▶ Jack el Destripador ◀

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—Esto será difícil —siseó Miranda cuando se detuvo frente a las metálicas puertas del gran salón del consejo.

Los tres mosqueteros —mejor dicho, Detectives— decidieron sin más concurrir a la reunión del consejo en vez de ir a investigar la cocina de la cantina de la Agencia.

Mi cerebro no quería procesar nada más. Sentía inmensas ganas de hundir mi cuerpo entero en un cómodo sillón y dejar vagar mi mente durante horas examinando el techo o respirando entre las sábanas de la cama hasta dormirme. O morirme. Lo que suceda primero.
Comprobé que un súbito gusto amargo se encontraba ascendiendo por mi garganta, formando un profundo nudo en ella.

Mara había sido asesinada de una manera espantosa, y me sentía culpable en cierto sentido. Muy culpable.
Si hubiera actuado rápido...
No. Y por más esfuerzo que ejerciera no iba a cambiar su trágico destino: toda mi vida fui un gran creyente de las chácharas místicas como la astrología, el poder del subconsciente, el karma, el mítico hilo rojo, el mismísimo futuro escrito en las estrellas...
De alguna forma u otra eso iba a tener que ocurrir, y nada podría hacer yo ante la supremacía del azar.

Mamá comentaba que las cosas sucedían por un motivo, y que cada acción tenía un motivo para existir: lo que tenga que pasar, pasará.
Su recuerdo me inundó de paz; de una seguridad acogedora. Extrañaba a mi madre, Evelyn. La gran mayoría de las ocasiones sabe cómo enfrentar las cosas. Yo no soy del tipo de persona que es o aparenta ser fuerte. Pero mamá... Mamá sí que es fuerte.
Y lo fue mucho más cuando papá se separó de ella cuando yo contaba con siete años y aún no entendía nada de la vida.
Jamás lloró frente a mí, jamás dejó que las arrugas de la amargura surcasen su rostro jovial, tan parecido al mío, y que sus ojos oscuros se arrugasen del dolor al verme dormir...
Eso sí: la eterna gran lucha la lleva dentro, y para resistir la impotencia para no liberar todo eso al exterior se necesita de mucha dureza.
Y mucho menos la vi derrumbarse cuando los doctores revelaron la funesta noticia de que la criaturita que llevaba dentro, que llegaría a ser mi primer hermanito menor, murió antes de nacer de forma espontánea.
Eso destrozó nuestras esperanzas de una vida más cálida y dulce. La oportunidad de tener un colega de mi propia sangre me abandonó. Fue duro tener que soportar esa tensión sofocante... Y creo que aún la siento.

"¿Natalie sentirá luego lo mismo que yo cuando perdí a mi hermano...?"

Nunca comprendí del todo por qué Norman se quejaba de Miles, por qué Crista estallaba de bronca cuando Gwen se entrometía en su cuarto para revolver sus pertenencias...
Un hermano, para mí, es un ángel compañero.
Verás que no sé nada sobre hermanitos, y quizá opines lo contrario a mí —lo cual está más que perfecto—, pero supongo que sería de lo más grandioso tener un leal compañero consanguíneo al lado.
Norman alegaba que su hermano se parecía una especie de demonio carroñero que se apropiaba de lo que tuviera por delante.
Dios, ¡hasta pelear me parecería divertido...!

Si las cosas se tuercen, si algo le parece injusto, si la vida le da motivos para quejarse, Norman tiene a quien acudir, a quien llamar cuando todos lo abandonan y lo dejan solo, cuando quiere recordar a su madre y no tiene la valentía suficiente como para echarse a llorar frente a las personas...
Y el único —además de mí— que puede oírlo gritar y dejarlo llorar sobre su hombro es... Sí. Esa persona es Miles. Su hermano menor.

Discutí conmigo mismo durante minutos algunos divagues que tenía rondando en mi cabeza, al tiempo que mis pasos se alternaban unos tras otros en el pasillo del edificio central. No tenía idea de qué tan complicada se había puesto mi mente. No pensaba con claridad.
En un momento dado, tropecé con Víctor Lemaire.

Lemaire era unos cuántos centímetros más alto que yo. Llevaba puesta una gabardina beige que le quedaba distinguida.
Escudriñó mis ojos una fracción de segundo con una mirada tétrica. Víctor es un tipo muy meticuloso y sagaz, algo metido, pero generoso y honesto.
Es muy divertido cuando le agradas o le llamas la atención.
Y supe que en ese instante yo lo hice.

Sincronizados ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora