Capítulo 13: Una cita desastrosa

3.8K 254 27
                                    

Después de ese inesperado beso, Dhasia se disculpó jurando que lo había hecho por culpa de la emoción que sentía. No tuvimos tiempo para hablar puesto que uno de los dueños de la mansión entró a la habitación; ella tuvo que fingir que tenía migraña y que subió allí para estar lejos del ruido y las luces. Tras librarnos de ese aprieto, Alfredo pasó por nosotras y nos llevó a nuestras respectivas casas. A partir de ese momento, tanto el beso como las cicatrices de cortadas que vi se convirtieron en temas enterrados treinta metros bajo tierra.

Las semanas pasaron volando desde esa noche. Las dos entramos a clases y estábamos ocupadas con asuntos académicos. No nos vimos muy seguido y los únicos eventos a los que la acompañaba eran citas médicas de control. En esas contadas ocasiones, ninguna se atrevió a mencionar lo que había ocurrido en el balcón de aquella mansión. Sin embargo, cada vez que la veía, era una lucha interna constante por no mirar sus labios y recordar nuestro beso.

Estaba determinada a creer que lo sentí en mi estómago fue a causa de la adrenalina, por ende, decidí enfocarme en Lauren. Ella y su novio habían terminado por octava vez. A pesar de que las veces anteriores solían reconciliarse dos o tres días después, esa ruptura parecía ser definitiva porque el tiempo pasaba y los dos seguían sin hablarse. Nosotras, por el contrario, nos veíamos con más frecuencia dentro y fuera de la U. Cuando estábamos junto a más personas mantenía su distancia, pero a solas era todo lo contrario. Teníamos sexo de vez en cuando y, aunque no me tocaba porque decía que los fluidos le daban asco, yo disfrutaba con sólo verla satisfecha.

Cuando recibí mi tercera paga por parte del senador Waldorf, logré convencer a Lauren de que por fin saliéramos de su habitación para almorzar en un restaurante. Esa iba a ser la primera vez que teníamos algo parecido a una cita. Quise lucirme, así que dejé que escogiera el lugar. Como si se tratara de una pésima broma cósmica, me contó que quería probar la comida de Banquete Árabe.

—¿Cuándo me dirás cuál es el trabajo misterioso que te está dando mucho dinero? —preguntó mientras íbamos de camino en un Uber.

Una de las tantas condiciones del senador era que mi trabajo fuera confidencial ante mis conocidos, por lo que tuve que mentir. De igual forma, no me apetecía contarle al respecto.

—Soy ayudante de chef en un hotel, pero no es para tanto.

—¿No tendrán un puesto para mí?

Me reí.

—No lo creo.

En ese momento, me entró una llamada de Dhasia. Tenía una cita médica a esa hora, pero su padre me había avisado con antelación que su dentista había cancelado. Supuse que ella también sabía y que era innecesario avisarle, pero allí estaba: llamándome con insistencia. Al mismo tiempo, Lauren observaba la pantalla de reojo.

—¿Aló? —contesté.

—Pensé que vendrías —soltó sin más.

—¿Tu padre no te contó que cancelaron la cita?

—Lo hizo, pero…

—¿Pero? —pregunté intrigada.

—No lo sé… pensé que vendrías a platicar o comer algo. Llevamos un tiempo sin divertirnos —divagó un poco—. Sé que te gustan las películas de terror, así que conseguí el DVD de El Exorcista.

—Oh, Dhasia —me sentí mal por nuestra descoordinación.

—¿No te gusta la temática de posesiones? Porque me adelanté a esa posibilidad y compré Pesadilla en la Calle Elm, la de 1984.

—No, no es eso.

—¿Entonces?

—Amor, ¿quién es? —Lauren preguntó en tono de voz alto. Sabía que era a propósito porque esa era la primera vez que usaba un apodo cariñoso para referirse a mí.

SERENDIPIA PARTE II: DHASIAWhere stories live. Discover now