Capítulo 34

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Durante la cena, Naruto se encontró mirando y escuchando a Sasuke mientras él hablaba y se reía con sus hombres. Estaba relajado, recostado en su silla, con la mano jugando con su cuenco de sake. De vez en cuando le miraba y sonreía, y su corazón daba un vuelco. Naruto sabía que más tarde ellos se retirarían a su cámara y Sasuke le haría el amor una vez más y él se entregaría. Tú vendrás a mí. Había dicho Sasuke hacía mucho tiempo. ¿Acaso obtuvo su conocimiento de mujeres y donceles que alimentaron su confianza? Sabía que había habido otros; su habilidad como amante sólo podría haber sido nacida de la práctica. ¿Qué había sido de ellos, los de antes de él? ¿Habría amado a alguno? ¿Habría alguno al que recordara con más cariño que a los demás? Sasuke nunca hablaba de ello. ¿Significaba eso que los había olvidado? Naruto se obligó a enterrar esos pensamientos en el fondo de su mente, enojado consigo mismo incluso por regodearse en ellos. ¿Qué importaba? Eso era el pasado. Ahora él era su esposo, una relación hecha realidad cada noche que se retiraban a la cama.
Esa noche, Naruto se disculpó temprano de la mesa y se fue antes que Sasuke a sus aposentos. Se desvistió quedándose con la delgada camisa y fue a pararse junto a la ventana para encontrar alivio del calor. Una brisa se había levantado y en el oeste las nubes habían comenzado a congregarse como la vanguardia de un gran ejército celestial moviéndose pesadamente en lo alto. Distantes resplandores precedían su llegada y el aire olía a acre con la prometida lluvia. Naruto se apoyó en el marco de madera, mirando el acercamiento de la tormenta, sintiendo como el viento levantaba mechones de pelo de su frente mientras refrescaba su piel. No se había molestado en encender una lámpara, pues, aunque se estaba haciendo tarde, un poco de luz todavía persistía en el cielo.
Se quedó ahí durante algún tiempo, mirando el despliegue en el cielo, fascinado por su poder. La tormenta retumbó más cerca. Pronto estaría sobre sus cabezas, ya que los truenos se sucedían en rápida sucesión. Un brillante destello de luz iluminó por completo el área alrededor de la casa y con ello una figura oscura que corría hacia los establos. Naruto frunció el ceño, mirando fijamente en las sombras del crepúsculo. Quizás había sido uno de los hombres de Sasuke que se apresuraba a tomar refugio antes de que la lluvia llegara. El hombre se detuvo y miró alrededor. El siguiente destello de relámpago lo iluminó claramente por una fracción de segundo. ¡Shino! Naruto se sobresaltó. No podía ser, él no tenía ningún asunto ahí, ni siquiera era un mozo de cuadra. Otro relámpago iluminó la escena, pero esta vez no vio a nadie. Aun así existía una incómoda sensación de hormigueo entre sus omóplatos, como un picor que no podía alcanzar. Se quedó junto a la ventana unos momentos más, con los ojos explorando la zona, pero no pudo ver ninguna señal del hombre otra vez. No podía haber sido Shino, sólo alguien que se le parecía. Después de todo, sólo lo había visto por un instante. Lo más probable es que hubiera sido uno de los guardias en busca de refugio temporal, porque en verdad la tormenta sería temible cuando les golpeará realmente.
Naruto cerró los ojos, súbitamente consciente de que su dolor de cabeza de hacía un rato había desaparecido como si de algún modo la liberación de tensión en los cielos hubiera encontrado su paralelismo en él. En ese momento la brisa trajo consigo un olorcillo a humo y oyó el relincho de un caballo. Naruto abrió los ojos, explorando la tierra con su vista. Su mirada fue atraída por una vacilante luz en la paja del techo del establo. Por un momento se quedó inmóvil antes de que su mente comprendiera lo que eso significaba. La sospecha se convirtió en certeza. Cogió su manto que estaba en la parte de arriba del baúl de la ropa, se lo echó sobre los hombros y salió corriendo de la cámara, en dirección al salón. Se detuvo en lo alto de las escaleras.
—¡Fuego! ¡El establo está en llamas! ¡Daos prisa!
Todas las conversaciones cesaron y cincuenta pares de ojos miraron con asombro al ver la aparición en la escalera, una figura de mirada salvaje con el dorado cabello desordenado y ataviada solamente con un manto suelto que dejaba ver una camisa por debajo. Quizás, por espacio de unos segundos se lo quedaron mirando fijamente antes de que comenzaran a asimilar la importación de sus palabras. Para entonces Naruto había llegado al pie de la escalera y se había vuelto hacia Sasuke.
—¡Teme, rápido! ¡El establo está en llamas!
Sasuke saltó de su asiento, pero el rubio le llevaba delantera de camino a la puerta. Tras de sí, Naruto, podía oír gritos y pies a la carrera cuando los hombres entraron en la acción. Naruto corrió hacia el establo, haciendo caso omiso de todo, salvo de la necesidad de sacar a Kyubi y a los otros caballos. Podía oír ahora los cascos inquietos y los relinchos, y el olor a humo era más fuerte. En la oscuridad, más allá de la puerta, las llamas ardían iluminando el fondo, un montón de heno estaba en llamas bajo el techo chamuscado. Naruto se precipitó hacia delante, sintiendo como el humo le picaba en los ojos, tosiendo por el espesor del mismo. La casilla de Kyubi estaba en el otro extremo y la pequeña resoplaba y hacía rodar sus ojos aterrorizada. Naruto fue a la cabeza del caballo y desató la cuerda de ronzal, hablando suavemente para tratar de calmar al animal asustado. Sin embargo, cuando trató de sacar marcha atrás al caballo, este se negó a moverse. A su alrededor el humo se espesó y el crujido siniestro de las llamas se volvió más fuerte. Fragmentos de paja ardiendo cayeron sobre ellos y oyó el grito de terror de Sharingan, sus cascos golpeteaban el lateral de su casilla luchando con la cuerda que lo sujetaba. A continuación, otros caballos aumentaron sus relinchos, propagando su pánico. Un griterío de voces se oía desde el camino de entrada y las antorchas que ardían, mostraban a los hombres liberando a los animales más cercanos a la puerta. En su desesperación, Naruto tiró de las cuerdas del ronzal de Kyubi, pero aun así, el caballo no se movió.
—Naruto, dame tu manto.
El rubio oyó la voz de Sasuke a su lado. Se arrancó el manto y vio como él lo usaba para cubrir los ojos del caballo. Luego, hablando en voz baja convenció a la yegua y la llevó hasta la puerta del establo con Naruto dando traspiés detrás de ellos. Afuera, una fila de hombres había formado una cadena desde el pozo para pasar cubos de agua en un intento de apagar el fuego mientras que los otros trataban de sacar a los animales restantes. Afortunadamente, la mayoría de los caballos habían sido evacuados, las noches estaban siendo buenas y templadas.
—Lleva la yegua lejos de aquí.
Sasuke le quitó el manto de los ojos a Kyubi y le pasó la cuerda del ronzal a un siervo. Entonces empapó la capa en el abrevadero antes de volverse hacia Naruto.
—Espera aquí.
El doncel lo vio echarse la capa mojada sobre la cabeza antes de sumergirse de nuevo en el caos de la cuadra. Naruto miró a través del picor en los ojos el remolino de humo que atravesaba la paja del techo. El fuego era más intenso ahora y las llamas más vivas. El humo salía denso por la puerta abierta como si ésta fuera la entrada al infierno, al mismo tiempo, la tormenta tronaba por encima de ellos. Con la garganta atenazada por el miedo, miró con horror como los momentos pasaban y Sasuke no regresaba. Visualizó el pánico del semental y las lanzadas de sus cascos al aire, y el corazón de Naruto palpitó con fuerza. ¿Qué pasaría si Sasuke estaba herido y no podía salir? ¿Y si el humo le había derribado? Él moriría ahí dentro, una muerte lenta y horrible. Eso no podía pasar. No debía pasar. Comenzó a correr de vuelta al establo, pero le atrapó un brazo fuerte y le sujetó. Naruto escuchó la voz de Shikamaru:
—No podéis volver ahí, mi señor. Es demasiado peligroso.
—Sasuke está ahí dentro. Dejadme ir.
Naruto luchó con fuerza, pero el brazo no cedió. Las lágrimas corrían por su rostro mientras observaba el denso humo y las llamas saltando. Seguramente, a estas alturas, nada podría seguir vivo ahí dentro. En su imaginación vio a Sasuke vencido por el humo, yaciendo indefenso en el suelo mientras las llamas ardían más cerca. Desesperado, luchó para liberarse.
—Tengo que volver. ¡Sasuke!
Shikamaru no cedió en el agarre ante una muerte horrible, ignorando los tirones y súplicas ya que no se no atrevía a soltarle. Conocía lo suficiente al rubio como para saber que iría directamente hacia las llamas si le soltaba. Su mirada se movió más allá del doncel, al edificio en llamas, deseando que Sasuke saliera. Los segundos pasaron y el rugido de las llamas se incrementó. Shikamaru contempló con horror el humo que atravesaba en oleadas la entrada abierta.
Entonces, a través de la asfixiante niebla, llegó Sasuke guiando a Sharingan. Tosía con fuerza y su ropa estaba chamuscada y ennegrecida, pero estaba vivo. El caballo estaba asustado pero por lo demás no parecía tan mal después de su roce con la muerte. Naruto se desplomó, débil y aliviado.
—¡Está vivo! ¡Sasuke!
Liberado del agarre de Shikamaru, Naruto corrió, mirando con inquietud como das luchaba por respirar.
—¿Estás bien?
Sasuke asintió con la cabeza, incapaz de hablar por el humo amargo en la garganta. Sentía la garganta en carne viva. Pasaron algunos momentos antes de que pudiera respirar de nuevo. Naruto cerró los ojos, tratando de contener sus lágrimas. Pensó que de verdad lo había perdido. Después, sus brazos estaban alrededor del más alto, abrazándolo estrechamente. Sasuke le miró con sorpresa, pero antes de que pudiera decir nada, Suigetsu apareció junto a ellos.
—Todos los caballos están fuera, mi señor, pero no podemos salvar el establo.
—Dejad que se queme, entonces. No arriesgaremos más vidas esta noche.
El calor era feroz ahora y se retiraron a una distancia segura, mirando las lenguas de llamas en el cielo nocturno. Las vigas que soportaban el techo colgaban en un extremo y luego éste se derrumbó en una ola de calor y humo. Naruto se estremeció, pensando en qué podría haber pasado si hubieran llegado demasiado tarde para salvar a los caballos. Un establo siempre podía ser reconstruido.
De repente un trueno potente sacudió la tierra y las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer, y luego más, hasta que, con un rugido, las nubes se abrieron y vertieron su carga almacenada en la tierra, mientras un relámpago partió el cielo, iluminando el lugar durante un breve momento. Luego desapareció de nuevo dentro de la creciente oscuridad, mientras la lluvia se intensificaba hasta ser un diluvio. Naruto se quedó sin aliento, empapado en segundos, mirando con incredulidad la cortina de lluvia que barría la tierra, una cortina tan densa que eliminó toda la visibilidad. Entonces se dio cuenta de que Sasuke sonreía en su dirección.
—Dobe, ven.
Juntos, se tambalearon de vuelta hacia la casa, con las cabezas gachas contra el diluvio. Naruto tropezó y habría caído, si no llega a ser por el fuerte brazo alrededor de su cintura; finalmente llegaron a cubierto. Parecía un remanso de paz y de luz tras la oscura pesadilla exterior. Jadeando, Naruto se secó el agua de los ojos y la cara, y revolvió su pelo. Al igual que el doncel, Sasuke estaba empapado, tenía pegados sus oscuros mechones a la cabeza, su ropa colgaba en pliegues empapada. Entonces se dio cuenta de que el guerrero le miraba con un agudo interés, una sonrisa ancha dividió su cara. Siguiendo su mirada hacia abajo, Naruto comprendió de golpe que su camisa se había convertido en transparente con el agua y estaba ceñidamente adherida, revelando todos los detalles de su cuerpo. Sintió su rostro arder.
—Más vale que te apresures a llegar arriba, dobe, antes del regreso de mis hombres. De lo contrario no puedo responder por las consecuencias.
Naruto asintió con la cabeza, pero ya se oían voces fuera y en cualquier momento los hombres atravesarían la puerta. Estaba también a una cierta distancia de las escaleras. Consternado por las implicaciones, Naruto echó a correr. Con gran diversión, Sasuke, le vio alejarse. El doncel logró alcanzar la cima de la escalera antes de
que Suigetsu y Shikamaru entraran en la sala, seguidos por el resto.
—¡Por todos los dioses, qué noche!
El gigante sacudió el agua de su pelo. El agua escurría de su ropa y un gran charco se formó en el suelo a sus pies.
—Podría haber sido mucho peor si el fuego se hubiera extendido al granero y al cobertizo —respondió Shikamaru.
—Tal como está la cosa, la lluvia apagara las llamas. Probablemente tendremos que reconstruir el establo de todos modos.
—En cualquier caso, ¿Cómo, en nombre de todos los dioses, comenzó el fuego?
—Pudo haber sido un rayo.
—No es probable. Nosotros lo habríamos oído. Habría arrancado el techo de cuajo. Aunque la paja estaba ardiendo, seguía estando más o menos intacto cuando llegamos allí.
Shikamaru frunció el ceño.
—Así es, ahora que lo mencionas. Según parece, quizás el fuego comenzó al volcarse una lámpara dentro.
—Quizás. Les preguntaré a los mozos mañana. Si alguno de ellos ha sido descuidado, usaré sus tripas como ligas.
Sasuke pidió sake. Sabía que necesitaba un poco y, después de estar sofocados por el humo y los vapores, sus hombres tendrían que aclararse también la garganta. Como él sospechaba, esta sugerencia encontró el favor inmediato. Se unió a ellos tras un par de rondas y les agradeció sus esfuerzos en el rescate de los caballos. Cuando Sasuke pensó en Sharingan y los demás muriendo quemados su ira revivió, ya que les tenía un gran afecto a sus caballos. Si Naruto no hubiese dado la voz de alarma cuando lo hizo, podrían haber llegado demasiado tarde para salvarlos. Le recordó corriendo hacia el establo en llamas y cómo su corazón se le había salido casi por la boca cuando le vio precipitarse dentro del humo. Sin embargo, Naruto no dejaría que su caballo muriera de esa manera, ni ninguno de los demás, por cierto. Su coraje era grande y él estaba orgulloso por ello. Entonces recordó la visión del rubio con la camisa empapada y su mente giró en una nueva dirección. Apuró el resto del sake y estaba a punto de dar a sus hombres las buenas noches cuando escuchó que hablaban de su esposo al otro lado de la estancia.
—Fue gracias al señor Naruto que salvamos a todos los caballos. Pero para él el resultado podría haber sido muy diferente.
Decía Suigetsu
—¿Le viste entrar a ese establo?
Ida sacudió la cabeza con asombro.
—No vaciló, tiene el coraje de un león.
—Sí, lo tiene.
—Cuando pensó que Sasuke no iba a salir, esa última vez, estaba listo para volver tras él también. Apenas pude sujetarle. Forcejeó como una furia.
—¡Oh! —El cuerno de Suigetsu se detuvo en medio del aire.
Sasuke estaba escuchando ahora con atención, aunque la pareja parecía muy ajena al hecho de que eran oídos por casualidad.
—Casi fuera de sí él seguía diciendo: «Sasuke está ahí dentro», y me rogaba que le dejara ir. Está loco por él, obviamente.
—Sólo los dioses saben por qué —contesto Suigetsu.
—Yo nunca le he visto nada al bastardo.
Los dos se rieron a carcajadas. Sasuke enrojeció, sintiéndose extrañamente complacido. ¿De verdad Naruto había estado tan ansioso por su seguridad? El doncel había dicho una vez que Sasuke le resultaba más útil vivo, pero sus acciones esta noche le sugerían que le importaba bastante más de lo que él podría haber esperado. Sonrió para sí mismo y se dirigió a las escaleras.
Cuando entró en la cámara, fue para ver a su esposo secándose el pelo con una toalla de gran tamaño. Su camisa empapada estaba tirada cerca y el rubio se había envuelto con una piel para protegerse del frío de la noche. Durante un momento le miró, luego cerró y atrancó la puerta antes de cruzar el cuarto para reunirse con él. Naruto lo vio quitarse la ropa mojada y frotarse para secarse.
—He de darte las gracias por avisar a tiempo para salvar a los caballos, dobe. Si no hubieras dado la alarma cuando lo hiciste, los habríamos perdido.
Naruto se estremeció.
—No, Sasuke. No soporto pensar en eso.
El más alto extendió su mano y le acarició la cara, luego, con cuidado, le quitó la toalla y asumió la tarea de secarle el cabello. Naruto se quedó muy quieto. En verdad, el suave movimiento de sus manos era calmante y gradualmente se fue relajando.
—¿Cómo lo supiste?
—Estaba mirando cómo se acercaba la tormenta y olí el humo.
Luego se quedó inmóvil, recordando.
—También hubo algo más.
Le habló de la figura que había visto poco antes del incendio. Las manos de Sasuke dejaron lo que estaban haciendo.
—¿Le viste la cara?
Naruto vaciló. Las pruebas eran circunstanciales y se resistía a nombrar a Shino y ponerlo en peligro.
—No, y, en cualquier caso, es posible que las dos cosas no están conectadas.
—Pienso que no fue una coincidencia.
Por un momento, su expresión fue sombría.
—Pero voy a encontrar al responsable de esto, lo juro.
Naruto puso una mano sobre su brazo.
—¿Piensas que es uno de los nuestros?
—No lo sé, todavía.
Durante un momento no hubo ningún sonido salvo la lluvia, que se había reducido a un aguacero constante.
—¿Crees que atacaran de nuevo?
—Sin lugar a dudas. Por eso deben ser encontrados.
Luego sonrió.
—Sin embargo, eso es para mañana. Esta noche me gustaría mostrarte mi agradecimiento.
Tiró del doncel poniéndole en pie y le tomó en sus brazos. El beso fue largo y apasionado y Naruto se estremeció. Sasuke le miró, preocupado.
—Mi amor, tienes frío. Ven.
Le llevó a la cama y se tendió a su lado, abrazándole estrechamente, compartiendo su calor. Naruto yació inmóvil en sus brazos con el corazón latiéndole en el pecho, preguntándose si lo había oído bien. Mi amor. Sasuke nunca había usado la palabra antes. ¿Querría decir eso? La mano masculina le rozó la piel con suavidad y Naruto se volvió hacia Sasuke, su boca encontró la suya en un largo beso apasionado, sus manos lo acariciaban, excitándolo, llevándolo a un extremo igual de deseo. Esta vez Naruto tomó la iniciativa y Sasuke conoció toda la dulzura de su voluntaria conformidad, se reunieron en un encuentro fiero y de urgente alegría encontrando juntos el placentero clímax.
Más tarde, yaciendo en sus brazos, Naruto meditó sobre sus palabras de nuevo. Sasuke confiaba en él, lo sabía. ¿Comenzaría a amarle también? Se mordió el labio, contento de que la oscuridad ocultara su rostro. ¿Amaría Sasuke a un doncel cuyo silencio ayudaba a su enemigo? ¿Habría sido parte del plan de Kurama el quemar el establo esta noche? ¿Habría después un intento sobre el granero contiguo o sobre la casa? El asunto había tomado un giro que el rubio nunca habría creído. Sasuke no dejaría que esto quedara sin contestación. Naruto cerró los ojos. ¿Qué sería mejor hacer? Todavía estaba cavilando el asunto cuando el calor del cuerpo a su lado se extendió y el sonido de la lluvia le arrulló para dormir.

Desafiando a mi vikingoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora