C u a r e n t a y c i n c o

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Entramos a una tienda especial de vestidos aquella tarde del sábado encontrándonos a más estudiantes de Jackson en la búsqueda de vestidos también, así que decidimos pasar. Fuimos a otra tienda llena de vestidos que parecían hechos para señoras y a otra donde los modelos se repetían. Después de probarnos unos cuantos vestidos que sobrepasaban nuestros presupuestos —pero que quisimos probarnos por el gusto de haber tenido algo tan caro por unos minutos—, llegamos al acuerdo de pasar a llenar nuestros estómagos con grasa excesiva.

Las cinco nos reunimos en una mesa llena de papas fritas, empanadas, hamburguesas, helados y bebidas.

—¿Por qué la comida que engorda debe saber taaan deliciosamente? —preguntó Eli admirando una papa frita llena de sal.

—No sé, esas es una de las cosas que me he preguntado toda la vida y nadie ha podido responder —contestó Fabi en medio de un suspiro prolongado.

—Hablando de "responder, ¿qué respondieron en la hoja de vocaciones? —quise saber.

—No recuerdo, ni quiero recordar. Pensar en el futuro me da escalofríos y me quita el apetito —soltó Nora sacudiendo sus manos como si temblaran—. Cada vez que me inclino por una carrera me entero que existe otra más interesante. Así no puedo.

Sherlyn, quien fue la única que pidió jugo, también era la única que tenía claro qué estudiaría. Siempre se inclinó por Derecho, y me lo confirmó hacía unos días cuando le pregunté sobre el cuestionario vocacional que nos repartieron en la clase de Orientación; ella respondió firme y claro:

—Voy a estudiar Derecho.

Y yo le pregunté:

—No prefieres estudiar Izquierdo.

Omitió responder a mi intento de chiste limitándose a darme una mirada aburrida mientras para mis adentros me decía: «cada día te superas más, Floyd».

Recordando eso me perdí en mis pensamientos hasta volver a pisar tierra, el nuevo tema de conversación parecía mucho más interesante y emotivo que mis divagues sobre la inventiva de nuestros y malos chistes que no hacían reír a nadie, solo a mamá, que reía por cortesía.

—Hay que prometer que no importa distancia, universidad, carrera que elijamos o situación, siempre vamos a permanecer en contacto —dijo Nora con los ojos vidriosos—. Llamadas, web-cam... ¡cualquier cosa!

—Si llegan a tener algún problema con la justicia aquí me tendrán —dijo Sherlyn en un tono solemne.

—¡Ay, chicas, no quiero separarme de ustedes! —chilló Eli al borde de las lágrimas.

Terminamos la comida llorisqueando como Magdalena. Debió ser una escena muy bizarra para los espectadores que se percataron de ello, pues sus expresiones eran como quien ve a un grupo de moscas alborotadas.

Volvimos a nuestra búsqueda del vestido ideal y sacamos el tema de nuestra pareja para el baile. Las gemelas irían con sus novios, Eli con un chico que no mencionó y Sherlyn dijo que invitó a Joseff, pues es el único chico decente que no tomaría la invitación como "algo más". Y yo... bueno, terminé diciéndole al gallinero que invitaría a Felix.

Así que mi lunes desastroso empezó peor que de costumbre. ¿Motivos? Necesitaba tratar con Felix, lo que significaba que mi sistema motor sería una vergüenza, incluyendo mis balbuceos y el que automáticamente me convirtiese en un tomate andante. Las cosas antes eran diferentes, yo siempre lo avergonzaba a él. Si iba a tratar de invitarlo, tomar las riendas, entonces tendría que sacar mi lado McFly.

—¿Me das una taza y a cambio tengo que ir contigo al baile?

—Esa taza es un regalo de cumpleaños, la invitación es aparte. ¿Aceptas o no?

Bien, me faltaba algo de práctica.

—¿Y la pizza?

—Eso todavía te lo debo. Además, teniendo en cuenta tu engaño, creo que ese asunto está resuelto.

Me esforcé por no ponerme como la tonta enamorada de siempre y lanzar corazones al aire cual caricatura enamorada solo por recordar su osada estrategia para que lo besara. Rayos, si seguía pensando en ello me saldría la sonrisa de boba.

El Poste se lo pensó un momento examinando la taza que le di de regalo.

—No sé si quiero ir al baile con alguien que no cumple sus apuestas.

Lancé una forzada carcajada.

—Si mal no recuerdo tú fuiste bastante deshonesto con las preguntas, Frederick.

—No sé de qué hablas. —Continuó caminando por el pasillo lleno de chicos de último año. Íbamos a la práctica de nuestra graduación. Lo alcancé sujetando sujetándolo de su brazo.

—No te hagas el loco y responde —amenacé avanzando hacia él con decisión. A pesar de ser un hobbit a su lado, resultó bastante bien mi casual forma de acorralarlo contra los casilleros.

Intentó esquivarme y respondió:

—Sabes que la respuesta es no. —Volví a sujetarlo.

—Estás jugando conmigo, ¡no puedes negarte!

—Y si me niego, ¿qué?

El juego se había invertido. Desde hace mucho, tal vez. Tenerlo acorralado entre los casilleros no era la mejor forma de invitar a salir a alguien, de hecho se veía bastante extraño. Si lo hace un chico parece tan autoritario, pero cuando lo hacía una chica —particularmente baja y sin carácter pesado— se veía como una escena cómica.

—Les diré a tus padres que...

—Creo que no estás en posición de amenazar a nadie, Hurón —argumentó dando un paso y disminuyendo la cercanía.

Por efecto yo di un paso atrás. El juego se estaba invirtiendo y yo saldría como la perdedora por perder los estribos ante su presencia. Maldije para mis adentro que la pubertad lo haya favorecido tanto, y no solo en su altura. El duelo de miradas empezó. Cuando el pasillo estaba casi vacío, comprendí que en aquel juego la delantera era mía, pues era él quien abiertamente me había expresado sus sentimientos con un claro «me gustas».

—Qué lástima —solté mirándome las uñas—, tendré que aceptar la invitación de Danilo.

(Danilo: compañero de curso, con el que se puede reír fácil y una opción buena para el baile.)

Dicha la insinuación, me volteé continuando el camino hacia el auditorio con el pecho en alto y sin mirar atrás. Ni siquiera llegué al décimo paso, mi apellido siendo pronunciando por Felix me detuvo. Me giré fingiendo inocencia, tratando de no esbozar la sonrisa de victoria.

—¿Sí?

—Iré contigo —masculló alcanzándome.

—Pensé que tardarías más en doblegar tu orgullo —comenté con sarcasmo.

—Es que vi el cursi mensaje en la taza y no pude romperte el corazón.

—¡Argh! Si estás despreciando mi taza entonces regrésala. —Blandí mis manos en dirección a la taza para arrebatarla con todas mis fuerzas, pero logró predecir mis movimientos colocándola a su espalda. No me importó en absoluto, quería la taza de regreso a como dé lugar. Busqué quitársela por la derecha, la izquierda y la derecha otra vez, sin conseguirla. Traté de hacerle cosquillas sin lograr mi cometido, entonces lo rodeé con mis brazos aprisionándolo.

—Si quieres abrazarme, solo dilo y aceptaré —sugirió; entornó sus brazos a mí alrededor y apretujándome sin dejarme escapar.

—McFly y Frederick.

Enrojecí al instante al escuchar mi apellido. Felix también enrojeció como consecuencia. El mismísimo director nos pilló a mitad del pasillo, abrazados como dos enamorados. La consecuencia de nuestro acto: un discurso en la graduación.





Un beso bajo la lluviaWhere stories live. Discover now