Capítulo 17: El comienzo del final

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Se sentía extraño, hace un par de días que habían vuelto a la ciudad y todavía no lograba adaptarse al nuevo ritmo de vida que había adoptado.

A pesar de que faltaban varias semanas para el comienzo de clases, Diego ya se sentía a tope con todas las actividades que realizaba durante el día.

Tan pronto como el sol salía, abandonaba su casa para encontrarse con Luna. Le hacía compañía toda la mañana y cuando tenía que realizarse alguna tomografía o examen diligentemente iba con ella.

Por las tardes, continuaba su labor en el Hospital Oncológico Santa Elena, donde Luna recibía sus quimios y tratamientos especiales. De allí salían a eso de las 8 de la noche y sólo después de dejar a su novia en casa y asegurarse de que todo estuviera bajo control, se iba a su casa.

La madre de Luna tampoco se apartaba ni un solo minuto de ella, sin embargo de vez en cuando les permitía unos ratos de intimidad a los jóvenes. Por su parte, la señora Katherine comenzaba a preocuparse por su hijo menor, quien según ella estaba comenzando a adoptar una conducta un poco obsesiva.

-Diego, podrías traerme un poco de agua por favor- pidió Luna

-Ya mismo te la traigo

Las peticiones de Luna eran como una orden para él, no dudaba ni un segundo en complacerla.

Se encontraban en la casa de la familia Compton, que ahora se había vuelto un segundo hogar para él.

-¿Todo va bien con Luna?- preguntó la madre de la muchacha cuando divisó a Diego cerca de la cocina.

-Sí. Solo quiere un poco de agua.- después de un ligero asentimiento con la cabeza, señal de aprobación, Diego continuó con su camino hasta la cocina.

Tomó un impecable vaso de vidrio, lo lavó concienzudamente y sirvió el agua de una botella especial que la mantenía esterilizada.

Tanto Diego como la madre de Luna tenían una obsesión con que todo aquello que consumiera o tocara la joven debía estar 100% limpio. Les preocupaba que por la baja en las defensas de Luna, producto de la quimio, la joven pudiera contraer una infección. Y eso comenzaba a molestarle a ella.

Entró nuevamente a la habitación y encontró a la chica pegando brincos para alcanzar el control remoto, que se encontraba en la repisa más alta.

Colocó el vaso en la mesita de noche y salió corriendo para detenerla. La agarró por los hombros y la llevó hasta su cama para que se sentara. Entonces, sin hacer mucho esfuerzo tomó el control y se lo ofreció a la muchacha.

-No deberías hacer eso- le reprendió suavemente.

-Diego tengo leucemia, no estoy paralitica. Puedo moverme cuanto quiera.- comentó luego de un suspiro de exasperación.- Por eso es que no quería que lo supieras.

El joven la miró fijamente dedicándole una mirada molesta. En los últimos días habían tenido esta discusión al menos 3 veces.

-Por supuesto, tú estabas contando con que yo fuera un estúpido que nunca se iba a dar cuenta. Pero como te he dicho antes Luna, no soy ningún imbécil, tarde o temprano me iba a enterar.

-Sí, pero esperaba que cuando eso sucediera yo ya…

-¿Estuvieras muerta?- preguntó Diego rudamente- Porque hasta donde tengo entendido no me lo pensabas decir nunca y por lo que me has demostrado últimamente no tienes muchas ganas de vivir.

De los ojos de Luna comenzaron a brotar lágrimas descontroladas.

Diego al percatarse de la crueldad con la que había hablado, quiso acercarse a ella para disculparse, pero Luna retrocedió evitando su toque.

Mariposas NegrasWhere stories live. Discover now