Capítulo Diecisiete

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Yo juré jamás hacerle daño, lo juré... ¿Por qué era tan falso?

—Mierda —volví a gruñir desesperado sin saber qué hacer con su silencio y ausencia.

Sabía que debía encontrar algún método para arreglar las cosas con ella, pero conociendo a Isabella, estaba muy claro que eso no sería del todo posible, no con el carácter tan fuerte que tenía ella.

La había jodido a lo grande.

Dejando mal estacionado el jeep en la entrada de Cornely, bajé automáticamente casi de manera robótica, ignoré a todo mundo dentro del bar, incluso a Kenji y me dirigí a mi oficina queriendo desaparecer por un rato de todo caos y estrés.

Ágatha continuó llamando, pero yo decidí ignorar su necesidad, en ese momento ya no podía enforcarme en ella, no cuando yo le había hecho tanto daño a Isabella.

No sé cuánto tiempo transcurrido realmente, yo lo sé que me quedé ahí encerrado bebiendo un poco de licor fuerte, continué intentando llamar a la pelirroja, aun así, todo aquello fue en vano porque claramente no quería saber nada de mí en ese momento.

Después de un tiempo determinado comencé a escuchar golpes en la puerta de la oficina, los ignoré apropósito y me dije a mi mismo que si no lograba hablar con Isabella dentro de al menos una hora, yo realmente iba a perder toda mi mierda.

La amaba, no había metido, realmente lo hacía y era por ello por lo que estaba tan desesperadamente mal.

Tenía miedo de que ella se volviera a ir como la última vez, después de la muerte de Alex me sentí tan solo, que incluso comencé a temerle a la soledad, era por ello por lo que siempre buscaba alguna excusa para estar rodeado de personas sin importar si eran o no buena influencia... Por esa razón siempre estaba con Diego o Kenji, la presencia de ellos lograba calmar la soledad dentro de mí, aun así, con Isabella era totalmente diferente, y si ella se iba, se iba a llevar todo, incluido mi inseguro e inestable corazón.

—Ian, abre la puerta —escuché la voz de Agatha desde el otro lado.

No estaba seguro cuánto tiempo había pasado, pero sabía que ahora estaba lloviendo más fuerte y el cielo estaba más oscuro, entendía que ya era tiempo de ir a casa, hablar con Isabella y de alguna manera hacerle entender que todo había sido una estupidez y que jamás quise hablarle de esa manera.

No cuando la amaba como lo hacía...

Cuando ella me había dicho "Te amo" esa misma tarde, estuve a punto de asegurarle que también la amaba y que lo nuestro era realmente reciproco sin lugar a duda, sin embargo, no logré decir mucho porque la llamada de la castaña llegó a mí y como siempre, tuve la urgente necesidad de querer ayudarla.

—¡Abre la maldita puerta, Ian! —Gritó Agatha molesta desde afuera —¡Necesito hablar contigo!

Llamé por última vez al móvil de Is, pero el mismo resultado llegó a mí, el maldito buzón de voz.

No podía esperar más, ya le había dado tiempo para que se calmara, era momento de que habláramos, debíamos hacerlo. Así que tomando mi chaqueta y bebiéndome la última copa de Wisky, decidí abandonar la oficina e ir directo al apartamento, cuando abrí la puerta me topé de frente con una Ágatha llorosamente molesta.

—Ahora no —Murmuré rápidamente, esquivándola.

Salí a la pista de baile, la cual ya estaba llena de cuerpos moviéndose de un lado a otro sin detenerse jamás, Kenji me hizo señas para que me acercara a él, pero rápidamente negué y seguí mi camino hacia la salida mas cercana, mientras salía me encontré con Tanía, la cual estaba hablando agitadamente por el teléfono, no pude evitar sonreír un poco cuando noté que las puntas de su cabello ya no era rosas si no azules, esa chica estaba loca.

El arte de amar. Where stories live. Discover now