Capítulo 26

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Naruto se levantó a la mañana siguiente en cuanto amaneció, saliendo con cuidado de la cama y lanzando una torva mirada a Sasuke mientras lo hacía. Sin embargo, él dormía sin haberse dado cuenta de ello. Debía de haberse retirado muy tarde para que Naruto no lo hubiera escuchado en absoluto. No queriendo molestarlo por si acaso motivaba una conversación como la última, recogió sus ropas y se vistió con prisas antes de deslizarse fuera. Tsunade la estaba esperando con una cesta y, con pocas palabras, los dos se encaminaron hacia la puerta donde Suigetsu estaba de pie, armado con una espada y un hacha. Indicando al guardia que les permitiera atravesarla, siguió a los otros dos al bosque.



El sol estaba alto cuando volvieron con las cestas repletas. El resto de la mañana estuvo dedicada fervientemente a atar manojos de hierbas para su secado, o a macerarlas en agua caliente, o a molerlas para mezclarlas con grasa de ganso para crear ungüentos. El cuarto estaba lleno con el aroma de los remedios, una esencia que Naruto asociaba con la curación y el bienestar. Parte del trabajo de los donceles en su hogar era conocer qué remedio utilizar en el tratamiento de todas las enfermedades, desde una fiebre a un corte, desde un raspón hasta un dolor de muelas. Era un trabajo que Naruto disfrutaba. Cada estación traía consigo sus propias flores que recolectar. Él las conocía y sabía en qué lugares crecían.
Mientras trabajaba se le ocurrió que ostentaba un considerable poder (no todas las plantas poseían únicamente propiedades curativas). Tres o cuatro granos de digitalina podían aliviar un ataque al corazón, once granos matarían. Unas pocas bayas de belladona mezcladas en un guiso podían conseguir el mismo final, así como la hoja o la raíz machacada del acónito. Desterró el pensamiento, sonriendo con autoburla. Las oportunidades de matar a todos los invasores eran remotas y aquellos que sobrevivieran descubrirían pronto lo que había sucedido con sus compañeros y se vengarían de una forma terrible. Si Itachi pensaba que uno de sus condes favoritos, que su propio hermano, había sido presa de una traición, sería despiadado. Además, sabía que una cosa era pensar en quitar una vida, y otra muy distinta hacerlo. Los vikingos podían considerar que la vida valía poca cosa, pero él no lo haría. En cualquier caso, el veneno era un arma cobarde. Podía detestar a los invasores, pero no podía asesinarlos a sangre fría. Lo suyo era salvar vidas, no destruirlas.
Fue interrumpido en sus pensamientos por Kiba, que entró de sopetón a través de la puerta con ojos desorbitados y jadeando.
—¡Ayudadme, mi señor! Os lo suplico.
—¿Qué pasa?
Naruto se volvió, y limpiándose las manos en el delantal, fue a consolar al doncel. Kiba se lanzó a los brazos de su amigo y se aferró a él, sollozando. Tsunade frunció el ceño, bajando el mortero que había estado utilizando.
—¿Qué te preocupa, pequeño? ¿Estás herido?
Kiba agitó la cabeza, pero antes de que pudiera decir nada, más de una docena de hombres aparecieron en la entrada guiados por Shikamaru. Él divisó a Kiba y sonrió burlonamente.
—Ven, cachorrito mío.
Él dio un paso adelante y agarró la muñeca de Kiba, tirando de él y apartándolo de Naruto. Kiba gritó y forcejeó, pero él le sujetó sin esfuerzo.
—¿Qué significa esto? —demandó Naruto—. No tienes derecho a dañar a uno de mis sirvientes.
—No le estoy lastimando, sin intención de ofender, mi señor —contestó Shikamaru —. Le quiero para casarnos.
—No puedes casarte sin el permiso de lord Sasuke —dijo Tsunade fulminándolo con la mirada.
—Me lo ha dado. Este muchacho es mío.
—¿Tuyo, vikingo?
Blandiendo la mano del mortero de nuevo, Tsunade dio un paso para acercarse, pero Naruto puso una mano en su brazo, reteniéndola.
—Dice la verdad, Oba-chan. Lord Sasuke ha dado su consentimiento.
Tsunade lo contempló mientras la afrenta daba paso a la confusión.
—¿Es así?
—Sí.
—Mi señor dice la verdad —dijo Shikamaru con una sonrisa. Kiba rompió a llorar.
—¿Podéis hacer alguna cosa, mi señor? —pidió Tsunade.
—Lo intenté, Oba-chan, pero es idea de Sasuke. Si hubiera suficientes mujeres y donceles para todos, los casaría a todos con sus guerreros. —Naruto se volvió hacia Shikamaru—. Ve, espera fuera. Kiba saldrá ahora mismo, pero déjame hablar con él primero.
Shikamaru frunció el ceño y por un momento el rubio pensó que podría negarse. Sin embargo, una mirada alrededor del cuarto le sirvió para asegurarse de que el doncel no iría a ningún lugar, dado que sólo había una única puerta y una pequeña ventana.
—Muy bien, mi señor. Pero no le retengáis mucho tiempo. Mi impaciencia por mi novio crece.
Con una fuerte carcajada, los guerreros dejaron la habitación y Tsunade cerró la puerta tras ellos. Naruto se giró hacia Kiba.
—Kiba, sabes que no hay nada que pueda hacer para cambiar esto.
—No deseo casarme con él.
Naruto miró a Tsunade y la mujer dio un paso adelante.
—Kiba, escúchame. No tienes más opción que casarte con Shikamaru, a no ser que quieras convertirte en el juguete de todos los demás.
Kiba respiró irregularmente y se le quedó mirando fijamente con horror.
—Oba-chan está en lo cierto —dijo Naruto—. Ninguno de nosotros es libre de escoger, si no es entre el menor de dos males. Como esposo de Shikamaru, sus compañeros no te tocarán.
—Él ya ha violado al muchacho —replicó Tsunade—. No es de extrañar que no esté dispuesto a acostarse con él.
Kiba respiró profundamente y se limpió las lágrimas con el dorso de su mano.
—Me tomó en contra de mi voluntad, quién sabe si ya llevo a su hijo en mi vientre. ¿Debería de engendrar también un bastardo y permitir que sufra el escarnio de todo el mundo? —Hizo una pausa—. Sé que no podéis hacer nada, mi señor, ya que vos mismo estáis en esta dolorosa situación. Es por eso por lo que estoy tan asustado.
Empezó a llorar de nuevo y Naruto le abrazó estrechamente para consolarle.
—Yo también lo estaba, Kiba.
—Vos no estuvisteis nunca asustado, mi señor. Os estuve observando el día en que os casasteis con lord Sasuke, el modo en que mirabais, con tanta calma, haciendo bajar la cara a todos aquellos hombres. Todos sus ojos no pudieron haceros temblar.
—No fue así, Kiba. Quería salir corriendo tan lejos y tan rápido que ellos nunca pudieran encontrarme. Si no lo hice fue porque sabía que no tendría éxito, y no quería darles la satisfacción de ver mi miedo. Y por eso, soy el esposo del conde Sasuke en lo bueno y en lo malo. No hay nada que pueda hacer al respecto, salvo sacarle provecho.
Kiba le escuchó con un sorprendido silencio y entonces tomó otra respiración entrecortada.
—Como yo debo hacer con Shikamaru.
En ese momento un pesado puño golpeó en la puerta.
—Saldrás, ¿o debo entrar yo?
Tsunade cruzó la habitación a grandes zancadas, mazo en mano, y puso su cara cerca de la madera.
—Saldrá cuando esté listo, vikingo.
—Él saldrá ahora, vieja, o conoceré el motivo de ello.
—Tú entra aquí y te descalabro, zoquete insulso.
Golpeando más fuerte, la puerta se sacudió. Tsunade retrocedió. Naruto ofreció a Kiba lavar sus ojos en agua fría del cuenco sobre la mesa, fue hacia la puerta y la abrió. Shikamaru se sobresaltó, bajando un apretado puño.
—¿Señor?
—Kiba ya viene. Sé paciente unos segundos más.
El tono calmado fue suficientemente cortés, pero contenía una orden también y Shikamaru vaciló. Aunque hubiera querido empujarle a un lado y arrastrar a Kiba fuera por la fuerza bruta, no se atrevió; sabía muy bien que lord Sasuke no sería agradable con ningún hombre que pusiera violentamente las manos sobre su esposo. Por lo que se tragó su furia y dejó caer las manos a los lados. Naruto permaneció en la entrada, bloqueando su camino. Unos momentos después, Kiba se unió a él en el umbral.
—Estoy listo —dijo.
Naruto permaneció en pie a un lado y le dejó pasar. El doncel había recobrado su compostura, aunque sus ojos todavía mostraban signos de su llanto. Por un momento, Kiba y Shikamaru se miraron a la cara uno al otro en silencio. Entonces, el segundo sonrió y le ofreció su brazo. Después de una breve vacilación, Kiba lo tomó y caminaron juntos a través del congregado grupo de guerreros hacia el párroco que estaba esperando. Naruto se quitó el delantal y lo tiró a un lado, luego, con Tsunade a su lado, los siguió.
La ceremonia fue breve, y a través de ella recordó el día de su propia boda y el terror que sentía en su corazón. A pesar de que podía haber engañado a los espectadores, sabía que cualquier pequeña cosa le habría hecho correr. De repente fue consciente de alguien a su lado, y levantó la mirada para ver a Sasuke. Este puso un brazo alrededor de sus hombros y le atrajo más cerca. Todavía resentido, Naruto se tensó e intentó soltarse. El brazo apretó. De este modo permanecieron juntos de pie, con una incomoda proximidad hasta que la breve ceremonia hubo terminado. Los amigos de Shikamaru le palmearon la espalda y se reunieron alrededor de la pareja. Con todo, viendo a Sasuke, se apartaron un poco. Él se movió entre ellos con el brazo aún alrededor de su esposo, llevándole con él a felicitar a la pareja de recién casados.
—Larga vida, Shikamaru. Larga vida, Kiba. —Se quitó uno de sus brazaletes de plata y se lo dio a Shikamaru—. Lleva esto en reconocimiento de tus servicios hacia mí. Además, te daré una parcela de buena tierra. Allí podréis construir un hogar y criar buenos hijos.
Una ovación entusiasta acogió a sus palabras.
—Eres generoso, señor —contestó Shikamaru—. Mi esposo y yo te lo agradecemos.
Un Kiba estupefacto tartamudeó su agradecimiento. Claramente, no había esperado nada como eso. No más que Naruto, que miró a su marido con sorpresa.
—Esta noche tendremos un banquete para celebrar vuestra unión —dijo Sasuke —. Quizás más adelante celebraremos muchas más.
Otra ovación siguió a esto y luego la conversación se fragmentó en diferentes grupos. Naruto miró hacia Shikamaru y Kiba y entonces lanzó una mirada inquisitiva a Sasuke.
—Gracias —dijo el rubio—. Fue un generoso presente.
—Es adecuado que recompense a aquellos que me sirven bien —contestó el Uchiha—. Además, la tierra da a un hombre interés por el lugar y lo ata a él, asegurando su lealtad y la de su familia.
—Y provee para su pareja.
—Sí, eso también. Un día muchos de estos hombres tendrán una pareja y cuando se casen también tendrán tierras para cultivar. Hay abundancia para todos y es una buena tierra, rica y fértil.
Tierra robada, pensó Naruto, pero mantuvo sus pensamientos para sí mismo. Con ese regalo, Sasuke había asegurado un buen futuro tanto para Kiba como para su marido. Esto todavía podría salir bien. Ciertamente el asunto se había resuelto más favorablemente de lo que podía haber esperado ayer.
Sasuke notó un leve suavizamiento en su humor. El cuerpo del rubio ya no estaba tenso entre sus brazos y aunque lo contemplaban evaluadores, la chispa de furia había desaparecido de sus ojos. Ahora que estaba cerca podía detectar el dulce olor de hierbas y bajo él, la calida esencia de su carne, delicada y excitante. Sasuke inclinó la cabeza y dejó que sus labios rozaran los de Naruto. Tomado por sorpresa, Naruto no luchó. El beso creció en intensidad, el latido de su corazón se aceleró y un agradable calor atravesó al rubio. Cuando Sasuke se enderezó, Naruto tenía las mejillas rojas de confusión. Lanzando una rápida mirada alrededor, el rubio pudo ver que su abrazo no había pasado desapercibido.
—Mi señor, vuestros hombres...
—Déjales que miren.
Le besó de nuevo, lentamente, sintiendo como los labios de Naruto se rendían bajo la presión de los suyos y probaba el dulce gusto de su boca. Por Kami, cómo le deseaba, quería tirarle bajo él y hacerle el amor hasta que suplicara por misericordia, pero sabía que no podía. El maldito lugar era un poco demasiado público para ello y de todos modos, Naruto aún era demasiado tímido con él para ello. De forma reacia retrocedió, su mirada escrutó la cara del rubio. Había una extraña expresión en sus ojos azules, una que él no podía alcanzar a comprender completamente. ¿Qué estaba pensando? Habría pagado por saberlo. Controlándose con esfuerzo, Sasuke aflojó su agarre.
Naruto se apartó con confusión, sacudido por su propia reacción ante su beso. El primero había sido robado, el segundo, no. Debería haber sentido repugnancia, pero no lo había hecho. Al contrario, lo que había sentido era un furtiva y creciente calidez. Casi había deseado que le besara de nuevo. La comprensión le quemó cuando sus anteriores palabras volvieron para atormentarle: "Vendrás a mí". Humillado por el recuerdo y por su debilidad, se separó de su brazo y se apartó.
—¿De qué tienes miedo, Naruto?
—De nada. —La afirmación fue desmentida por el sonrojo de su cuello y sus mejillas.
—Dobe mentiroso....
—Es la verdad.
—¿Lo es? —Sasuke se acercó y Naruto le vio sonreír.
—Esto... las hierbas. Estaba a mitad de mi trabajo cuando Kiba entró. Debo ir y terminarlo. No quiero que las plantas se estropeen.
La sonrisa de Sasuke se ensanchó ante la evidente confusión del rubio, diciendo más por su parte que cualquier palabra de escepticismo y diversión. No obstante, no hizo ningún movimiento para retenerle por lo que Naruto se giró y se alejó, intentando reunir su disperso buen juicio, resuelto a poner tanta distancia entre ellos como fuera posible y siendo consciente, en todo momento, de que Sasuke observaba su retirada. Y era una retirada. Lo admitía. Otros pocos minutos y él le habría besado de nuevo, y él se lo habría permitido. Recordando el peligroso poder de sus besos, Naruto se estremeció. No lo dejaría manipularle de nuevo. Sasuke quería su rendición y tenía intención de conseguirla, para conquistarle como finalmente había conquistado Konoha. Era un reto para él, nada más, y Naruto no se entregaría como un premio. Las mujeres y los donceles no significaban nada más para Sasuke que una placentera diversión, una distracción, y parecía que el rubio era su último entretenimiento. Para su horror, Naruto notó lágrimas calientes picando tras sus parpados y se apresuró a entrar en la despensa antes de que nadie pudiera notarlo.


Más tarde, cuando se hubo calmado, se maldijo por su estupidez al haber dado al incidente mayor importancia de la que tenía. Naturalmente, Sasuke no hizo ninguna mención de ello cuando se encontraron esa noche en el salón, y si estaba enfadado, no dio ninguna señal de ello. Le recibió con cortesía cuando el rubio tomó lugar a su lado y a sus ojos no se reveló que estuviera perturbado por la experiencia que a Naruto le había agitado el corazón. Le pareció que ello era por la experta facilidad de un hombre completamente familiarizado con mujeres y donceles de los que tomaba lo que quería y seguía adelante. Podía ser su marido, pero sería estúpido pensar que él  podría significar alguna vez para el Uchiha más que cualquier otra mujer o doncel. La única diferencia era que el rubio le pertenecía. Podía tomarle en el momento en que quisiera. Cuando Naruto le devolvió su beso, Sasuke seguramente debió haber olido la victoria. Su propia debilidad le consternó. ¿Tenía después de todo tan poca determinación que un hombre podía conquistarle con un beso? Naruto se mordisqueó el labio. Todavía podía sentir la calidez de su boca sobre la suya. Qué idiota que era. Él nunca sería considerado por Sasuke nada más que un trofeo.

Desafiando a mi vikingoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora