Capítulo 4: Paciencia...

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Cuando regresamos, el plato fuerte ya estaba servido. La comida estaba intacta, así que no debía haber pasado mucho tiempo desde entonces. Tomamos asiento; los demás se veían ansiosos por dar el primer bocado. Apenas vieron a Charles, los meseros trajeron nuestros platos y los chefs se acercaron.

-De plato principal hemos preparado una exquisita receta vasca: bacalao a la vizcaína. Para acompañar, patatas al vapor con especias y una ligera ensalada de hojas con aderezo de limón -explicó el hombre.

-De bebida, una botella de Chardonnay -añadió su esposa.

Pese a que los pescados no suelen ser de mi agrado, aquel tenía un sabor bastante delicioso. En cuanto al vino, al principio estaba reacia debido a mi experiencia con el anterior, pero más tarde me animé a probarlo y me gustó. Sin embargo, seguía prefiriendo la cerveza. A la hora del postre, los meseros repartieron a todos, menos a mí, un coctel de frutas con helado. Empecé a sospechar lo que estaba sucediendo cuando los cocineros se acercaron a la mesa con un plato especial.

La copa era diferente a las demás: sobre ella había un trozo de pastel de vainilla y encima reposaba una bola de helado con una vela encendida. Todos empezaron a cantarme el feliz cumpleaños, y no pude evitar sentirme más incómoda que nunca. Cuando la canción terminó, todos se turnaron para felicitarme. Charles me dio una palmada en la espalda, su esposa me dio dos besos, mi mamá me estrujó con fuerza y Dhasia me dio un abrazo en mala gana. Después de eso, volvimos a nuestros asientos y nos dispusimos a comer.

Pronto, el sol empezó a ocultarse. Los cocineros, al igual que los violinistas, ya se habían marchado. Los meseros, en cambio, estaban recogiendo el juego de vajilla y organizando todo. Vivian y Dhasia se despidieron de nosotras en la parte trasera de la mansión; Charles nos acompañó hasta el parqueadero.

-Gracias por todo -le dije por cortesía-. La comida, el vino, la música... todo estuvo maravilloso.

-Gracias a ti por haber venido y aceptar mi oferta. Sé que juntos haremos cosas grandes, Marianne.

Sonreí no muy segura de a qué se refería. Entonces rodeé el carro e ingresé del lado del conductor. Mi mamá había bebido el triple de vino que yo y estaba tambaleante. Yo me sentía bien, así que lo más seguro era que condujera de regreso a casa.

-Después de tanto tiempo, ha sido un placer volver a verte -el senador se despidió de ella con dos besos.

-Comparto el sentimiento -sonrió.
Mi mamá tropezó con el bordillo, pero Charles la agarró a tiempo. Los dos se rieron. Sin soltarla, le abrió la puerta con la otra mano.

-Hasta mañana, Bianca.

***

Estando a pocas calles de nuestra casa, miré a mi mamá de reojo. Durante todo el trayecto, ella estuvo tarareando cada canción que la emisora de radio puso, incluso las que no conocía. Intenté recordar la última vez que la vi tan alegre, pero no pude; los últimos años habían sido un tormento tanto para ella como para mí. Me gustaba presenciar su felicidad, pero había algo que no me dejaba disfrutar.

-Mamá, ¿puedo hacerte una pregunta?

-Por supuesto -contestó con entusiasmo.

Medité durante un rato la forma en que iba a formular la pregunta puesto que quería ser lo más sutil posible.

-¿Cómo se conocieron el senador Waldorf y tú?

SERENDIPIA PARTE II: DHASIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora