Capítulo 19: Hasta pronto, amor

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Se había vuelto molesto aquel sonido, producto de la constante vibración de su celular contra la madera de su mesita de noche.

Con desprecio tomó el aparato, lo apagó y volvió a su lugar.

Con las manos detrás de la cabeza, en una posición demasiado casual, observaba el techo.

Cualquiera que entrara en ese momento a su habitación y le observara pensaría que solo era una típica tarde aburrida para Diego Cohen.

Sin embargo, aquella noticia en la madrugada pronunciada entre sollozos, le había quitado lo rutinario a su día.

Si aquella llamada nunca se hubiera hecho, a estas horas él seguramente estaría al lado de Luna. Pero esas dos palabras, escuetas en aquel momento, eran la razón por la cual no estaba cumpliendo con su misión diaria.

El toque de la puerta interrumpió su vago intento por apartarse de la realidad.

-Cariño, ya es hora de irnos- dijo su madre mientras entraba a la habitación y le dedicaba una mirada preocupada al joven.

Cuando recibió la noticia, Katherine esperaba ver en acción la temperamental personalidad de su hijo. Ya había previsto uno que otro jarrón roto, unas cuantas maldiciones y finalmente escucharle llorar escondido en su habitación. Porque él jamás permitiría que nadie le viera llorar, y mucho menos que le fuera a consolar.

Pero nada de eso había sucedido. Contra todo pronóstico, Diego simplemente había colgado la llamada con una tranquilidad inusual en él, se lo entregó a su madre y finalmente se acostó como si nada en su cama. De donde no se había movido hasta ahora.

Sus intentos por hacerle comer algo habían sido en vano. No había pasado mucho desde que subió a recoger la charola de comida y se encontró con las tostadas y el café íntegros, fríos sobre la porcelana.

Tampoco había escuchado su voz, quería saber cómo se sentía al respecto. Pero después de dos intentos fallidos, decidió que lo mejor sería dejarlo estar.

Conocía perfectamente a su hijo menor. Diego era como la dinamita, una vez que enciendes la mecha es sólo cuestión de tiempo para que explote.

Aquella noticia había sido el detonante, y podía ver el "tic tac" del reloj en su expresión de aparente calma. Seguramente no tendría que esperar mucho para escuchar el "Boom".

-Aquí tienes la ropa planchada. Te espero en el carro- señaló mientras le tendía a un lado de la cama la combinación de jean y camisa negra que había escogido para la "ocasión".

Una vez que su madre, enfundada en un formal vestido con detalles de encaje negro, abandonó la habitación, comenzó a desvestirse.

Tomó el jean negro un poco desgastado y lo abrochó sin ponerle mucha atención a los detalles. Luego, sacó del gancho la camisa negra que parecía nueva y botón por botón la cerró.

Con suma parsimonia sacó sus converse negros del closet y así completó el atuendo fúnebre.

No dedicó ni un minuto frente al espejo para acomodar su cabello, simplemente se pasó la mano entre los mechones de adelante. Parecía más un gesto de cansancio que un intento de peinado informal.

Hizo ademán de llevar el celular consigo, pero en el último momento lo dejó sobre la mesa. No era necesario llevarlo, sólo quería escuchar la voz de una persona y a no ser de que los BlackBerry tuvieran una línea directa con el "más allá"…… Imposible, aquello no iba a suceder.

***

Eran aproximadamente las seis de la mañana cuando llegó a su casa.

Se sentía como un estúpido chiquillo de 13 años que se había escabullido a mitad de la noche y ahora esperaba no ser pillado por sus padres. Pero entrar a hurtadillas es la mejor opción cuando no quieres arruinar tu reputación.

Mariposas NegrasWhere stories live. Discover now