LÁGRIMAS SEGUNDA PARTE

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SAM


LA MANO DEL DIABLO- CAMPO DE ENTRENAMIENTO

Golpear a Matías es como golpear un muro, bueno no es como que lo hubiera hecho muy seguido pero recuerdo una ocasión en que me sentí frustrado por perder una partida en línea gracias a que no teníamos para pagar el internet, golpeé tan fuerte la pared del baño mientras me duchaba que me fracturé dos dedos y luego no pude programar por unos días, lo que me dejó el doble de frustrado; la casa de paso donde crecí luego de que fallecieran mis padres albergaba a más de 40 niños en situaciones similares, ellos me enseñaron mucho sobre las calles, yo salía a buscar entre la basura de los más afortunados cosas para desarmar y aprender cómo funcionaban, las primeras veces recibí unas cuantas descargas eléctricas de televisores viejos que aún tenían energía en sus componentes, pero a pesar de ello siempre me ha apasionado conocer cómo funcionan las cosas y las chicas, me gustaría saber cómo funcionan pero su algoritmo no podría procesarse en ninguna computadora que conozca, comenzando por ella, todos dicen que es rara, pero a mí me parece ehm, linda.

― No te distraigas Sam ―murmuró Matías detrás de mí, a punto de alcanzarme con sus poderosos dedos para golpearme la cabeza, pero en cambio recibí una fuerte patada voladora justo en la cara que me tiró contra las raíces de los pinos al lado de nosotros y evitó el golpe de Matías.

―Pero que tarúpido tío, deja de pensar gilipolleces y vente serio o la próxima dejaré que te rompan la cabeza ―gruñó Eliza, mirándome como lo hacía cuando me veía, con superioridad y desprecio.

―¿ta, tarúpido? ―pregunté, observándole la boca, siempre estaba mostrando los dientes pero no para sonreír.

―Sí, cruce de tarado y estúpido ―contestó, ni siquiera era gracioso.

―Je, je, será mejor que trabajen juntos chicos o no podrán vencerme ― aseguró Matías ayudándome a parar―. Hagámoslo de nuevo, esta vez enserio.

¿Esta vez enserio? Lo había estado dando todo de mí, pero al parecer no era suficiente y dudo mucho que Eliza y yo hiciéramos un buen equipo, siempre ataca sola y sin una estrategia.

―Lo siento Matías creo que es todo por hoy para mí ―le dije fatigado, la temperatura del campo estuvo muy fría esa tarde, nunca antes había sentido dolor en los huesos por culpa del clima, como pequeñas cortadas en las articulaciones.

―Está bien Sam, tomaremos un descanso ―confirmó Matías para mi sosiego.

―Pero si apenas comenzamos chicos, ¡agh! ―alegó Eliza y tiró su arma al suelo luego se fue resoplando y a pasos largos.

―Debemos ir al mirador de maestros chicos, Abel ya despertó ―Dijo con la voz un poco ronca Samantha, quien había estado sentada en el palco de maestros viéndonos pelear.

―Deja de aparecerte así coño, uno de estos días nos dará un infarto, ya das miedo solo de verte ―advirtió Eliza arreglándose las mangas del suéter gris brillante que traía puesto, un poco infantil pero dejaba ver los aspectos tiernos ocultos tras su constante belicosidad, supongo. Samantha en cambio parecía más una aparición que llegaba a salvarme, me sentía atraído por fantasear con ser rescatado por ella en ocasiones, sé que es un poco extraño más teniendo en cuenta lo que decía Bruck sobre que se vestía raro y que nunca se peinaba pero a mí me gustaba así tal y como era, ecuánime de personalidad, castaña de pelo y colorida de vestimenta, como si alguien la hubiera hecho para estimular mi imaginación.

ESCUELA PARA ASESINOSWhere stories live. Discover now