09 | Nocturnos del corazón

47 2 1
                                    

Gabriela sentía un dolor en el pecho.

Llevaba más de una semana encerrada en su habitación, escuchando los discos de vinilo que había encontrado cuando se puso a ordenar las cosas de su mamá. Seguía echada en su cama, tapada con la sábana de la cabeza a los pies y cerrando los ojos, esperando a que el dolor que sentía en el pecho desapareciera.

Con las manos juntas, esperaba a que el frío también se desvanezca, pero sabía que no pasaría hasta dentro de unos dos meses más. El invierno siempre había sido una de sus épocas favoritas del año, pero había comprendido que a veces era horrible, sobre todo cuando tenías el corazón hecho pedazos. Gabriela lloraba de vez en cuando, cada vez que su mente traía recuerdos de los momentos que había pasado con Roberto y se había sentido cómoda. "¿Por qué siempre que me comienzo a sentir cómoda y en confianza con alguien, me rompen el corazón en miles de pedazos?". La chica miraba a través de las ventanas de su habitación, hacia el balcón que tenía a unos pasos. Escuchaba la lluvia caer y observaba el cielo gris que parecía nunca tener fin. Ese mismo cielo le resultaba muy depresivo y sabía que la lluvia que caía en ese momento, sumado a los Nocturnos de Chopin que sonaba no era una combinación perfecta para su alma. Sin embargo, era así como ella deseaba sentirse. "¿Por qué será que cuando uno está triste escucha música igual de triste para deprimirse más?", se preguntó. Miró al techo de su habitación y cerró los ojos, concentrándose en el sonido del piano tocado por Rubinstein. "El cielo debe pensar que la depresiva soy yo", se volteó y volvió a mirar al cielo, a través de las ventanas grandes. "Si realmente hay un Dios allá arriba, ¿por qué deja que suframos tanto aquí abajo?".

Se puso a buscar en sus recuerdos el momento en donde se había complicado todo y comprendió que sucedió hacía muchas tardes en esa misma habitación. Gabriela cometió el primer error que cometen las personas que no desean enamorarse: exponer sus miedos.

Aquella tarde de lluvia, ella le contó a Roberto todos sus temores y la tristeza que sentía al ordenar las cosas de su mamá. Fue una experiencia liberadora y a la vez aterradora, porque era la primera vez que se exponía de esa manera a alguien. "Son curiosas las formas que tiene el corazón de expresar sus sentimientos", pensó. Sin embargo, luego de ese beso de agradecimiento, ella supo que lo que sentía por Roberto, era más que simple gratitud, ella estaba enamorada de él. Y todo lo que sucedió después fue un efecto de bola de nieve hasta que una gran avalancha cayó sobre su corazón al descubrir que Roberto era un Alma Perdida. "¿Qué se supone que haces con eso?" En su caso, corrió hasta su habitación, puso el seguro a la puerta y se echó a llorar, porque eso es lo único que haces cuando hay sentimientos que desbordan de tu corazón, tan solo lloras, lloras y lloras hasta que el pozo que tenías en el pecho está completamente seco y lo único que queda del dolor es una leve sensación de que perdiste algo. Gabriela sentía que lo había perdido todo. Estaba enamorada de Roberto. Estaba enamorada de un fantasma. Y el significado de eso le dolía más, saber que tarde o temprano él tendría que irse del mundo de los vivos.

Gabriela seguía sintiendo un dolor en el pecho.

El disco de vinilo con algunos de los Nocturnos de Chopin había finalizado y ahora solo escuchaba la lluvia caer, mientras seguía echada desde su cama. Gabriela miró la hora y era poco más de la una de la tarde, tenía un poco de hambre. Se llevó las manos al pecho y se preguntó si en algún momento dejaría de sentir aquella sensación de vacío que tenía. "¿Por qué me duele tanto? ¿Tan enamorada estaba yo de él? Me pregunto si él también estará enamorado de mí".

La puerta sonó. Fueron tres golpes.

—Gabriela, soy yo... —dijo su abuela.

—No quiero hablar con nadie —Gabriela levantó la cabeza y comprobó que el seguro de la puerta seguía puesto.

El Café de las Almas PerdidasTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon