CAPITULO XII - LO QUE PASÓ ESE DÍA

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PRIMERA PARTE


ALDEA PONGSUPANÍ-ALREDEDORES

El sol se abría paso en la brumosa selva del Amazonas trás una larga y tormentosa noche, que no había sido tan larga para dos jóvenes que compartían su dolor y su lecho, Amalia apenas abría los ojos, llevaba meses sin dormir así y para su sorpresa Abel estaba apunto de salir de la cueva.

―¿No deberías dejar una carta si vas devuelta a la guerra? ―bromeó Amalia, Abel sonrió.

―Mi padre era un soldado, o lo es, no estoy seguro ―Dijo Abel pensativo sin voltear a mirar a Amalia―. Tengo muchas dudas y necesito respuestas.

―Y crees que yendo solo las obtendrás ―respondió Amalia, pensaba que era un tonto por considerarlo pero ella entendía las dudas por las que Abel pasaba, no sabía si su familia estaba bien, o Michelle, con quien hablaba unas noches atrás por su móvil.

―No nos conocemos, no sabes nada sobre mí ¿Eso en qué nos convierte? ―preguntó Abel mirando por fin a Amalia.

  ―Está bien, si quieres huír entonces vete  ―Abel no se esperó esa respuesta de Amalia, pero ella no se anda con rodeos, eso no hace parte de su personalidad y aunque en realidad no quería que se fuera,  sabía que esta conversación no los llevaría a ningún lado.

―Tu no lo entiendes, a donde voy es un lugar peligroso, no quiero perder a otro ser querido ―le dijo Abel tomándole de la mano y bajando así toda su guardia, convirtiéndola en algo parecido a la ternura, algo que Amalia no estaba acostumbrada a sentir pero que aún así no justificaba que Abel fuera solo. Antes de que ella pudiera contestar algo siquiera, Abel desapareció, su velocidad había aumentado y su energía estaba repuesta, Amalia miró a su alrededor, habían guarniciones por todos lados y un par de armas, además de yerbas para el dolor;  Abel la había dejado abastecida seguramente esperando a que ella se quedara allí esperándolo, pero no conocía a Amalia si esperaba eso en realidad.

 ALDEA PONGSUPANÍ- MAZMORRAS

Samantha no había pronunciado palabra desde que su plan falló en la cárcel y eso hacía que la mente de Sam no parase de pensar en las posibles razones de porqué no le dirigía palabra ¿Estaría cansada? ¿Se habría enojado por fracasar al golpear al guardia? o quizás pensaba que era un plan muy estúpido. Sam no era reconocido por su auto-confianza, pero necesitaba resolver su duda de una vez por todas antes de ver al Rey Chaka.

―Samantha, ehm ¿te pasa algo? ―preguntó con gran ingenio.

―Silencio, no hablen a menos que sea necesario ―Respondió Emba golpeando en las costillas a Sam con la parte de madera de su lanza. Ella los escoltaba sola por los laberintos de las mazmorras hacia el Claustro  Real.

Samantha no dejaba de mirar el techo y sus alrededores, sin prestarle atención a Sam, lo que no lo motivaba demasiado.

Unos escalones más y llegarían, Samantha parecía ansiosa por llegar, su paso se había aligerado desde que vio la luz del día al final de las escaleras.

Al llegar Samantha finalmente se alegró y descansó, era un lugar hermoso digno de un Rey, pensó, el sitio tenía los arcos de granito fino más altos jamás vistos en la arquitectura pongsupaní, esculpidos siglos atrás por los ancestros de Crocko, los jardínes centrales contrario a lo que uno pensaría de la selva, no rebosaban de coloridas flores tropicales, sino de rosas negras teñidas por el luto.

―Ustedes son portadores del jai, el Rey Chaka vendrá en unos minutos, si alguno se sobrepasa o intenta hacer algo estúpido, yo misma le mataré.

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⏰ Last updated: Aug 28, 2017 ⏰

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