T r e i n t a y d o s

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Abrazar a Felix se siente como casa, una sensación familiar que converge para que la tranquilidad se apodere de mí

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Abrazar a Felix se siente como casa, una sensación familiar que converge para que la tranquilidad se apodere de mí. Mi corazón latía con fuerza, pero era una muestra más de estar con vida y que sentía. Quería transmitirle con mi abrazo taaantas cosas, así como que podía contar conmigo y que estaba allí, para apoyarlo y consolarlo.

Lo mantuve aferrado a mí por unos minutos más, siendo la brisa de primavera la que hablaba por ambos. Felix no dijo nada, siempre se mantuvo estático en su sitio, aunque por dentro, la realidad era otra. Sí, realmente era otra. Lo supe cuando todo su cuerpo sufrió un remezón que indicó una cosa. Por un momento levanté mi cabeza con el fin de mirar su rostro y comprobar si mis sospechas eran ciertas. Al no dar con su rostro, sino que con su tatuaje, volví a apoyar mi cabeza sobre su espalda cerrando mis ojos con fuerza.

—Ya puedes soltarme —dijo por lo bajo, pero no quise hacerle caso—. Oye...

Se sacudió de lado a lado con el único fin de rechazar mi consuelo. Y yo que tan buena persona me creía haciéndolo.

—No quiero —objeté, inflando mis mejillas como niña malcriada.

Los puntos suspensivos serían un dialogo compatible con la inexistente respuesta que el Poste me brindó. Comenzó a caminar conmigo pegada detrás como una garrapata. Mi devolución consistía en ser una humana, pasar a un hurón y ahora un arácnido chupa-sangre.

Genial.

Conté casi quince pasos hasta que el llamado de tía Ashley provocó que soltara a Felix. Fue un impacto inesperado que a los dos nos dejó mirando hacia el otro lado como si nada hubiese ocurrido.

—¿Dónde estaban, chicos? —nos preguntó al llegar a su lado.

Felix, claro, no se animó en responder a su pregunta, por lo que tuve que hacerlo yo. Floyd, la vocera personal del Poste inexpresivo que no deja ser abrazado.

—Mirábamos el terreno.

—Oh... —Una mirada indescifrable se mostró en la expresión de tía Ash, arrugando su puntiaguda nariz—. ¿Y tu bolso? —preguntó haciéndole un seguimiento al silencioso Poste que pasaba por su lado hacia Synapses. También seguí al chico con la mirada clavando mis ojos en su espalda manchada.

—¡Ay, no! —Sobreactué— Iré a buscarlo.

Regresé al pequeño cerro donde mi bolso yacía tirado mientras suplicaba que lo mojado de la espalda de Felix fueran lágrimas y no mocos.

Eugh.

Cuando volví con tía Ash, Syna —ya más sobrepuesta— se nos acercó en compañía de Felix. Me fijé con mucho detalle que caminaba agarrándolo del gacho y él ni señal de despreciar aquel acercamiento. Ajá, sí... Si la que lo agarraba era yo, seguro que me habría dado una patada para que lo soltara.

Chisté focalizándome esta vez en la divina imagen casi celestial de Syna, que con cada paso cautivaba mi existencia así como sus historias. El creer durante tanto tiempo que Synapses se trataba de un chico todavía no me dejaba aceptar que en realidad siempre fue una chica. Y eso no era todo, que por fin llegase a conocer a mi inspiración sonaba alucinante, cualquiera pensaría que estaba soñando.

Un beso bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora