11. Invasión V

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Los tenientes Hisagi Shunhei y Kira Izuru miraban la batalla desde la distancia.

Hubo un destello de rayos amarillentos cuando Kenpachi logró finalmente empujar a Aldebarán hacia atrás. Su verdadero poder se desataba poco a poco.

Hisagi apretó los puños e hizo el amago de desenvainar tu espada pero Kira le puso la mano en el hombro.

—No, Hisagi —dijo—. En este momento sólo estorbaríamos.

—Pero... tenemos que hacer algo, Kira, ¿sientes el poder de esos tipos?

Kira asintió.

—Encontraremos la forma de ayudarlos, después. Sé paciente.

—¡Pero...!

—Los capitanes también son fuertes, no te preocupes. Mira, allá está el tuyo; no lo hace nada mal.

La batalla entre Muguruma Kensei y Milo de Escorpión continuaba.

El capitan disparaba sus puños como si fueran ametralladoras mientras el caballero los evadía a toda velocidad; las descargas de energía lo golpeaban de cuando en cuando. Sin lugar a dudas llevaba las de perder en esta batalla. El capitán sabía que derrotar a este caballero era clave ahora, y que no debía darle ningún espacio para alejarse y disparar sus agujas venenosas.

Al parecer no había sido el único en pensar lo mismo sobre el caballero de Escorpión. La capitana Soi Fon de la segunda división avanzaba sigilosamente hacia él con su Zanpakuto liberada. Sumebachi era una Zanpakuto diferente: era un aguijón venenoso que asesinaba a sus rivales con tan sólo dos toques. Si lograba dar el primero ahora que el caballero estaba desprevenido lo pondría en jaque. Le demostraría que su veneno era el mejor.

Soi Fon lo rodeaba sigilosamente, buscando el angulo perfecto, preparada para usar la incomparable velocidad de su Shunko y realizar el primer ataque en el caballero. Muguruma continuaba golpeando sin parar, Milo dio un paso hacia atrás y cambió de pie de apoyo: ¡este era el momento!

Soi Fon activó su Shunko y voló hacia el caballero dorado como un relámpago asesino, pero cuando estaba a punto de atravesar su brazo con el aguijón de Sumebachi, atravesó a... ¿Yoruichi?

—¡YORUICHI-SAMA! ¡PERDÓNEME, YO NO QUERÏA! ¿QUÉ HACE USTED...? —gritó Soi Fon, impresionada mientras contemplaba a su querida mentora, una mujer alta y voluptuosa de piel morena, cabello púrpura y ojos amarillentos.

—Entonces esto es lo que hay en tu corazón, joven shinigami... esta mujer es la imagen de la persona a la que más amas y al mismo tiempo deseas superar...

—¡¿De quién es esa voz?! —gritó Soi Fon, mirando a su alrededor. Tanto los caballeros dorados como los shinigami habían desaparecido. El lugar estaba completamente vacío.

La voz provenía de la boca de Yoruichi pero no era la suya: era una voz suave y pausada, la voz de un hombre.

—¡Veo tribulación en tu interior! ¡Calma tu corazón, joven mujer! —Yoruichi se desvaneció, y con ella todo el escenario a su alrededor mientras la voz recitaba con la calma de un monje—. ¡Toda la angustia de los hombres es innecesaria, pues nunca, por más que huyan de ellos mismos podrán alejarse de las manos de Buda!

Un gong resonó en el cielo. Soi Fon miró hacia arriba: estaba de pie sobre la palma de una gigantesca estatua de Buda. ¿Cómo había llegado ahí?

Soifon estaba completamente quieta en medio del campo de batalla, el caballero de Piscis se acercaba sigilosamente con una rosa blanca entre sus dedos, pero alguien lo vio desde lejos.

Reiatsu + Cosmos (Saint Seiya / Bleach)Where stories live. Discover now