Capítulo 7: Lucía

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RAINIE

Cuando era niña, cerca de los nueve o diez años, mi hermano me obligaba a ver reportajes de animales y vida salvaje en NetGeo. Odiaba ver unos animales peleando, o muriendo, toda esa sangre me ponía de mal humor. Pero la verdad es que mi hermano tenía razón; en la vida real es como en la jungla, como una selva llena de depredadores hambrientos; comes o te comen.

Y nadie va a comerme hoy.

-Siéntate, muchacha- dice la dama de piel morena parada frente a mí.

-Prefiero estar de pie, gracias- 

Dallas, parado en una esquina de la habitación, hace un sonido similar al de una risa ahogada. La mujer latina le comparte la broma interna al parecer y le regala una sonrisa, antes de golpearme la cara tan fuerte que termino por caer con el trasero sobre la pequeña butaca de madera.

Me froto la mandíbula. No tengo la intención de sanar el dolor inútilmente, más bien quiero comprobar que sigo teniéndola en su lugar y que no ha salido volando impulsada por la brutalidad del puñetazo.

-¿Cómoda?- pregunta. Por la forma en que luce su rostro cuando sonríe, podría decir que tiene unos cuarenta o cuarenta y cinco años. Pero en su seriedad, sin las marcas de las expresiones no parece superar los treinta.

-No tienes idea- suelto entre dientes.

Ella levanta su mano para lanzar un segundo golpe, pero la voz de Dallas la detiene.

-María, ya es suficiente, mujer, déjala.- pronuncia en un español extraño.  -Te dirá lo que quieras, esta no es como su hermano-

Entiendo solo un par de palabras. Terrence siempre fue bueno para los idiomas, tenía que serlo. A menudo me escabullía en su habitación mientras mantenía conversaciones telefónicas en español, ruso, francés. Él y Dallas solo hablaban en italiano entre ellos. Como los comerciales de pizza y pasta. Lo único que lograba entender eran sus nombres y algunas palabras comunes.

-¿Es eso cierto, rubiecita?- pregunta María. -¿Me dirás lo que quiero?-

No tengo muchas más opciones si lo pienso. Está el hecho de decir que sí, y obedecer, o decir que no y terminar diciendo todo a la fuerza después de un par de golpes. Terrence era el duro también. Él podía soportar un millón de cosas, yo no.

Asiento como respuesta -Lo haré-

Eso parece agradar a María, quien sonríe serena antes de girarse. Avanza un par de pasos a su escritorio y da la vuelta. -Miguel, acompaña a Dubosi afuera- dice en dirección a mi espalda.

Dallas es escoltado a la salida por un enorme hombre armado, quien cierra la puerta tras de sí, dejándome sola con María.

-¿Sabes quién soy?- pregunta después de tomar asiento.

Niego con la cabeza.

-Mi nombre es María, y tu hermanito asesinó a mi esposo-

--

DALLAS

-Quieres romper el suelo, hombre, con tanta vuelta- se mofa Miguel.

El resto de los hombres sentados en la mesa redonda comparten risas y más bromas en español. El humo de los cigarrillos se ha acumulado en la pequeña sala, y hace de todo el aire más denso y difícil de respirar. 

-Lleva una hora allá adentro- comento -¿Qué están haciendo?-

Todos se miran entre ellos antes de hablar. El primero en abrir la boca es el más robusto, que deja de lado sus piezas de dominó para tomar un trago de lo que parece ser cerveza. -María no se anda con mierdas, gringo. La flaca de ahí no sale-

Miguel le da una seña de desaprobación -Este no es gringo, es italiano, gordo- luego se levanta y se dirige hasta mí -Tranquilo, Dubosi, María tiene planes para ella-

Miguel sale de la sala y pronto el resto de los latinos lo siguen. Me dejo caer en una de las sillas alrededor de la mesa redonda. El reloj amarillo en la pared indica que ya ha pasado más de una hora desde que dejé a Rainie sola con María. 

En en fondo sé que nada puede pasar dentro de esas cuatro paredes. María es todo menos estúpida y sabe que acabar con ella es una sentencia de muerte segura. Pero sé también que si me pidió salir fue por una razón; para que nadie pudiera defender a Rainie.

-Dallas Dubosi- dice una voz femenina en la puerta. Al levantar la mirada me encuentro con Lucía. Han pasado años desde la última vez que la vi. Ya no es una niña, es una mujer alta y hermosa. Siempre fue muy parecida a María, pero con los años su rostro a madurado y sus rasgos se han vuelto más delgados.

-No sabía que habías regresado- es lo primero que se me ocurre decir.

Ella tampoco saber como hablarme, puedo verlo. Intenta sonreír, pero también parece difícil para ella. Logra una mueca y luego vuelve a relajar el rostro, en una seriedad absoluta. -Supe lo de Mackensie- dice, vuelve ha hacer una mueca.

-Supe lo de tu hermano y tu padre- respondo. Ella asiente. 

Mackensie y Lucía se llevaban por un año de diferencia. Pensar en eso solo me hace pensar en como luciría ella ahora. Desde pequeña siempre fue más alta que las otras chicas, su cabello era una selva radiante, y sus ojos, sus brillantes ojos, eran tan grandes y tan bellos.

-María mandó a poner una capilla atrás- dice con una inclinación -Yo voy a rezar por ti-

No deberías, Lucía. No deberías.

SEÑORITA PERFECTA [EN PROCESO]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang