—¡Los rumores! —escupo con brusquedad—. ¡Las fotografías! ¡El maldito acoso de la prensa! —sacudo la cabeza en una negativa furiosa—. ¡Haz que se detenga!

Acto seguido, rebusco en mi mochila la revista que le quité a Fernanda esta mañana. Esa en la que se habla acerca de cómo Gael Avallone, el importante hombre de negocios, fue visto y fotografiado en un McDonald's comiendo con una chica mucho más joven que él. Esa en la que se especula que este tipo y yo tenemos algo.

—No sé de qué estás hablando, Tamara —una sonrisa socarrona se desliza en sus labios y una punzada de ira me recorre de pies a cabeza—, y, francamente, no tengo tiempo para esto. Ya te lo dije: estoy ocupado —como si no fuese obvio, señala al hombre que tiene enfrente y el coraje incrementa otro poco.

Avanzo hacia él lo más rápido. No puedo contenerme. No puedo aminorar el temblor enfurecido de mi cuerpo, ni la ansiedad y la impotencia que corren por mis venas ahora mismo.

—¡No trates de verme la cara de idiota! ¡Sabes perfectamente de qué estoy hablando!

La mirada de Gael se posa en el hombre de cabello blanco durante unos segundos antes de que se encoja de hombros, en un gesto que denota disculpa y confusión.

—Si tienes algo qué discutir conmigo, haz una cita con mi secretaria. Trataré de atenderte antes de que termine el mes. Ahora si me disculpas tengo que...

Estrello la revista abierta en su pecho y la fuerza del impacto le hace dar un pequeño paso hacia atrás. Ni siquiera me di cuenta de en qué momento llegué a estar tan cerca de él.

—¡Arregla esto ahora mismo! —exijo. Soy consciente de que sueno como una chiquilla malcriada, pero no me importa. No cuando he sido abordada y señalada por decenas de personas. No cuando todo el mundo en la universidad piensa que soy una interesada que lo único que quiere, es sacar provecho de la fortuna de este hombre.

Las manos de Gael toman la revista que aún aprieto contra su costosa camisa y revisa la página con un interés casi nulo. Bien podría estar observando una roca en lugar de un reportaje acerca de él, teniendo un romance con una chica que bien podría ser su hermana menor.

—¿Qué se supone que esperas que haga, Tamara? —el humor se filtra en su tono y mi coraje aumenta otro poco—. De verdad, no tengo tiempo de atenderte ahora mismo. Deja de comportarte como si tuvieses doce años. Estoy ocupado. Si tanto te interesa desmentir esto, da una entrevista. Deslíndate de mí por completo.

Una carcajada amarga se me escapa.

—¡Eres un hijo de puta! —espeto, al tiempo que lo golpeo en el pecho con un puño—. ¡Sabes perfectamente que esto no va a detenerse así! ¡Tú hiciste esto! ¡¿Qué demonios quieres de mí?!

—Gael... —el acompañante del magnate interviene. Suena impaciente y molesto. Suena como si estuviese advirtiéndole que, si no detiene esto pronto, va a haber problemas. Graves problemas...

En ese momento, las manos del magnate se apoderan de mis muñecas de un movimiento rápido y firme, y las aprieta con tanta fuerza, que duele; sin embargo, antes de que pueda protestar, me mira con una dureza que me eriza los vellos de la nuca.

Algo denso y oscuro se apodera de sus ojos en ese momento y un destello de pánico me atraviesa de lado a lado.

—Ya basta, Tamara. Si no te relajas y vas allá afuera, llamaré a seguridad —sisea en una voz que apenas puedo reconocer como suya. Es hasta este momento, que una parte de sus verdaderas emociones queda expuesta ante mí. Es hasta este momento, que la máscara de serenidad y socarronería desaparece para dejar expuesto lo iracundo que se encuentra—. ¿Qué clase de chiste crees que soy? —sacude la cabeza en una negativa—. No puedes venir a armar escenas a mi oficina. ¿Quién cojones crees que eres?

MAGNATE © ¡A la venta en Amazon!Where stories live. Discover now