capítulo dos

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Las punzadas en sus sienes reclamaban a cada instante, era tal que interrumpió su sueño. Se quejó sintiendo sintiendo las oleadas de dolor en sus músculos escalando hasta los poros de su piel . Incluso sus párpados se sentían pesados y cansados por haber estado cerrados por tanto tiempo y por percibir una luz blanca atravesándolos. Jadeó y sintió un pequeño picor en su nariz, la frunció tratando de rascarse o quitarse aquello, pero no pudo hacerlo, se quejó con más agotamiento e intentó de nueva cuenta, sin embargo un tirón junto un sonido metálico y una cadena jalándolo se lo impidió, al abrir los ojos con pesadez, jadeando por el ardor en sus pupilas lo admiró; unas esposas atándolo a la camilla.

¿Camilla?

Recorrió su cuerpo cubierto por una sábana azul, su brazo libre con unas agujas por las que descendía un líquido que desconocía y el olor pestilente a medicamentos. Lamió sus resecos labios y giró la mirada un poco tratando de enfocar algo, pues lo único que podía darle indicios de la hora era la ventana cuya transparencia era impedida por una gruesa —en apariencia— cortina blanca. Giró la cabeza hacia ambos lados tratando de entender por qué estaba allí. Rápidamente sus ojos se entrecerraron al tratar de mover su pierna; estaba totalmente vendada pero aun así ardía como el mismo infierno. Se quejó abriendo sus labios y entonces lo recordó... la familia de su hermano, los gritos, el choque... su embarazo.

Abrió los ojos asustado e importándole poco su estado se incorporó con incomodidad hasta poder mirar la parte baja de su cuerpo, levantó la camisa poco a poco mirando así su aún plano vientre cubierto por vendas y un extraño compuesto, quizás pomadas o ungüentos, con su mano libre tocó la piel con suavidad, ahí se supone que albergaba el inicio de una vida, sintió sus ojos picar, no entendía por qué, siendo brutalmente crueles... nunca le conoció... y aún así. Sorbió un poco su nariz sintiendo las lágrimas acumularse en las comisuras de sus ojos, los cerró con fuerza apresando las sábanas bajo su cuerpo.

— Está bien. —Escuchó una segunda voz y levantó la mirada encontrándose a un hombre alto, tez clara, cabello negro a raudales y ojos pequeños, su cuerpo era adornado por una bata y debajo tenía ropa banca. No podía oler nada más que el desinfectante en sus manos así que supo que era un beta. Extraño... un beta siendo médico. 

— Sí, lo estoy. —Respondió sin saber qué más decir.

— No... —el hombre se acercó colocando la palma de su mano en su rodilla— tu embarazo está bien. —Sonrió— es decir... está bien para su pequeño tamaño si eso te preocupa, aún así presentas los riesgos convencionales de un embarazo de —miró los informes que estaban a los pies de su camilla—... tres semanas. Aunque es evidente que aún no podemos decir nada respecto a su salud su evolución parece saludable. —Asintió.

JiMin bajó la mirada sonriendo apresando la tela de su camisa azul asintiendo tragando las lágrimas que estaban acumulándose, no iba a llorar, no frente a alguien que no conocía, sin embargo una ola de tranquilidad lo inundó.

— Bueno... antes de que alguien más te lo diga... —siguió el médico— estás detenido... —afirmó— huiste de unos policías y robaste un auto.

— Umh...

Iba responder, excusarse, hasta que escuchó la puerta abriéndose mostrando a cinco personas; tres hombres y dos mujeres; tres oficiales que apestaban el sitio a alfa, un hombre con traje y otro con un estilo más casual. Él había escuchado las historias de los omegas en prisión, el miedo le heló los huesos. Se aferró a la cama con fuerza, negó presa del terror, se removió.

— ¡E-es mentira! —Gritó asustado— ¡Lo que sea que hayan dicho ellos... es mentira!

El resto de los presentes lo miró dudoso, en especial el hombre con aspecto casual.

no me dejes caer ›› ymWhere stories live. Discover now