Prólogo: Deseos Encontrados

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JUDAH

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JUDAH

Me revuelco incómodo en la cama mientras no dejo de pensar en la tontería que estuve por hacer en la fiesta de anoche. Dios, es una mujer tan hermosa y atractiva. Todo mi cuerpo comienza a reaccionar al pensar en lo que sería tenerle aquí en mi cama en estos momentos, abrazada a mí mientras que le lleno de besos cada rincón de piel que mis labios pueden encontrar.

La única opción es levantarme de la cama. Prendo la ducha dejando que el agua fría invada mi organismo, tratando de dejar de pensar en ella. Niego con la cabeza y sonrío de lado al recordar lo nerviosa que mi acercamiento le puso, a lo que alzo la cabeza echándola para atrás dejando que todo el agua recorra por mi cuerpo. Giro la cabeza al escuchar el sonido de la puerta abrirse, lo cual me recuerda que mi padre tenía turno de noche en la comisaría.

Salgo de la ducha clavando mis ojos en el pequeño despertador que tengo ubicado sobre mi mesa de noche, mordiendo mi labio inferior al ver la hora. Cinco y media de la mañana, mi padre de seguro me dará el regaño de mi vida por estar despierto a tantas horas.

No lo pienso más y me pongo mis bóxers mientras me seco el cabello de manera rápida, me tiro en la cama y le doy la espalda a la puerta en el exacto momento en que esta se abre. Cierro los ojos fingiendo que duermo plácidamente sintiendo cómo mi padre se acerca poco a poco a mi cama para ver que esté durmiendo.

—No sabes cómo odio cuando te haces el dormido —comenta, a lo que suelto una estruendosa carcajada no pudiendo fingir más.

Giro mi cuerpo para quedar cara a cara con él, viendo las comisuras de sus labios subir en una gran sonrisa. Se acerca para acariciar mi húmedo cabello rubio cenizo y frunce el ceño al notarlo mojado, a lo que le ofrezco una mirada llena de inocencia. Suelta una pequeña carcajada robándome una sonrisa, a lo que me incorporo para poder sentarme en mi cama.

—Te has bañado a esta hora, me encantaría saber el por qué —pregunta, arqueando una de sus cejas.

—Bueno, no podía dormir así que decidí ducharme —admito, diciendo la mitad de la verdad.

—Muy bien, ¿y por qué o quién te has duchado? —agrega, mirándome vacilante.

—Odio cuando me descubres —espeto, haciéndole reír.

Después de una media hora de estar hablando con mi padre, ambos nos quedamos dormidos en mi cama. Al despertar ya no le tengo a mi lado, pero al escuchar sonidos provenientes de la cocina caigo en la cuenta de que debe de estar preparando el desayuno.

Me cambio de ropa poniéndome el uniforme del internado. Odio tener que regresar después de tres meses libre de él. Al no ver mis maletas en mi habitación, realizo que mi padre debe de haberlas bajado y puesto en el auto. Tomo mi mochila colgándomela en el hombro y cierro la puerta de mi habitación antes de salir de ella.

—Buenos días —le saludo, a lo que él me sonríe. Inhalo el delicioso aroma del tocino recién frito —. Huele delicioso.

—Jud, ¿crees que puedas llevarle esto a Jadeline? —pregunta, a lo que me detengo de agarrar uno de los panes calientes —. Venga, de seguro te abre la puerta quién esperas.

Judah ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora