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Por problemas de incomodidad de la autora, el nombre de sus queridos Karura y Raito no serán traídos a sus respectivas transcripciones en el español.
La autora se disculpa mucho, pero las encuentra horrendas a las dos.


—Bien querida, las reglas son sumamente sencillas. —Inició el señor Sakamaki, mientras que se sentaba a un costado de ti y acercaba la bolsa de seda a ustedes—. Lo único que tienes que hacer es meter tu mano dentro de esta bolsa y sacar un objeto de tu elección. Cada uno de ellos pertenece o representa a uno de nosotros. Hay un objeto por persona, salvo para ti ya que eres la principal en este juego y por ende, participarás en cada ronda del mismo.

— ¿En cada ronda? —Todavía no conseguías entender qué era lo que pretendía de ti.

—Sí. ¿No te encanta? Es el trato especial que te estamos dando ya que eres la invitada de honor.

Con una sonrisa amable en sus labios, el hombre te acercó la bolsa y con un gesto de su mano te animó a que escogieras el primero. Incluso aunque quisieras saber más sobre el juego, te ponía muy curiosa la clase de cosas que pudiesen haber en aquella bolsa y a quién podían pertenecer, por ende decidiste dejar las preguntas de lado y hacer lo que te indicaban.

Con delicadeza, metiste tu mano dentro de la bolsa y comenzaste a sentir distintas formas, en efecto habían muchos objetos.

—No hagas trampas, cariño. Debes tomar el primero que se cruce en tu camino. —Tougo Sakamaki habló con delicadeza y amabilidad.

Asentiste y precisamente tu mano se topó con algo pequeño, delgado, cuya punta terminaba en una forma un poco más amplia y suave. Lo tomaste y lo enseñaste ante los ojos de todo el mundo: era un pincel.

—Oh, cielos. Eres bastante exigente, ¿no? —Tougo arrebató el pincel de tu mano.

— ¿Disculpe?

—Karura... 

Buscaste con tus ojos a la persona que respondía a ese nombre, alguien se movió desde una esquina al centro de la habitación. Lucía realmente intimidante, era muy alto y tal cual como habías notado ni bien llegar, usaba una larga bufanda cubriéndole de la nariz hacia abajo de su rostro, pero dejando a la vista un par de ojos dorados realmente atrapantes.

Su mirada era severa, o eso creíste. También veía a Tougo con cierto desdén evidente, pero no era tu asunto el preguntar nada sobre ese detalle.

—Nunca dije estar de acuerdo en participar en un juego tan absurdo.

La voz que salió de sus labios llamó tu atención por ser muy grave.

—Vamos, vamos. Van a divertirse.

Tougo se puso de pie y te arrastró con él ya de paso, sujetándote con firmeza por la muñeca. Karura resopló con molestia, pero sin embargo también le siguió. 

Pronto, accedieron a otra habitación de la casa, un poco más pequeña que la sala de estar, que parecía ser solo lo que separaba la sala de otro cuarto desconocido. Allí, había también una pequeña puerta de madera realmente alta. Tougo se acercó y la abrió, enseñando un sitio medianamente pequeño, con estantes repletos de libros y otras cosas como adornos.

— ¿Qué estamos haciendo aquí? —Cuestionaste.

—Aquí es donde se lleva a cabo la parte más importante del juego, querida. 

Ya no con amabilidad, sino con cierta perversión en su voz, Tougo te empujó dentro del armario y luego le dio camino libre a Karura de que se metiera junto contigo. Por supuesto, intentaste salir, pero una mano fuerte te impidió hacerlo. El chico de largo cabello blanco con puntas rojas te estaba deteniendo.

Siete minutos en el paraíso.  → Diabolik Lovers ←Donde viven las historias. Descúbrelo ahora