C u a r e n t a y s e i s

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Mis esperanzas —y al parecer también las de Jo— se destruyeron.

—¡Qué envidia! ¿Puedes recordar todo con lujo y detalles? Yo no podría, en serio siento envidia. ¿Por qué mis padres no son así? ¡Es como una clase de don!

—Creo que no es hereditaria —dijo Jo con los hombros bajos y la espalda encorvada, yo terminé aún más encorvada que él—. Pero sí una especie de superpoder. Es decir, debería entrar en esa categoría, ¿no creen?

—No es la gran cosa —pronunció Felix adelantándose a nosotros, no quería que los demás voltearan para saber qué tanto exclamábamos.

—Oh, estás siendo modesto. Tú no eres así.

—Son ruidosos.

Ya estando en casa todos nos logramos acomodar en la sala con cuaderno y lápiz en mano. Feliz estaba de pie, justo delante de fotografías mías enmarcadas que colgaban de la pared de las que más de alguno se rió. La clase con Felix y los chicos era más que divertida, las preguntas obtenían su respuesta por parte del "profesor suplente" —como fue apodado el inexpresivo Poste— y las bromas no se quedaron atrás. Sin Mittler y los compañeros indeseables todo era más relajado.

Felix resultó ser más audaz sabiendo la forma de trabajo de Mittler en las pruebas y las cosas que siempre solía preguntar; como preguntas que fuesen más redacción y compresión lectora, nada de fechas. También nos dijo que siempre dejaba pistas en la pregunta, por eso solían ser tan largas.

En cierto punto, el mismo Poste con patas se volvió en mi distracción, pero como en todas las clases de Historia, en ésta también me llamaron la atención. Como castigo tuve que responder una serie de preguntas. Luego todos fueron interrogados pues me quejé de que estaba siendo imparcial.

Al llegar al punto de ebullición en la clase improvisada, con nuestra tripa exigiendo comida, la apuesta que perdí en el cementerio volvió a resurgir.

—Si tiene hambre, yo conozco a alguien que me debe una pizza.

—Nuestra Hurón se pondrá con las pizzas —soltó Fabi tras un largo «aw» que les fue contagiado al resto del gallinero.

—¡¿Pizzas?! —Sacudí la cabeza como un bicho anduviese encima—.No, no, no. Era una, y para Felix. Y por cierto —me dirigí al inexpresivo de brazos cruzados—, no especificaste tamaño, así que planeaba comprarte una personal de queso y tomate nada más.

La multitud enloqueció. Algo debía llenar nuestros estómagos. Mi cereal no alcanzaba para todos, no había sobrado comida del almuerzo, prácticamente la despensa estaba vacía y la comida para el horroroso animal de papá no era una opción. Tuve que ser misericordiosa y ordenar una pizza familiar.

Finalmente, luego de llenar un cuarenta por ciento nuestros estómagos, acabamos la clase con satisfacción. Todos se despidieron en la entrada agradeciendo a Felix por haberlos ayudado en entender la materia de un semestre entero, también le sugirieron ser profesor. Yo apoyé esa noción, y si no fuera por esa mirada insinuante por parte de las gemelas, jamás hubiese entendido qué quería decir Felix cuando dijo que lo recogerían más tarde.

Ya sabía yo que dos chicos que se gustan, con una casa para ellos solos significa que algo ocurrirá.

Por supuesto, Felix siendo el inexpresivo de siempre no dijo mucho tras cerrar la puerta. Yo y mis nervios hicimos ese trabajo solo para llenar ese espacio incómodo que se alojó en el ambiente.

—La casa no está muy cambiada desde que se fueron.

—Así veo.

—Se siente el hueco que se mudaron.

Un beso bajo la lluviaWhere stories live. Discover now