Capítulo Veintidós.

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—Pero yo si la recuerdo, mi amor lo hace y es necesario de que lo entiendas. Voy a encontrar la manera de estar con Isabella, no contigo.

No quería ser malo con ella, yo siempre querría protegerla y estar ahí, sin embargo, no pospondría mi felicidad por la suya, no podía.

—Soy tu amigo, lo soy —hablé con amabilidad—sin embargo, no me pidas más de ahí, porque no tengo nada de aquello para ti.

Esas palabras al parecer la afectaron más de lo normal, porque ella retrocedió unos cuantos pasos y habló en voz dólidamente baja:

—Tú también acabas de hacerme daño después de todo lo que hemos pasado juntos, después de tanto dolor —su voz se rompió— y vas a arrepentirte por desecharme Ian, lo harás.

Ella limpió unas cuantas lágrimas de sus mejillas.

—Ágatha...

—Esto no sé queda así —gruñó orgullosamente, mientras se daba la vuelta y salía furiosa del lugar.

En ese momento no pensé realmente en las amenazas de ella, estaba herida y lo entendía, ya volvería a mi lado para que le hiciera compañía o algo así, Ágatha siempre había sido muy dependiente a mi persona o eso creí, aun así, cometí un gran error; subestimé el corazón roto de una mujer herida.

Quise intentar arreglar las cosas con la castaña, pero no llegué muy lejos porque recibí una llamada por parte de Blake, una llamada en donde me contaba sobre un incidente con su padre, Isabella y Dash.

No se me hizo raro que el rubio me llamara, como dije antes, él a pesar de tener cierto desagrado hacia mí, desde el incidente no dudo jamás en comunicarme cualquier cosa que estuviera ligada a la pelirroja, él sabía, notaba y entendía que yo si me preocupaba por su hermana y al final del día, haría cualquier cosa por su persona.

No tardé más de media hora en llegar a la casa campestre de Blake, él me comunicó rápidamente todo lo que había sucedido y me permitió ver a Isabella, cuando llegué a la habitación de ella y la encontré temblando y llorando... Todo el mundo se vino a mis pies.

No soportaba verla sufriendo, su dolor era el mío y siempre seria así.

Después de un tiempo Blake se fue y me dejó solo con ella, intenté hablarle porque su silencio me ponía nervioso, ella no dejó de llorar y fue por eso por lo que la senté y la obligué a acostarse contra mi pecho.

Ella lloró y se sintió muy culpable por lo de Dash, aseguró que odiaba a su papá y yo rectifiqué que iba a asesinar a aquel bastardo por pesado y abusador.

—No estoy enojado —le susurré besando la cima de su cabeza— no contigo, cielo.

Se apretó más contra mí y supe que estaba desesperada por tener más de mi calor.

—No te vayas de nuevo, Ian —pidió en voz baja y adormecida.

—Nunca me he ido realmente, aquí sigo.

—Pasan días y no vienes aquí conmigo, ¿por qué? ¿Hice algo mal?

Su pregunta me hizo doler el corazón.

—Solo quiero darte espacio —confesé.

—No te recuerdo, pero no quiero que me des espacio, no quiero que te alejes, yo, uhm... Te necesito.

«Necesidad» esa era una palabra muy grande que nos rodeaba a los dos, nuestro amor no debería ser comparado con algo como aquello, pero ahí estaba la cuestión, ambos teníamos una gran necesidad por el otro, una necesidad que no podía ser apaciguada con cualquier cosa, sino simplemente con amor.

El arte de amar. Where stories live. Discover now