolada abrazada a él, pidiéndole que no los dejara, que le diera una sola oportunidad más. De pronto sintió algo, quizás un movimiento. No, no podía ser, se apartó de él para mirarlo llena de esperanza pero no pasó nada, lo tomó de la mano para despedirse y se inclinó rozando sus labios en un último beso que le partió el corazón, había pasado más de un año y medio de que el besara los suyos. Este sería el último. Se empezó a alejar cuando lo sintió de nuevo, un leve apretón en su mano, casi imperceptible, atónita miró su rostro buscando una señal de vida pero de nuevo no vio nada, seguramente el estrés y el cansancio le estaban jugando una mala pasada. Acomodó sus manos sobre su pecho e iba a alejarse cuando escuchó una voz potente a sus espaldas
_ ¡Está vivo!, ¡Sus ojos!, ¡Quiere abrir sus ojos!
Era la voz de Bruno.
Ella no alcanzó a reaccionar, de pronto se vio apartada con brusquedad de su lado, vio como el médico y los paramédicos se acercaban a él y empezaban a maniobrar frenéticamente.
A partir de ese momento todo se convirtió en un caos. Ciertamente él seguía con vida pero su estado no era para nada alentador, había perdido la cuenta de cuantas veces había entrado en paro.

                       ***
El médico estaba sorprendido de la resistencia y la tenacidad con que ese hombre luchaba por su vida y se propuso hacer todo lo humanamente posible por salvarlo, aunque clínicamente era casi imposible, pero estaba empezando a creer en los milagros.
Había hablado con sus familiares y amigos ahí reunidos, ni siquiera había sido posible trasladarlo al hospital del pueblo, necesitaban llevarlo ya a un hospital en la ciudad, en el de ahí no tenía ninguna oportunidad, no contaban con el equipo necesario para una emergencia como ésta, sus posibilidades eran nulas y aún si lo trasladaban lo más probable era que no resistiera.
Entre todos acordaron que tenían que hacer todo lo humanamente posible.
Gustavo el amigo de Lorena, la compañera de trabajo de Elizabeth y Mariana había ofrecido el helicóptero de la compañía donde trabajaba. Ya venía en camino, solo esperaban que Santiago lograra resistir.
Elizabeth iría con él y el doctor en el helicóptero, aun cuando era su exesposa era la persona más allegada a él en ese lugar, aparte de su capataz.

FUE MI ERROR. No. 1️⃣ // SERIE HOMBRES DE LA SIERRA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora