Capítulo Nueve.

57.9K 6.4K 2.5K
                                    

Quería que me tragara la tierra

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Quería que me tragara la tierra.

Si, justo eso era lo que yo necesitaba, de verdad que sí... No podía creer que hubiese hecho semejante ridículo la noche anterior. ¿Cómo era posible?

Mis ojos terminaron de abrirse del todo mientras me acostumbraba a las sombras que había en la habitación, unas fuertes nauseas me invadieron deprisa, y traté de controlar las arcadas. Necesitaba ir al baño, pero no fui capaz de ponerme de pie, no cuando escuché ruido en la cocina del lugar.

Era tan estúpida.

¿Por qué me había tirado así sobre él? ¿Qué me pasaba?

Me repetí una y otra vez que era una estúpida que había arruinado todo, desearía en serio no poder recordar lo que dice, aun así, las imágenes estaban en mi cabeza y eso me jodió de nuevo.

Traté de omitir los recuerdos, pero no pude, recordé precisamente la charla en el baño, las palabras de Ian, mis palabras y por último el beso.

¡Ese condenado beso!

No debería haberle rogado por un beso, tampoco debería haberme abalanzado sobre él, simplemente no debería haber bebido... Sabía que cuando estaba ebria podía ser algo pesada, pero cuando me encerré en el baño y comencé a beber, jamás me imaginé actuando como una regalada y rogándole a Ian por un beso, solo uno...

Por más que quise olvidar el día anterior, todo siguió ahí atormentándome, tampoco pude olvidar la promesa que le hice a Blake, y de solo pensar que tendría que volver aquella casa de nuevo, todo en mi se apretujó una vez más.

Estaba jodida.

—¿Is? —Escuché la voz de Ian al otro lado de la puerta, y traté de no hacer ruido.

Que se vaya, que se vaya, que se vaya...

Repetí esas palabras en mi mente una y otra vez sin detenerme nunca.

Aguanté la respiración hasta que escuché sus pasos alejándose de nuevo, no quería verle la cara y ver la decepción impregnada en sus rasgos. Él había tratado de ser amable y servicial conmigo, y yo a cambio me había lanzado como una fácil sobre él sin medición alguna.

La vergüenza y mortificación fue tan fuerte, que me obligué a seguir en la habitación muchas horas para evitarlo, porque yo sentía y sabía que había hecho algo mal.

Había arruinado nuestra amistad

Había arruinado mi relación con Ian.

No sé si pasaron horas o solo minutos, pero el hecho fue que decidí no moverme de mi cama, me quedé tan quieta que pude jurar que me había vuelto parte de la jodida cama.

Es raro, normalmente a mí me daba igual lo que las personas pensaban de mí, en todo caso, yo siempre pensaba lo peor de ellas. Pero con Ian era diferente, porque, aunque no lo admitiera, cada que estaba con él siempre quería sacar la mejor parte de mí, aquella que estaba enterrada en lo más profundo de mi ser.

El arte de amar. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora