Capítulo 7: La guarida y el grupo

4.3K 257 15
                                    

Me encerré en el cubículo, me quité los tacones y me subí a la tapa del inodoro. Tuve que pararme en puntillas para alcanzar la ventana y asomarme. Mis sospechas se confirmaron cuando la vi hablando con aquel chico rubio. Entonces agarré los zapatos y, como pude, trepé la ventana. Brinqué hacia afuera intentando no hacer ruido, pero el movimiento de los arbustos llamó la atención de ambos. Apenas me vieron emerger de la planta, salieron corriendo.

-¡Pero qué demonios! -grité entretanto los perseguía descalza. Logré alcanzar y detener a Dhasia. El muchacho, en cambio, siguió corriendo hasta desaparecer de mi vista-. Un evento... ¿No puedes asistir a un puto evento sin intentar escapar?

-Déjame en paz.

-¿Que yo te deje en paz? -resoplé agitada-. No sé si te habrás dado cuenta, ¡pero quién está jodida soy yo!

-No tenías que seguirme y saltar cual Rambo -forcejeó conmigo hasta zafarse-. Podrías haberte quedado en el quinceañero, comer el buffet y esperar a que volviera.

-Claro... Ibas por perros calientes otra vez, ¿cierto? O tal vez por un jodido shawarma en ese restaurante árabe.

Se cruzó de brazos.

-No estoy para esto, Dhasia. No estoy para ser tu mamá. Escucha bien lo que te voy a decir: no me importa lo que hagas -empecé a regañarla-. No me importa si follas, bebes o te drogas como los niños
malcriados de tu entorno. Siempre y cuando no me causes problemas, no voy a delatarte. Lo único que quiero es limitarme a hacer mi puto trabajo y recibir mi dinero.

Tuvimos un prolongado enfrentamiento de miradas hasta que ella agachó la cabeza para buscar su celular. Escribió un mensaje y, con las mismas, volvió a guardarlo.

-¿A quién le hablaste?

Sonrió de forma macabra.

-¿A quién? -insistí ahora enojada.

-Relájate, estás a punto de descubrirlo.

-Si crees que vas a volver a escaparte...

En ese instante, alguien cubrió mi cabeza con una bolsa negra y me esposó las manos. Intenté poner resistencia, pero no pude hacer gran cosa siendo dos contra uno. En completo silencio, me obligaron a caminar un par de metros y me hicieron entrar a un auto en contra de mi voluntad. Cuando empezamos a andar, ella destapó mi rostro.

-Ahora es tu turno de escuchar, Marianne.

Apreté los labios para quedarme callada y no insultarla.

-Creo en lo que dijiste hace un rato porque he notado que no eres como mis niñeras anteriores -siguió-. Parece que no te importa el poder y dinero que ostenta mi padre. Esta mañana pudiste delatarme, pero no lo hiciste. Todavía no entiendo por qué estás trabajando para alguien como él, pero voy a ofrecerte un trato.

-¿Qué trato?

-Es bastante sencillo: no te interpongas en mi camino y yo no me interpondré en el tuyo -sentenció.

-¿Cómo haremos eso, Al Pacino? Tengo que hacer que vayas a la mayoría de eventos, pero tú te escapas de un lado a otro.

-Iré a todos, pero tienes que hacer algo por mí de vuelta.

Suspiré largo y profundo.

-¿Qué es lo que quieres?

-Que me cubras para que pueda tener mis planes personales.

-¿Como ahora?

-Exacto -sonrió.

-Tienes que estar mal de la cabeza.

SERENDIPIA PARTE II: DHASIAWhere stories live. Discover now