Capítulo 9

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La mujer estaba echando sapos y culebras por la boca,  no entendía la mitad de las palabras que le estaba diciendo, y tampoco le importaba, la verdad, solo le importaba su boca, que le estaba tentando, independientemente de los chillidos que de ella salían, ¿como sabrían esos labios?¿como se sentirían esas curvas apretadas a él?, pues iba a saberlo, seguro que después se arrepentiría, y seguro que ella le daría un puñetazo, pero merecería la pena.

Laura seguía leyéndole la cartilla al cretino, cuando de pronto la boca de él tapó la suya. Dejó de pensar, era maravillosa, todo él era maravilloso. Lo tenía por todas partes, su cuerpo pegado al suyo, su boca en su boca, y sus brazos en su espalda. Le echó los brazos al cuello al sentir que él la apretaba,  cada acometida de su lengua la devolvía con la misma pasión. Iban a arder.

Malcom estaba en el paraíso, esa mujer era fuego, y juraría que estaba disfrutando del beso tanto como él.

Oyó unas pisadas acercarse y se quitó los brazos de Laura del cuello. Se separó un paso de ella. Estaba sonrojada y respiraba costosamente, igual que él, y no tenía ninguna pinta de querer pegarle un puñetazo.

Selina llegaba por el corredor cargada con telas limpias para Horag, los miró sorprendida y continuó hacia la habitación, girándose para volver a mirarlos, ellos se miraban fíjamente y la ignoraron.

-Buenooo, voy a ver al chico...la herida...hummm...me voy - balbuceó Laura girando hacia la habitación.

-No me ha pegado....no me ha pegado....- decía Malcom para sí mientras la seguía a ver al muchacho con una enorme sonrisa en la que él creía era una fea cara.

Horag seguía inconsciente. Ya no estaba tan fresco como después del baño, pero tampoco estaba ardiendo, aunque tendrían que darle algo para ayudarle a mejorar. Había recopilado información en GOOGLE, esperaba que le sirviera de algo. La herida no tenía mala pinta para ser la primera que había suturado en su vida, daba gracias a su abuela Isabel por haberla enseñado a bordar.

La criada había recogido toda la habitación, y ya no había rastro ni de sangre ni del agua del baño, el frescor de la noche entraba por la ventana. Ya no parecía el cuarto de un moribundo. Le dió órdenes de traer un té hecho con romero, canela y jengibre, había leído que eran unos excelentes antibióticos naturales, y le ayudarían a eliminar las toxinas que la infección hubiera repartido por su cuerpo. También tenía que darle regularmente una tisana de corteza de sauce para bajar la fiebre. Esperaba que esto fuera suficiente, porque aquí no había iburprofeno, paracetamol ni ningún tipo de antibiótico de farmacia que lo hubieran mejorado rápidamente. Laura suspiró, esperaba que todo fuera bien, era un chico fuerte.

Como lo más grave estaba solucionado, o eso esperaba, decidió palparle para ver si se había hecho algo más que el corte al caer por las escaleras. Después de pasarle las manos por todo el cuerpo descubrió un chichón del tamaño de una nuez el un costado de la cabeza del chico. Esperaba que no fuera nada grave, ahí si que no podía hacer nada, solo esperar a que despertara. También rezaría para que la daga que se clavó no estuviera oxidada, no sabría que hacer frente al tétanos, en esta época las vacunas no existían. Bueno no iba a agobiarse por lo que escapaba a su control.
Sabía que tenía el brazo derecho roto, parecía el hueso cúbito, lo llevaba vendado con unas telas mugrientas que aprestaban al haberse remojado con el baño, tendría que volver a vendárselo para estar segura de que estaba bien puesto. Suspiró, algunas cosas la sobrepasaban.

Malcom la observó todo el tiempo, sus pensamientos se reflejaban en su rostro, preocupación, aprensión, resignación.  Cuando pasó sus manos por el cuerpo del chico, se imaginó que se las estaba pasando a él llena de pasión, con amor....¿amor?, ¿se estaría volviendo loco porque una mujer lo había besado sin asco?. Sacudió la cabeza con fuerza y se acercó la cama.

-Me voy, tengo deberes, cuida al chico. -le gruñó a Laura.

Laura lo miró irse, no lo entendía, a este hombre le pasa algo raro -pensó-, cogió una de las sillas frente al hogar y la arrastró hasta la cama. Allí pasaría la noche para ver como evolucionaba el chico, y para no tener sueños pecaminosos con un cabezota de cabello rubio, al que no entendía ni su madre.


En Mis Sueños (Historia Completa)Where stories live. Discover now