Capítulo IV

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(Sí, sé que dije que en unos días. Pero encontré este capítulo que escribí hace unos meses y lo mejoré un poco. Disfruten el capítulo.)

El día de la audición había llegado y Ryan no había hablado con su tía. En realidad, ni siquiera tuvo que hacerlo. Margaret tenía un viaje con su hermana Claire: intentaban arreglar la situación entre ellas, por lo tanto, no iría a controlar a su "rebelde sobrino quema-librerías". Pobre Claire, que horrible debe ser tener una hermana así.

Miró el reloj en la pared, 1:37 p.m. Se levantó de su silla, acomodó los libros que habían llegado en el día en sus estantes y estaba casi listo para irse. No se apresuró tanto, ya que la casa de Spencer no quedaba tan lejos. Todo estaba cerca en Blackburn. Terminó de tomar su taza de café y se puso su campera rojiza de cuero desgastada. Tomó las llaves del local y se dirigió a la puerta.

Pero a través del vidrio pudo ver a un cliente: el causante de sus pensamientos extraños y confusiones. Sus miradas se conectaron. Urie le dedicó una de sus sonrisas. Había recortado su cabello y llevaba una camisa blanca con una chaqueta negra liviana y una bufanda, demasiado liviana para el clima que hay afuera. Al menos tenía una bufanda. También llevaba lo que parecía ser un estuche de guitarra.

― ¿Ya está cerrado?―Preguntó a través de la puerta con tono de decepción.

―Sí―contestó cortante, intentando esquivar la mirada del pelinegro.

―Oh, es que necesito un libro urgente. ¿Podrías atenderme, por favor? Además, hace mucho frío aquí―Rogó con carita de perro mojado y algo en el pecho de Ryan hizo un fuerte clic. No pudo decir que no.

―Ugh, entra―Abrió la puerta y le dio paso a la librería― ¿Qué carajo necesitas?

―Venía a buscar un libro de música, pero tu voz es la más suave melodía que he escuchado.

Y ahí estaba de nuevo el carmín en las mejillas, el pulso acelerado, la falta de aire y el cerebro vacío.

Hizo un intento fallido por disimularlo, pero era demasiado tarde. Brendon ya lo había notado y estaba sonriéndole.

Volvió a mirar al reloj, 1:54 p.m.― ¿Realmente necesitas eso? Porque se me hace tarde.

Brendon río.―Nah, sólo quería sonrojarte.

―Idiota―Susurró con fastidio.

Ryan sintió el fastidio circular por todo su cuerpo. ¿Acaso a este estúpido le parecía gracioso ir por la vida sonrojando chicos en librerías? Ahora estaba irritado. Lo acompañó a la salida y cerró la tienda. Se despidió con un simple "adiós" y Urie le sopló un beso.

Dios, le sopló un beso. Al menos ya no está frente él y puede sonrojarse tranquilo. Todavía le sorprende el hecho de que se está sonrojándose y más por un chico. Más bien, un idiota/estúpido/insoportable/arrogante. La niña francesa era mejor que él.

Se puso sus audífonos y se sumergió en la letra de la canción que inundaba sus oídos. Era como uno de esos momentos en los que caminas por las calles mientras escuchas música y estás como en un video musical imaginario en tu mente. Comenzó a bailar disimuladamente. Podría vivir así toda su vida. Su corazón latía por la música. Cada nota musical era oxígeno para él. No podía vivir sin el sentimiento que ella le regalaba.

Estaba tan concentrado bailando en su mundo musical que no notó al pelinegro confundido riéndose detrás de él hasta que escuchó una carcajada. Giró lo más disimulado que podía y sus miradas chocaron nuevamente.

Lo estaba siguiendo. Brendon lo estaba siguiendo. Y lo peor, se estaba riendo de él. ¿Por qué siempre aparecía a arruinar todo? Estaba feliz con el escenario que armó en su cerebro.

seventies ; rydenWhere stories live. Discover now