Prólogo

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El único sonido en el gran salón era el crujido de llamas en el hogar. El parpadeo de la luz de las antorchas lanzaba un matiz rojizo sobre los guerreros congregados que se quedaron de piedra ante las implicaciones de las noticias que acababan de recibir. En cada corazón florecían la aflicción y la incredulidad. Todos los ojos se giraron hacia los tres hermanos en la mesa alta. Los hijos de Madara Uchiha escrutaban al mensajero con bastante tranquilidad, pero sus ojos hablaban de incredulidad, amargura y rabia.
—¿Madara muerto? —La voz de Itachi era dura, su puño se cerró con fuerza en el brazo de su silla—. ¿Estás seguro de eso?
—Completamente seguro, mi señor.
Junto a Itachi, a su derecha, el conde Sasuke estaba muy callado, su cara era inexpresiva excepto por los ojos negros, ahora dos trozos de carbón ardiendo. Involuntariamente, su propia mano se tensó en torno a la empuñadura de una daga con aspecto perverso en un gesto que reflejó el de su hermano aun cuando su mente luchaba contra el conocimiento de la muerte de Madara. Madara el guerrero, el líder de guerra, intrépido, poderoso, respetado, un príncipe entre su gente; Madara el Temido, cuyos barcos, una vez avistados, sembraban el terror en el corazón de sus enemigos; Madara, que había sido como un padre para él, que lo había encontrado ese día cuando siendo un muchacho de diez años, se había quedado de pie sólo entre las cenizas ardientes de su casa con los cuerpos de sus parientes asesinados alrededor; Madara, cuya ruda y despreocupada bondad había acogido al hijo de su viejo amigo y lo había criado como propio, que le había dado su primera espada, enseñándole todo lo que sabía, y le elevó hasta la casta de guerrero a su vez. Y ahora se había ido y su fuego extinguido para siempre.
Sasuke no reveló nada de esos pensamientos, escondiendo su dolor como había hecho todos aquellos años. ¿Qué destino malévolo era este, que le perdonaba siempre mientras aquellos a quienes amaba eran asesinados? Demasiado cuidado y amor hacían a un hombre vulnerable. Esta era una lección que él había aprendido temprano en la vida, una lección amargamente recalcada ahora. Si no amabas, no podías salir herido. Al ser esto así, entonces, ¿debía un hombre protegerse? Su mandíbula se apretó. Habría un ajuste de cuentas. La disputa familiar que mató a sus parientes tuvo una resolución mucho más sangrienta cuando Sasuke llegó a la madurez. ¿Cuánto más sería después del asesinato de Madara?
Fue arrancado de sus pensamientos por Itachi, que daba voz a la pregunta que estaba en su propia mente.
—¿Cómo?
—Cuando nos acercamos a la costa del Reino del Viento, una tormenta espantosa se levantó y muchos de nuestros barcos naufragaron. Aquellos de nosotros que alcanzamos la orilla fuimos atacados por los soldados del rey Orochimaru. Nos superaban ampliamente en número y muchos cayeron. Lord Uchiha fue hecho prisionero. El rey pidió su muerte inmediata. —Hizo una pausa durante un momento y respiró hondo —. Le lanzó vivo a un hoyo de serpientes venenosas.
Un grito ahogado colectivo siguió sus palabras cuando asimilaron la magnitud y el horror del hecho.
—¿Y cómo llegaste a sobrevivir, Tekka? —La voz de Izuna era fría y sus ojos recorrieron al mensajero de la cabeza a los pies, pero el hombre encontró su mirada penetrante y la mantuvo.
—Nos abrimos paso a la fuerza de vuelta al barco y nos hicimos a la mar. Después de la caída de la tarde dimos la vuelta y al rayar el día Shisui desembarcó. Él entiende la lengua de la zona y se enteró de la verdad por unos aldeanos en la plaza del mercado. Se decía que antes de que muriera, Madara entonó un canto fúnebre en el cual profetizó que sus coléricos hijos le vengarían en nombre del clan Uchiha, y luego se rió a carcajadas. Dijeron que murió riéndose.
Mientras escuchaban esto fue como si cada hombre allí pudiera oír el eco de aquella risa, y sus corazones se hinchieron. El coraje de los Uchiha era legendario. Él enfrentó la muerte con valentía. Que no estuviera en batalla fue una fatalidad nefasta en efecto, ya que no se ganaría su lugar en La Cuna de los Dioses  y en el banquete en el salón de Kami.
—¿No procuraste vengar a Madara? —le exigió Obito.
—¿Para qué? Éramos un puñado contra cientos.
La mano de Obito fue hacia el hacha en su costado, pero Itachi negó con la cabeza.
—Tekka tiene razón. Tratar de atacar a Orochimaru en tales circunstancias habría sido una locura. Peor, habría sido estúpido. Ahora él luchará otro día.
Obito le miró con ferocidad.
—¿Estás diciendo que Madara murió para nada?
Sasuke, silencioso y atento, esperó la respuesta, sintiendo en todos los de su alrededor la misma rabia contenida.
—No. Madara debe ser vengado y por un ejército mayor que el que alguien haya visto hasta ahora. —Todos los ojos estaban sobre Itachi cuando éste se levantó para quedar frente a la multitud reunida—. Enviaremos una flota de cuatrocientos barcos.
Sasuke contempló a su hermano con admiración. Lo que proponía sería la mayor incursión Uchiha jamás conocida. Casi al instante se corrigió: una incursión no, una invasión.
—Que todo hombre que pueda manejar un hacha o una espada se prepare — continuó Itachi—. Arrasaremos El Viento como la llama a través de la yesca. Desafiaremos a Orochimaru en su castillo y él conocerá el sabor del miedo. Su muerte no será rápida, sino que la anhelará antes del final. Lo juro por mi propia sangre de Uchiha.
Trazó con la hoja de su cuchillo a través de la palma de su mano, su mirada penetrante encontró a aquellos que eran sus hermanos. Inmediatamente éstos actuaron como él y mezclaron su sangre con la suya. Entonces su mirada les pasó de largo y descansó en Sasuke. En ella había una invitación, un reconocimiento de amistad y hermandad. Los ojos de Sasuke nunca abandonaron a Itachi mientras desenvainaba su daga y exponía la sangre brillante antes de mezclarla con la de ellos. Atado por el juramento de sangre, el honor de ellos era ahora su honor, su objetivo el suyo propio. Itachi inclinó la cabeza con aprobación, luego se giró volviendo a la muchedumbre que miraba silenciosa.
—¿Quién navegará con nosotros para vengar a Madara Uchiha?
Un rugido de aprobación sacudió las vigas y todas las manos fueron alzadas. Él miró alrededor de la estancia, satisfecho al ver la resolución en cada cara. Luego levantó su mano para silenciarlos.
—Preparaos. De aquí a tres lunas los dragones del mar navegarán hacia El Viento, La Arena y Konoha—. Esto fue recibido con otro rugido.
—Una venganza apropiada para Madara —observó Sasuke.
—Tendremos más que venganza, hermano —contestó Itachi—. Habrá ricas recompensas también para aquellos que sirvan bien, tierra y esclavos para trabajarla. Y mujeres y donceles también.
Sasuke sonrió abiertamente, sabiendo hacia adonde se encaminaba la
conversación.
—Y las mujeres y donceles de Konoha son de hermosura renombrada, ¿no?
—Sí, lo son, y ya es hora de que tú tomes una esposa. Un hombre debe tener hijos.
—Cierto. Y cuando encuentre a alguien que me complazca lo suficiente, me casaré y engendraré hijos en abundancia.
—Tus estándares son altos, pero hasta tú podrías perder tu corazón por una belleza de Konoha.
—Nunca he perdido mi corazón por doncel o mujer alguno todavía. Simplemente satisfacen una necesidad como la comida y la bebida, pero no tienen el poder de retenernos mucho tiempo.
—Hablas así porque nunca has estado enamorado.
—No. Ni quiero estarlo. No es necesario enamorarse para tener hijos —se rió Sasuke—. Mi corazón es mío, hermano, y lo custodio bien.

Desafiando a mi vikingoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora