Capítulo 22

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Cuando los hombres de Sasuke comenzaron a atacar el necesario trabajo de reparación, Naruto experimentó sentimientos encontrados. Más que nada quería ver Konoha prosperar otra vez, pero nunca podría haber previsto las circunstancias en las cuales esto sucedería. Que Sasuke era un líder fuerte y capaz estaba fuera de toda duda. Su palabra se obedecía sin cuestionarla y él supervisaba el trabajo con ojo crítico. Y tampoco estaba por encima de implicarse cuando la ocasión así lo exigía. Gradualmente, la vida comenzó a instalarse en una rutina cuando los sentidos de un orden y de un objetivo fueron establecidos.
Sasuke también notó esto con satisfacción. Estaba decidido a que Konoha fuera próspera otra vez y redobló sus energías a tal efecto. La dejadez y la mediocridad no tenían ningún lugar en su esquema de las cosas y supervisó el trabajo en curso con ojo agudo y crítico. La mano de obra de Konoha podría resentirse por su presencia, pero ellos se apresuraron en reconocer a un amo que no haría remilgos y, en consecuencia, se volcaron en sus tareas. También descubrieron que él era justo. A pesar de que no toleraba una pobre ejecución de ningún tipo, estaba dispuesto a elogiar cuando la alabanza era merecida. Tampoco castigaba a la ligera. Sin embargo, un culpable recibía sólo una advertencia. El mensaje no se quedaba en el olvido. Por otra parte, nadie sabía dónde estaría en un momento dado y él tendía a aparecer cuando menos se lo esperaban.
Una mañana, habiendo dejado a Shikamaru supervisando a los siervos que limpiaban una zanja, Sasuke decidió ver cómo progresaban las reparaciones en el almacén de raíces. Encaminándose en esa dirección, había dado apenas una docena de zancadas cuando un movimiento cerca de las dependencias de las mujeres captó su atención y vio a un pequeño niño correr desde la entrada. Reconoció a Konohamaru. Sasuke sonrió abiertamente, esperando ver a un ansioso Kiba aparecer en su persecución en cualquier momento. Aun así, mantuvo los ojos en el muchacho, siguiendo su avance errático, sólo para verle tropezar con una piedra un momento después y caer con fuerza. Durante un segundo hubo silencio. Entonces, el aire se desgarró con un aullido.
Sasuke atravesó a toda velocidad el espacio que los separaba y recogió al niño. Una inspección rápida reveló pocos daños reales. Las lágrimas eran más por el miedo que por el dolor. Levantando a Konohamaru en brazos, le abrazó y habló como haría para calmar a un caballo tímido, dejándole entender que no tenía nada que temer. Finalmente las lágrimas menguaron y los sollozos se sosegaron hasta ser estremecidos suspiros. Sasuke le despeinó el pelo al niño y sonrió. Muy tímidamente, Konohamaru le devolvió la sonrisa.
Naruto observaba en silencio desde la entrada. Había visto a su sobrino salir corriendo del cuarto de los niños y como Kiba estaba ocupado cambiando a Vekko, que se había manchado la camisa, él se había ofrecido a ir en su búsqueda. Su sorpresa no podía haber sido mayor al descubrir que Sasuke llegó allí primero. La rapidez y facilidad con la cual consoló al niño le conmovió no precisamente en poca medida. Nunca pudo haberse imaginado que un hombre físicamente tan poderoso pudiera ser capaz de tal suavidad. Era un lado totalmente diferente del Uchiha y era uno que le atrajo, a pesar de sí mismo.
Sintiendo una presencia cerca, Sasuke se giró y Naruto le vio sonreír.
—¿Por casualidad buscabas al muchacho?
—Sí. —Naruto se acercó, examinando al niño, pero el pequeño no parecía malparado por su accidente.
Sasuke advirtió su expresión.
—No se ha hecho daño, ¿verdad, campeón?
Konohamaru farfulló una respuesta y sonrió. Sasuke sonrió abiertamente.
—Tomaré eso como un no.
Naruto se encontró sonriendo también.
—Kiba estará aliviado. Konohamaru se escapó en cuanto se dio media vuelta. —Hizo una pausa—. Gracias por cuidar de él.
Por un momento Sasuke fue catapultado por el calor de aquella sonrisa. Para disimular, apartó la mirada y en cambio contempló al niño.
—¿Qué edad tiene?
—Tres años.
—Un muchacho valiente. Un hombre estaría orgulloso de tales hijos sanos y fuertes.
—Y aun así mi hermano mostró poquísimo interés en ellos. —Naruto se mordió el labio—. ¿Piensas que soy desleal por decirlo?
—No. Pero es que pienso que no eres como tu hermano. Estos pequeños significan mucho para ti.
—Sí, por supuesto. Soy su tío, después de todo.
—Es más que eso —contestó él—. Te gustan los niños.
—Sí.
—Eso está bien.
El tono era bastante ligero, pero Naruto intuyó un trasfondo y una insinuación que trajo un calor repentino a su cuello y cara. En cualquier caso, en ese momento, Kiba apareció en escena, sosteniendo a Vekko en sus brazos. Al ver la situación en la que se encontraba Konohamaru, lo examinó con incertidumbre. Sasuke le echó un vistazo y luego le tendió el niño a Naruto.
—Le dejaré en vuestras capaces manos.
Sasuke se despidió. Naruto le miró marcharse. El Uchiha continuaba sorprendiéndole. Justo cuando pensaba que entendía su carácter, se le revelaba alguna nueva faceta del mismo. Estaba claro que le gustaban los niños y que no permitiría que sufrieran daño o abuso. ¿Acaso no había salvado a sus sobrinos de Hidan? Y ahora había mostrado una bondad inesperada hacia Konohamaru. Entonces Naruto recordó la última parte de la conversación y fue sacudido por las implicaciones. Una vez había querido niños. Al casarse con Kurama él habría dado a luz a sus hijos sin una queja. Sasuke era otro asunto. Él era su marido, pero ¿cómo podría el rubio aportar su semilla sin comprometer todo que apreciaba? Naruto echó una última mirada a la figura que se retiraba antes de darse la vuelta bruscamente para alejarse.


Desafiando a mi vikingoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora