Capítulo Tres: Sucias Manos

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JUDAH

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JUDAH

Mi corazón late con demasiada fuerza mientras que trato de no perder contacto visual con ella, a pesar de que mi subconsciente me grita una y otra vez que no la mire, que pretenda que nunca ha estado aquí y que me olvide completamente que alguna vez volví a verla después de todo este tiempo.

Está al lado de él, me recuerda mi subconsciente una y otra vez mientras grita de manera desesperada. Pero mi corazón me suplica que camine hacia ella, que le quite a él sus asquerosas manos de encima y llevármela del lugar antes de que alguien pueda hacerle daño. Mis pies se ven inmóviles, estancados en la tierra no sabiendo qué decisión tomar en la situación complicada en la que me encuentro.

El recuerdo del por qué no intervenir es mejor cae sobre mí con todo su peso. Quiero ir a alejarla de su lado, a sacarla de aquí lo antes posible. Pero hacerlo significaría que todos aquí supieran que ella significa mucho para mí y aquello los del Imperio lo utilizarían en mi contra. Hache me toma del brazo pidiéndome calma y serenidad.

—Tío, Louis pidió una noche limpia —me recuerda. Me habla en español para hacerme tratar de entrar en razón —. Recuerda la última vez que causamos un problema. Si no fuese por Natalie, ahora mismo no tendríamos trabajo.

—Es diferente ahora, Hache —replico, soltándome de su agarre —. Estamos hablando de la mujer a la que amo, ¿lo olvidas? —se queda callado ante mi comentario, no sabiendo qué decir para contraatacar —. La cual se encuentra metida en este lugar lleno de malas personas que no van a dudar en hacerle pasar un mal rato.

Ella sabe en dónde se ha metido, replica mi conciencia. Cómo desearía poder ser una persona que carece de sentimientos, a la que no le importase si ve a la mujer que amó en medio de tantos hombres sin sentir nada al respecto. Pero gracias a mi mala suerte, soy un hombre que posee mucho de ellos. No solo siento preocupación, también tengo ira que me recorre por las venas al verla en los brazos de otro. Me encantaría ir y dejarle en claro que ella es mía, de nadie más.

—¿Qué demonios hace con ellos? —le pregunto, a lo que Hache me mira con sus ojos hechos dos líneas —. Natalie.

—Judah, la respuesta es mucho más que obvia —responde, amarrando su cabello en una coleta alta —. ¿Has visto al tipo de chicas que vienen aquí todos los días? Son mujeres a las cuales les vale muy poco su vida.

—¿Entendiste? Ser una chica y entrar es o bien para ver, o bien para ser una corredora. —El rostro de mi mejor amigo no hace más que delatar su frustración —. Rick es el único que no tiene una corredora fija. No dudo que se haya enterado por alguien más que él está solo.

Regreso mi mirada hacia el lugar en donde se encuentra, maldiciéndome a mí mismo por no poder controlar mis impulsos. Mi enojo aumenta cuando me percato del pañuelo que lleva alrededor de su cuello, lo cual me obliga a morderme el labio inferior para no ir a gritarle al idiota ese que le quite sus manos de encima antes de que no pueda controlar mi temperamento por mucho más tiempo.

Judah ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora