Capítulo XII Una petición, una misión

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Era un modo de mantenerse cuerdo en esa guerra. Y él quiere mantener ese pensamiento que le fue inculcado desde niño, y sostener esa inocencia mental unos años más... Aun si en el fondo sabía que la palabra paz nunca podría existir en una guerra.

Porque, ¿Cómo controlar ambos bandos? ¿Cómo negociar una armonía de amistad? Ambos extremos conflictivos tiran de una cuerda, y el primero que seda, devorará los ideales del otro. Aplastándolos, humillándolos, aprisionando el coraje y desquebrajando sus esperanzas... hasta que el lado vencedor alce en sus armas el orgullo destrozado de su contrincante.

Todo, a base de las vidas de personas que nunca se han visto... y sin embargo se odian.

— ¿Cuánto tiempo crees que dure esto? — preguntó Mahiru luego de unos minutos.

— ¿Cuánto tiempo te toma ir a un minimarket?— Shirota parpadeó confundido— Una caminata a un parque, o incluso sacar la basura. Depende de muchos factores; el clima, la hora, las personas que te rodean, si la calle esta congestionada, si hubo un accidente, si el ascensor no funciona... Una guerra también se lee por factores, puede durar horas, días, meses, años. Nunca se sabe, porque depende meramente de los caprichos de las personas.

Mahiru nuevamente duda de responderle. Y Kuro nota el desasosiego del castaño, pero no sabe cómo cambiar de tema. Primera vez en su vida que habla tanto con una persona que no es hostigante.

Bueno, Mahiru es un dolor en el trasero, eso lo sabe. Y hasta el momento, había sido un poco difícil de tratar por su naturaleza de buscar problemas. Pero ahora, por una extraña razón, sentía que podía soportarlo con sus preguntas.

Quizás fue el beso, que de alguna manera, ablandó la corteza de su inseguro corazón.

Un verdadero fastidio. Porque si Mahiru le pide algo, estaba seguro que él haría cualquier capricho del chico con tal de verlo sonreír.

Ash bufa molesto al darse cuenta del por qué estaba más hablador esa mañana, que en toda su vida como asesino.

— Dime Kuro. Cuando lleguemos a casa, ¿qué te gustaría comer? — se desconcierta por un segundo por el cambio de tema, y Mahiru le sonríe apenado — Dijiste que te gustaba el ramen, pero creo que no tengo en casa...

Mahiru lo piensa un segundo, y recuerda que hace meses no volvía a pisar su departamento -desde que inició con una parte de su practica en medicina- y seguramente, el polvo y suciedad estaba abarrotada en cada rincón de su hogar.

Suspira cansado al recordar que debe hacer un aseo profundo.

— Cualquier comida está bien para mí.

— ¿Incluso comida para gatos? — dice divertido Shirota, y Ash chista los labios.

— No fastidies.

Mahiru rió encantado. Comenzaba a notar una nueva faceta en Ash que le era irresistible de no molestar.

...

Cinco horas pasaron entre cruzar un prado semi-seco por el otoño, y llegar a las cercanías de lo que sería la ciudad en donde Sakuya lo recogería. Según las palabras de uno de los hermanos de Kuro, la ciudad estaba desierta. Sin gente. Sin embargo...

— ¿Kuro?

— No te alejes.

Ash había ocultado su arma con su abrigo oscuro. Lo hizo tan pronto junto con Mahiru notaron el movimiento que había en la ciudad. Estaba poblada, y para más, parecía que habían entrado a un extraño mundo donde las personas eran ajena y vivían tranquilamente sin saber que -a unos kilómetros hacia el Este- había una guerra desatándose.

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