CAPITULO IV - CUMPLEAÑOS

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ABEL

―En sus marcas, listos... ¡FUERA!

Corrí tan fuerte que ni siquiera escuché el disparo de inicio, solo me concentré en la meta.

―¡Excelente Abel!, lo hicimos, estás dentro. Y rompiste otro record, ¡9.5 segundos!―Me alentó mi entrenador, recibiéndome con hidratación y una toalla mojada en la meta.

―¡Felicitaciones mi amor, competirás en los olímpicos! ―dijo mi novia arrojándose a besarme, los otros competidores, apenas iban llegando a la meta.

―Basta Michelle, estoy sudando ―reproché tratando de zafarme de sus múltiples besos.

―Qué importa, eres sensacional ―y continuó besándome la cara.

―¿Cuándo se lo dirás a tus padres? Don Gabriel va a estar muy emocionado ―afirmó mi entrenador, dándome unas palmaditas.

―No ha ido a la casa en tres días ―contesté.

―Lamento escuchar eso, es un buen hombre, seguro que tiene muchos deberes ―dijo mi entrenador tratando de animarme, aunque no era necesario, sabía lo duro que trabaja mi padre, solo deseé que esa noche llegara a casa.

―¿Y qué haremos esta noche? No se cumplen 16 todos los días ―preguntó Michelle, mientras salíamos de la pista.

―Mi mamá hará una cena, pero no estás invitada ―bromeé.

―Supongo que tendré que devolver esto entonces ―dijo guardando una caja pequeña en su bolso.

―Nunca dije que el regalo no estuviera invitado ―repliqué acercándome a ella a abrazarla.

―No, Abel, basta, ja, ja ―sonrió Michelle huyendo de mí, pero la atrapé enseguida.

―No puedes huir de mí ― le dije fingiendo voz perversa.

―Jamás lo haría ―contestó mirándome con esa cara, esa que ponía siempre que me miraba, solo 2 meses de novios y parecía amarme con todo.

―¿Qué es? ―pregunté abriendo la caja―. ¿El reloj de Tejelo? Michelle, pero cuesta mucho, no me digas que te quedaste sin dinero para el viaje.

―Sé lo mucho que lo querías y yo no tenía ganas de pasear sin ti, así que ―la interrumpí de un beso.

―Es genial amor, ahora sí podré tomar todos mis tiempos con él ―le dije contento, era un reloj de alta tecnología fabricado en Envidas, con él podía escuchar música mientras corría, medir mis pulsaciones, recordar los ejercicios que debía hacer, entre muchas otras cosas, se había pasado con ese regalo.

De repente, un ruido muy fuerte me dejó resonando un pitido agudo en los oídos y vi como Michelle salió volando, había mucho humo y polvo, yo quedé en el piso mareado, mi entrenador llegó hasta a mí y me sacudió, decía algo pero no podía entender. Solo observé como movió la boca y miró a su alrededor.

Tras unos segundos reaccioné y pude oírlo.

―Tienes que salir de aquí, los capablanquistas detonaron una bomba en las tribunas ―dijo el entrenador. Había mucha gente corriendo y una gota de sangre se deslizó por mi rostro ―¡AHORA!

Yo me levanté y fui hacia Michelle, estaba inconsciente y llena de tierra, la cargué en mi espalda y salí corriendo con ella sin detenerme, escuché que más bombas sonaron detrás de mí, pero yo tan solo corrí, esquivando a las demás personas adentro, salí y no me detuve, pensé en devolverme por el auto pero no podía parar de correr, una moto pasó a nuestro lado en la autopista, iba a 80 kilómetros por hora y aun así yo la sobrepasé tan solo con mis piernas, la adrenalina no me dejó pensar en más que en salir de allí.

ESCUELA PARA ASESINOSWhere stories live. Discover now