C u a r e n t a y c i n c o

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—Nunca nos incentivaste a que lo hiciera —dijo papá sin siquiera mirarlo—. El que te hayas encerrado justificándote en el trabajo más que en nosotros fue el problema. El tuyo, no nuestro.

—Sí, ese fue mi error... Debí entender que seguían siendo niños inmaduros, crédulos y sin una pizca de interés por lo realmente importante, por lo que importaba.

—Y vaya que te importaba —continuó respondiendo papá—, hasta quisiste comprometer a Ashley para expandir tus acciones. Una grandiosa forma de incentivarnos, hacernos entender y empatizar con lo que por años forjé y tu familia.

El abuelo contraatacó primero con una mirada austera y suficiente dirigida a papá, luego colocó su mano sobre la de su hija. Tía Ashley parecía en shock, sin decir nada más que con su expresión absorta.

—Ashley no tenía problemas, y tú tampoco los tuviste pues sería con tu mejor amigo. Yo les di todo para que crecieran bien...

—Excepto amor —intervino mamá.

Y con eso el silencio volvió. Por debajo de la mesa mi pierna estaba descontrolada, acumulada del nerviosismo que me producía estar en medio de un ambiente espeso. Claramente la situación entre los adultos se dividía, y por algún motivo me sentía en la obligación de apoyar a mis padres conociendo la historia detrás de ellos y las actitudes de papá antes. Pero la otra parte entendía el porqué del abuelo, sus actitudes, su encierro, su distanciamiento. El abuelo no fue un padre para papá, pero era un abuelo para mí y su trato siempre fue lleno de amor, quizás no como el del típico abuelo amoroso que cuenta historias, sí el del abuelo preocupado.

Todo lo que pude pensar, fue que somos la consecuencia de nuestras decisiones. Éstas son las que no van formando.

Ya no era un "paso a paso", era "decisión a decisión".

—¿Y cómo va tu trabajo, hermanito?

—He estado atrasado con algunas correcciones por causa de cierta persona, pero perfectamente —respondió papá—. La editorial va marchando bien. Gracias por preguntar.

Ese «gracias» salió apretujado. Una mirada rápida fue dirigida al abuelo. Más tensión, tragos con la garganta apretada y carraspeos ajustados al ambiente. Debía alguien romper el hielo de la cena, o terminar lo más pronto posible.

La siguiente víctima fui yo.

—¿Ya pensaste en lo que hablamos en nuestro encuentro pasado?

Por primera vez papá le puso un real interés a la pregunta del abuelo, lo vi apoyar sus codos sobre la mesa esperando a que respondiera. Empecé a juguetear con lo que quedaba en mi plato temerosa de encontrarme con sus expresiones decepcionadas.

—No quiero dejar que una "carrera" defina mi futuro, tampoco quiero atarme a algo que no me gusta. Quiero tomarme el tiempo de planear bien qué quiero hacer conmigo misma, no apresurarme a los hechos porque el futuro es incierto. Sé que es bueno pensar en el futuro, tener las cosas claras y en sus posibilidades, pero prefiero vivir el presente y a través de él descubrir qué soy y para qué sirvo.

Después de eso esperé que la bomba estallara. Por suerte, todo lo que recibí fue un «tómate todo el tiempo que necesites» de papá.


Mis amigas y yo decidimos echarle un vistazo a los vestidos que usaríamos en el baile. Principalmente las gemelas y Eli eran las que estaban desesperadas diciendo que no podríamos conseguir nada lindo luego. La galería de sus celulares estaba llena de posibles modelos que se probarían y también peinados estilosos. Personalmente, ni siquiera tenía idea de qué usaría, supuse que me motivaría ese día estando con el gallinero de compras.

Un beso bajo la lluviaWhere stories live. Discover now