C i n c u e n t a

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—Hola, papi

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—Hola, papi.

La voz emanó de mí con una inocencia poco usual, digna de una grabación para enseñarla en los videos cómicos del programa de TV que daban los viernes por la noche. Bien sabía yo que ese tono llevaba por título «estoy en problemas», pero mi lado llego de positivismo quería creer lo contrario. Todo adolescente sabe que una llamada de sus padres, después de haberle dicho una mentira, significaba problemas.

—Floyd —contestó papá, ¿dónde estás?

—Voy a camino a casa, por el parque.

—Perfecto. —Fue tan seco que instantáneamente empecé a sudar frío. Agrandé mis ojos como si viese una película de terror, expresión que sumó a Jo en la intriga de saber qué decía—. No pares en ningún sitio, ven a casa, hay cosas serias de qué hablar.

Así como sus palabras, cortó de la nada. Nada de despedidas, nada de tener cuidado en el camino.

Tras cinco segundos de la confirmación de mi pronta muerte —porque vaya que tenía la soga en el cuello—, Felix guardó su celular, metió sus manos al bolsillo y continuó caminando.

—¿Para qué te llamaban? —quise saber siguiéndole el paso, con Joseff.

—Quieren que vaya a tu casa —se dirigió a mí—, para hablar.

—¡Ay, no! —exclamé apretando mis mejillas— ¡Estamos muertos!

Joseff fue el único que se echó a reír, tan fuerte que su risa despertó la curiosidad de algunos transeúntes que recorrían la plaza.

—Creo que sí —comentó finalmente—. ¿Necesitan ayuda con algo?

—Ayudarías si no tuvieses esa sonrisa burlona —objeté con desdén. Mis drásticos cambios de humor tenían muchos factores, uno de ellos era que la arena y el olor a mar me estaban matando.

—Lo digo en serio.

—No hay nada que puedas hacer, Jo —asumí con el peso de la derrota alojándose sobre mis hombros. De pronto, una idea de lo que pudo pasar llegó a mi cabeza como un chispazo de horror—. ¿Y si alguien nos fotografió en la playa? O... no sé. ¿Y si había un conocido de nuestros padres en la boda y nos reconoció, vio cuando montamos el espectáculo y les dijo?

—¿"Nos"? —espetó sagaz el Poste—. Yo solo dije que me oponía, tú hiciste el resto.

Tenía razón, el vómito verbal corría por mi cuenta.

—Chicos, chicos —llamó Jo agitando sus brazos—. Primero, nadie andaba por la playa; y segundo, si eso llega a ser cierto, entonces sí están fritos.

Felix resopló.

—Gracias por confirmarlo —dijo con sarcasmo—, no lo había supuesto.

—Tengamos la esperanza que nos reuniremos para otra cosa.

Un beso bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora