Prólogo

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Había un aroma de lluvia en el aire. El viento soplaba gentilmente sobre su rostro haciendo que su cabello danzara suavemente llamando la atención del gato que estaba recostado en su regazo. Sentada en el pequeño balcón de su habitación, miraba la ciudad extenderse hasta el horizonte. El cielo cubierto de nubes grises no hacía más que recordar en todo momento que el invierno había llegado y dentro de poco comenzaría la temporada de lluvias. Había pasado mucho tiempo desde aquel año en donde su vida tomó un rumbo distinto. Los años habían pasado pero ella sentía que en su corazón todo seguía igual. Las personas que esperan el paso del tiempo, en algún momento, llegan a entender que el tiempo puede ser un cruel enemigo o un amigo ausente, dependiendo de cómo lo recibieran. Ella había decidido hacerlo con los brazos abiertos, viviendo su vida como mejor sabía pero con la sensación de que en algún momento volvería a encontrarse con esa persona. Aunque de eso último no estaba tan segura, sin embargo hacía lo que mejor hacían las personas, aferrarse a la esperanza de que lo que su corazón anhelaba podría suceder, aunque eso desafiara las leyes del mundo.

—Te estaba buscando —dijo su padre, entrando a su habitación y parándose detrás de ella. Por un momento él también se quedó mirando la lluvia que había comenzado a caer. —He estado aquí toda la mañana. No tengo ganas de nada —dijo la mujer, quien ahora acariciaba la portada de un álbum de fotos que estaba sobre la pequeña mesa que tenía delante de ella, junto al álbum también había lo que parecía ser un sobre de carta. El gato ronroneaba suavemente, mientras se acomoda en las piernas de la mujer—. ¿No hay problema si no voy a la cafetería hoy?

—Para nada. Por suerte no hay tantos clientes el día de hoy —respondió su papá. En el cielo podía ver algunos relámpagos alumbrar con un color azulado las nubes más grises. Eso era algo tan propio del invierno en la ciudad que ahora le resultaba imposible pensar en un invierno sin la lluvia ni esos relámpagos en las nubes—. Mañana se cumplen diez años. —Dijo de pronto.

—Sí, lo sé —respondió la mujer, quien ahora miraba concentradamente la lluvia que caía con más fuerza.

—Me pregunto cómo es que estará.

—Seguramente bien —la mujer levantó la mirada y dedicó una sonrisa cálida a su padre, quien al fin se aseguraba de que su hija no estaba deprimida otra vez. —Las cosas siempre han pasado por algo, hija. Nuestro deber es aceptarlas y vivir lo mejor que podemos con todo lo que suceda. Nada más y nada menos. —Su padre puso una mano en los hombros de su hija y le devolvía una sonrisa cálida. —Yo lo sé. Es solo que no puedo evitar sentirme un poco triste de vez en cuando. — respondió.

—Sí, me imagino.

Con el sonido de la lluvia como acompañante, ella abrió el álbum de fotos que tenía delante y comenzó a ver las fotos antiguas que contenía. Fue pasando página tras página hasta llegar a una en donde las fotos habían comenzado a ser en blanco y negro. Una foto en particular siempre llamaba primero su atención y lo había vuelto a hacer en ese momento. Acariciándola con la yema de los dedos, miraba a las personas que estaban posando en aquella cafetería de los años cuarenta. Sus ojos fueron recorriendo cada una de las personas hasta detenerse en el rostro de una de ellas. Su corazón seguía sintiendo lo mismo. Sin cerrar el álbum de fotos, cogió el sobre de carta que estaba a un lado de la mesa y sacó con cuidado el papel que contenía. Leyó la primera línea y una ligera sonrisa se dibujó en su rostro y, al igual que la lluvia que caía sobre la ciudad, los recuerdos de aquel año especial comenzaron a llover sobre su corazón. 

El Café de las Almas PerdidasWhere stories live. Discover now