Epílogo: La libertad no es real

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(Gumball)

Estoy en la sala de la casa esperando a que llegue la policía, sigo recostado al lado de Marshall, apenas y respira, además está inconsciente.
—Marshall...—susurro débilmente.
Una lágrima corre por mi mejilla y cae en la suya, Andreé llega al sofá con unas pastillas y con un vaso de cristal.
—Te ayudarán a calmarte.
Le sonrío en modo de agradecimiento, tomo las pastillas y miro a Marshall, le puse un vendaje.
—¡Policía, abran la puerta! —escucho, me paro rápidamente y los oficiales entran. Andreé se pone de pie y los dirige a donde está el cuerpo de Frankie, uno de los policías habla por su radio y pide paramédicos. Siento que todo me da vueltas al ver entrar al forense, más personas entran y dos hombres altos toman a Marshall y lo suben a la camilla.
—Tienen que venir a que los revisen y dar sus declaraciones —dice un policía.
Ambos movemos la cabeza y Andreé me toma de la mano y me saca de ahí. Un paramédico nos sube a la misma ambulancia en la que suben a Marshall, le tomo la mano y comienzo a llorar. El paramédico, cuyo nombre creo que es Joe, le toma el pulso y pone su estetoscopio en su pecho.
—Su pulso es lento, apresúrate a llegar —le dice el conductor.
—Ya llegamos —le responde. Abren las puertas de la ambulancia rápidamente y sacan el cuerpo de Marshall, otros doctores nos ayudan a Andreé y a mí, que no me suelta la mano.
Nos ponen en un cuarto juntos, estoy en una camilla acostado, el suero recorriendo mis venas. Gimo. Un policía abre la puerta y nos ve con una mezcla de dulzura y tristeza, le sigue otro chico, que es Finn, corre a abrazar a Andreé y le besa la coronilla, sonrío al ver esa escena, el policía me ve y sonríe igualmente, su pelo color café le cae sobre sus ojos que expresan tristeza.
—Chicos, soy el comandante Brooks, Donatien Brooks, tomaré sus declaraciones.
—Claro, estoy listo para hablar —le sonrío.
—Empecemos contigo —se sienta en el pie de mi cama y saca una libreta pequeña —cuéntame lo que pasó.
Abro la boca y empiezo a redactar lo sucedido, cosa que igualmente hizo Andree, una chica con el pelo negro entra y Bubblegum va detrás de ella seguida de un doctor, ella me ve y corre hacia mí.
—¡GUMBALL! —grita y me abraza fuertemente.
—Hola...—susurro.
—Disculpe, ¿dónde está Marshall? —dice la chica de pelo negro que va con Bubblegum.
—Está en la habitación de arriba, pero está muy grave, por el momento no puede recibir visitas —siento que mi estómago se encoge al oír que está muy grave.
—¿Se pondrá bien? —interrumpo al doctor, que me ve con cautela, sus ojos grises se relajan y me sonríe.
—Estará muy bien, por suerte ninguna bala tocó alguna arteria u órgano.
—Gracias...—susurro.
—Dios, estaba muy asustada de saber cómo estabas —dice mi prima, la chica de pelo negro le toma una mano.—¿Cómo te sientes primo?
—Mejor de lo que merezco...fue mi culpa...—susurro.
—¿Qué? —me ve confundida.
—Fue mi culpa, por mi culpa es que Marshall está así —susurro y lágrimas empiezan a caer de mis ojos, encojo mi cuerpo y mis rodillas quedan al límite de mi barbilla, las abrazo y me pongo a llorar. El doctor susurra algo:
—Traeré al psicólogo de práctica mañana, necesita mucha ayuda, de ser necesario traeré a nuestro nuevo psiquiatra —dice el doctor bajo, pero aún así lo puedo oír. Siento la mirada de todos en el cuarto, una mano grande pasa por mi nuca y levanto la vista, un chico rubio me ve fijamente y sonríe.
—Finn...—susurro y lo abrazo. No puedo evitar seguir llorando. Sus brazos se enroscan en mi cuello y me aprieta.
—Se pondrá bien, ya verás —me ve sonriendo. Forzo una sonrisa y bajo la mirada. El doctor sale de la habitación y Bubblegum se acerca a mí.
—Fue por el psicólogo —dice suavemente.
—¿Me acercas un espejo? —evado lo que dijo, ella me sonríe y toma un espejo de mano que está en el baño. Lo tomo y miro el reflejo, un chico de piel rosada, grandes ojeras y un par de ojos color fucsia me está devolviendo la mirada, su pelo rosado le cae en la frente, tiene una marca de un golpe en el cuello, y hasta ese momento, me doy cuenta de lo mal que luce mi aspecto.
—¿Traes maquillaje? —le digo.
—Claro, yo siempre —me tiende su cosmetiquera. Saco un blush y con la brocha lo difumino en mis mejillas, mi piel se ve más sonrosada, tomo un corrector y aplico un poco en las ojeras que desaparecen un poco, busco una sombra de ojos color rosa mate y aplico muy poca para que desaparezcan por completo, con bálsamo labial y un poco de brillo hago que mis labios no se vean pálidos. Sonrío al espejo y mi humor cambia un poco.
—¿Cómo me veo? —le digo.
—Como el Gumball que siempre he conocido —sonríe. Le devuelvo la sonrisa, que de pronto se transforma en una mueca de tristeza, pongo el espejo en la mesita de noche que está junto a la cama, abro el cajón y encuentro jeringas, vendas y gasas. Lo cierro con miedo.
—Oh...ella es Marceline, es la prima de Marshall —sonríe felizmente.
—Mucho gusto, al fin nos conocemos en persona —me dice. Sonrío como respuesta.
El doctor vuelve a entrar, pero esta vez un joven alto, de pelo color arena y piel bronceada lo sigue, sus ojos azules se posan en mí y sonríe, le dice algo al doctor, el cual asiente y sale de la habitación con Bubblegum, Marceline y con Finn. Me quedo con él.
—Tú debes ser Gumball —dice con un acento inglés.
—Sí —susurro.
—Yo soy Wren, y llevaré tu caso, en el ámbito psicológico.
—¿No eres muy joven para ser un psicólogo?
—¿Y tú no eres muy grande para ser un algodón de azúcar? —dice sonriendo.
Me quedo callado. Él suspira.
—Tengo 23 años, aún estoy estudiando, de hecho estoy en mi servicio de prácticas, y eres mi primer paciente.
—Entonces, ¿qué haces aquí?
—Al parecer tienes un trauma.
—¿Ahora estoy loco?
—No, lo que pasó es que esa experiencia que tuviste fue traumante, y como ahora estás bien y maquillado —abro los ojos como platos —sí, lo noté, pero como decía, ahora puedes estar bien, pero te vas a deprimir.
—Eso es absolutamente normal.
—Sí, pero no podemos dejar que se salga de control, por eso me pasaré la mayor parte del día contigo —se dirige a la puerta y me dedica la más dulce de sus sonrisas.
—Oí decir al doctor que de ser necesario llamarían a un psiquiatra.
—No lo creo necesario, no te ves tan mal que digamos, luces alegre a pesar de todo —me sonríe.
—Así es mi forma de ser.
—Entonces sí eres una persona de color rosa, tu pelo te quedó perfecto a tu personalidad.
—¿Cómo sabes que soy alguien rosa?
—Ya lo sabrás.
—¿Cuándo inicia el tratamiento? —digo.
—En cuanto tu novio se ponga mejor.
Sale de la habitación, no sin antes sonreír nuevamente.

N/A
Gente bonita, preciosa, hermosa, tierna, mis lectores bellos ❤ espero que este pequeño epílogo sea de su agrado, sé que no hablé mucho del querido Marshall, pero ya verán en la tercera (y posiblemente última) parte de esta historia ❤
Pero primero me dedico a la que estoy escribiendo a parte, de la cual no he publicado nada por dedicarme a esta historia ❤ pero en ustedes depende si sigo con esa o con otra, he pensado escribir algo de asesinos o cosas así, obvio con una gran carga sexual, cómo a ustedes les encanta 7u7
Ustedes decidan ❤
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