D i e z

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#Floyd

#UnaMesaParaDos 7u7

#UnaMesaParaDos 7u7

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El profesor Manz estaba de pie junto a la pista de carrera, con el ceño fruncido y su mal humor saliendo por sus poros. Odiaba dar clases un miércoles por la mañana tanto como nosotros tenerlas. Siempre se quejaba de lo perezosos que éramos, pero, como todo profesor que imparte la materia de educación física, nunca lo vimos hacer algún ejercicio. Entre las chicas siempre tuvo una mala fama por no dejarnos descansar cuando "Andrés" nos visitaba, y entre los chicos tenía mala fama porque si uno andaba con jueguitos o fastidiando, lo mandaba a ducharse con agua fría. Era de esos profesores que gozaba molestando a sus estudiantes, descargando sus enojos sobre nosotros, pobres víctimas del establecimiento. Si hubiese existido un ranking de los profesores más odiados, probablemente Manz se llevaría el primer lugar.

Yo lo veía como alguien estricto con un complejo de instructor militar frustrado. Joseff me dio la razón, hasta que gritó a todo pulmón su nombre para que fuese el siguiente en correr.

—¡Martin, quiero ver tu trasero contra la pista antes de que pestañee! —El chico Batman agrandó sus ojos con cierto temor. Bajó de las gradas y se plantó junto a los otros dos chicos, se agachó colocando sus manos en el suelo y miró el largo camino por correr—. En sus marcas... ¿Listos...?

Fue cuando abrí mi bocota para animarlo, o más bien distraerlo. Mi «tú puedes, Jo» hizo que mirara hacia las gradas y me regresara el saludo con una enorme sonrisa, justo cuando el silbato sonó. Fueron tres segundos de retraso hasta que se percató de la distancia entre los otros dos chicos y él. El grito de Manz podría haberse oído hasta la Luna ordenándole que deje de "coquetear".

—Vaya, no viene su noviecito y le coquetea a otro.

Blanqueé mis ojos con fastidio al escuchar a Wladimir. Subía las gradas para sentarse con Allison, la rubia con la que para entonces salía.

—Cállate, Huff —le ordenaron Nora y Fabi al unísono, Eli a su lado meneó su mano para que me acercara a ellas.

El gallinero en clases de gimnasia hacía un expediente mental sobre el trasero de nuestros compañeros masculinos, así pasaban las horas. Si alguna persona tiene la errónea idea de que sólo los chicos ojeaban al sexo opuesto en estas clases, pues están equivocados. El gallinero es la prueba de ello. Corromper mentes inocentes era parte de sus profesiones y yo era una de ellas. Pero como Joseff había parecido en mi camino —y vaya de qué forma lo hizo— y aún no conseguía hacerse de muchos amigos, opté por hacerle algo de compañía.

—¿Te cortaste el pelo? ­—preguntó Sherlyn cuando me hice un espacio entre ella y Eli.

—No, verás, le creció la cabeza —le corrigió Eli—. Esa es una de las consecuencias que provoca el ser abducida por los extraterrestres.

Un beso bajo la lluviaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora