[VI] → Yuma Mukami ←

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Muriending, Muriending, Muriending (*≧▽≦) (๑♡⌓♡๑)
Hashtag, esta es mi puta gloria. Hashtag, amo a este hombre. 


Para tu completa sorpresa, antes de volver a escoger objeto, se te concedió un tiempo libre; el cual utilizaste para higienizarte un poco en uno de los tantos baños de aquella mansión. Al final, a pesar de haber conseguido lavarte las heridas con agua y algo de jabón —solo por las dudas para evitar bacterias o infecciones no deseadas—, no pudiste quitar la mancha de sangre de la camisa de tu uniforme, aunque la coloración rojiza sí había disminuido en gran manera.

Sintiéndote un poco más limpia y con la mente más relajada, regresaste a la sala de estar, sintiendo de inmediato todas las miradas puestas en ti. Te ubicaste en tu lugar frente a la bolsa de seda y volteaste a ver al señor Sakamaki para que te indicara cuándo volver a escoger. 

— ¿Te sientes más tranquila ahora?

Asentiste.

—De acuerdo, en ese caso; puedes comenzar.

Al colocar la mano dentro de la bolsa, sentiste claramente que la cantidad de objetos había bajado bastante, a tal punto que no te costó en dar con algo que parecía ser un pequeño tubito de vidrio. Al sacarlo con mucha curiosidad, notaste que se trataba de un pequeño frasquito de vidrio con una tapa en color violeta y que dentro, tenía tres cubitos de azúcar.

— ¿Azúcar? —Enarcaste una ceja.

Tougo sonrió amplio a tu costado y asintió con la cabeza, tomó tus manos y empujó el frasquito hacia ti.

—Guárdalo, seguramente él te los va a pedir más tarde. Muy bien, Yuma, es tu turno.

Con un crujido de huesos cuando movió su cabeza de un lado a otro, la persona más alta de la habitación se acercó con dos zancadas hasta ti, parándose delante y viendo hacia abajo, para encontrar tus ojos. ¿Cómo era que alguien podía ser tan alto?

—Esto será en muchas maneras, divertido. —Opinó, sonriendo de lado.

Se adelantó, metiendo las manos en los bolsillos. Con cierto nerviosismo, decidiste seguirle lentamente, con Tougo detrás. Una vez que estuvieron dentro del armario, la puerta fue cerrada y respiraste profundo un par de veces antes de extenderle el frasquito con los cubitos de azúcar.

—Esto... Son tuyos, ¿no?

Enarcó una ceja sonriendo todavía, completamente divertido por tu actitud de niña pequeña. Terminó por asentir con la cabeza y quisiste devolverle lo que le pertenecía, pero lejos de tomarlos, chasqueó la lengua y negó con la cabeza.

— ¿Por qué no me los das más personalmente?

— ¿A qué...?

Entreabrió los labios y te miró. No hicieron falta más palabras, quería que se lo dieras en la boca. El sonrojo rápidamente invadió tus mejillas, pero decidiste simplemente hacer caso. No sea que se le diera por tratarte con brusquedad como alguno de los anteriores vampiros. Con aquella altura y aquella aura intimidante, perfectamente podría romperte de querer hacerlo.

No, era mejor obedecer.

Destapaste el frasquito y tomaste uno de los cubitos con tu dedo índice y pulgar. Tragaste en seco y caminaste hacia él, extendiendo la mano hacia arriba para alcanzar su boca. Una vez que el dulce ingresó a su boca, su lengua rozó tus dedos. Se tomó la tarea de sujetar el dulce con mucha lentitud, para poder disfrutar un poco más de tu adorable rostro sonrojado justo frente a él. Finalmente, dejó ir tus dedos y mientras que masticaba ruidosamente, tomó otro cubito y lo extendió, dándote a probar.

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⏰ Last updated: May 02, 2020 ⏰

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Siete minutos en el paraíso.  → Diabolik Lovers ←Where stories live. Discover now