Capítulo Once.

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Sentí un roce suave contra la planta de pie, y sonreí tontamente ante la caricia, la verdad no era muy fan de las caricias, sin embargo, tener a Ian tocándome era lo mejor que me podía pasar, la verdad que sí

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Sentí un roce suave contra la planta de pie, y sonreí tontamente ante la caricia, la verdad no era muy fan de las caricias, sin embargo, tener a Ian tocándome era lo mejor que me podía pasar, la verdad que sí. Por un momento planeé quedarme por siempre ahí sintiendo sus caricias, cuando de repente sentí una lengua rasposa rozar mi pie y hasta ahí me llegó el encanto.

—¡Ay! —Grité asustada sentándome bruscamente, mientras intentaba orientarme un poco.

Todo mi cabello estaba por toda parte, intenté ordenarlo y cuando logré controlar la densa cortina de cabello rojo, a través de él fui capaz de encontrarme con unos ojos verdes perlados que me observaban con curiosa atención.

—Oh, veo que Dash ya vino a saludarte. —Ian entró a la habitación con una gran sonrisa en sus labios.

—Sí, eso.

Traté de no dejar caer la boca abierta cuando vi que el pelinegro no llevaba camisa puesta, su marcado abdomen estaba al aire y tuve que hacer todo lo posible para no comenzar a babear ante la perfecta vista. Verlo así hizo que recordara los besos de la noche anterior y mierda... No podía creer que lo había tenía tan cerca.

Sentí la sangre subir a mis mejillas y traté de mantenerme al margen.

—Creo que me odia. —Dije alejando la vista de su perfecto cuerpo.

Ian bufó y se sentó en la cama al lado de su gato negro.

—No, no creo que te odie, Is. —Respondió sin más —, creo que te extrañó cuando te fuiste.

—Iba a morderme, que manera tan rara de extrañar. —Dije acusadoramente.

—No iba a morderte, te estaba saludando. —Se rio en voz baja—, además él demuestra su amor de manera rara, es como el dueño.

Levanté mi vista hacia la suya y me fijé en esos asombrosos ojos azules que parecían ser los más hermosos que yo había visto alguna vez.

Por un momento guardé silencio y de nuevo no puedo evitar pensar en todo lo que había pasado anteriormente, yo había besado a un sinfín de chicos y sin embargo, ninguno de ellos le hacía justicia a la boca y la lengua de Ian, en totalidad, no le hacía justicia a él.

—Anoche...

—Anoche fue algo especial. —Se adelantó y me silenció, — no lo arruines, Isabella.

—Estabas con ella, con Ágatha. ¿Ustedes están saliendo?

—Ya te había dicho que no. —Respondió con amabilidad.

—Ha pasado un tramo de tiempo desde que me dijiste eso, solo quiero saber que no me estoy metiendo en un lugar en donde no debo y...

—No hay nada entre ella y yo. ¿Puedes creerme?

El arte de amar. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora