-Llegamos -dijo parando delante de una casa abandonada.
-¿Un caserón cayéndose a pedazos? -pregunté- ¿Qué vamos a hacer aquí?
-Pues entrar, venga vamos -dijo saltando una valla.
-Yo no voy a saltar esa valla -dije.
-¿Por?
Pues hay que recordar que en gimnasia soy pésima, ya suficiente que en verano no me obligan a hacerla como para saltar una valla casi el doble más grande que yo. Louis, ya estaba del otro lado.
-Porque no. A ver si me hago pupa.
-¿Pupa? -dijo riéndose- a veces pareces una auténtica niña pequeña -yo alcé una ceja- pero me gusta que seas así -me ruboricé, y bajé la cabeza para que no viera mis notables mofletes rojos. Él sonrió, creo que me vio. Anda entra, que te ayudo.
Me ayudó a saltar la verja y nos metimos en ese caserón.
Estaba todo hecho ruinas, pero bueno. ¿Qué iba a esperar de una casa abandonada? Y además, por algunas zonas parecía que estaba quemada.
Pero la cuestión era ¿Por qué me trajo a esta casa? No tenía ni idea.
La verdad no era el mejor sitio del mundo.
-Ven, sígueme -dijo cogiéndome de la mano, y caminando hacia el piso de arriba por unas escaleras que no tenían muy buen aspecto.
-¿Estás seguro? Esas escaleras parecen muy viejas.
-Tranquila, vine aquí muchas veces, no pasa nada.
¿Muchas veces? Louis desde luego es una caja de sorpresas. La cuestión es que, confié en él subí.
Me llevó hasta la planta de arriba. La verdad es que parecía que todo se caería en cualquier momento.
Caminó hasta lo que parecía haber sido una habitación.
-¿Por qué me traes aquí? -pregunté.
Él se adentró en esa especia de ruinas, y se sentó en lo que se supone que era una silla, pero estaba consumida por cenizas.
-Pues... Ven -dijo.
Me acerqué y él me cogió la mano y me pegó un tirón, haciendo que me sentara en sus rodillas. Pellízcame ¿Estaba en el cielo?
-¿Qué?
-Pues quería contarte algo.
Continuará...
