No me emborrachaba con facilidad, mucho menos con una simple copa de vino, pero nunca se era lo suficientemente precavido.

Lástima que no lo fui.

(***)

Cindy.

Para cuando la hora de salida llegó estaba más cansada de lo que podía recordar haber estado en mucho tiempo.

Jack tenía toda la razón. No dormir había sido uno de mis más grandes errores, sobre todo porque después de todo lo que había comido en el almuerzo, todo el cansancio del día había caído sobre mis hombros.

Pero bueno, no había nada como un buen y productivo día. Dinero ganado, el sentimiento gratificante de un trabajo bien hecho y todas esas cosas.

―¿Quieres que te lleve a casa, Cindy? ―se ofreció Vincent cuando me vio salir de mi oficina.

―No, no te preocupes. Vine en mi coche. Pero gracias por ofrecerte.

―Luces como si necesitaras una cama con urgencia ―sonrió de costado― ¿Estás segura de poder manejar?

―Sí, no te preocupes. No es nada que no haya hecho antes ―dije encogiéndome de hombros con una sonrisa para reafirmar mis palabras― Además, tengo que pasar por un lugar antes de irme a casa.

―Bien, entonces hasta mañana.

―No te quedes hasta muy tarde, ¿sí? ―pedí a sabiendas de las intenciones de Vincent. Cuando él tenía una taza de café en la mesa a las siete de la tarde, los anteojos puestos y el computador encendido, era una clara señal de que pretendía quedarse tiempo extra.

―Prometido.

Salí de la oficina con una sonrisa, subiendo al ascensor y dando a la última planta, la del estacionamiento.

Subí en mi Volkswagen y antes de arrancar el sonido de mi móvil me indicó una llamada entrante.

Lilibeth Marie Bevis ―saludé con una sonrisa sin mirar el identificador. Ella tenía una canción especial para cuando me llamaba; Bad Bitch de Bebe Rexha. ¿Le iba bien, verdad?― Dime, amor de mi vida, ¿A qué debo el placer de tu llamada?

―Cindy, aun puedo quitarte esa entrada. No me llames por mi nombre completo ―gruñó al otro lado de la línea― Y no me adules, las dos sabemos que un rubio con buen culo se lleva ese título.

―Ahora que lo mencionas... voy a verlo ahora mismo ―dije al mismo tiempo que arrancaba el auto y salía del estacionamiento.

Lily se quedó mortalmente callada por al menos cinco minutos, antes de oír un brusco golpe del otro lado, un gemido y su inconfundible gruñido.

―¿Qué... ¿Él te llamó? ―preguntó con voz acelerada y agitada, provocando que frunciera el ceño.

No, me envió un texto. ¿Por qué lo preguntas? ―la actitud de Lily no me estaba gustando nada, porque parecía saber algo que yo no, y no me gustaba ser excluida.

No puede ir ―contestó ignorando mi pregunta― Cindy Elizabeth Cooper, no puede ir.

―¿Qué? ¿Por qué? Lily, tienes cinco segundos para decirme que está pasando.

―No pasa nada, solo... si vas a ir, ¿al menos podrías esperar a que yo llegara?

Cambié el teléfono de lado y lo apoyé con mi hombro para poder agarrar el volante con mis dos manos y dar un giro y estacionarme. Una vez estuve bien ubicada, apagué el motor y volví a tomar el móvil.

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