Entré al restaurante y me percaté de que Alexander no estuviera allí, por suerte no estaba allí con la víbora, por lo que me senté en una silla tranquila y ordené mi cena, mi rostro estaba cansado, quería sacarme a Alexander de la mente y mandarlo al demonio, pero por más que intentaba no podía.

Al terminar solo pagué y salí de allí, decidí salir a caminar a la playa, justo como lo hice anoche, me quité los zapatos y comencé a sentir la arena en mis pies, caminé hasta la orilla y metí mis piernas al mar, se sentía tan bien, el agua estaba cálida y la brisa ya se había ido, había decidido olvidar a Alexander, así mi vida dependa de ello, pero si él quería jugar con fuego, también jugaría.

Suspiré pesadamente y mi celular comenzó a sonar, era Aliah, pero no quería hablar con alguien ahora, sé que desde que tengo uso de razón, ella siempre ha estado en mis peores momentos, cuando tuve mi primera decepción amorosa, en mis peores momentos y cuando peleé con mamá, ella siempre ha sido un gran apoyo, apague mi celular y lo tire a un lado de mis cosas.

Salí del mar y decidí sentarme en la arena, la luna como siempre estaba hermosa y las estrellas adornaban el cielo, suspiré levemente y me llené de valor para seguir adelante, esto apenas comenzaba y no pensaba dejarle la cosa tan fácil a Alexander.

Estuve más de 2 horas sentada mirando el cielo y detallando cada parte de este hermoso paisaje, ya estaba algo cansada y quería seguir durmiendo, por lo que subí a la habitación y entré despacio, Alexander se encontraba acostado en la cama durmiendo, entré al baño y decidí cambiar mi ropa por un pijama, por suerte no desperté al idiota ese y me acosté a su lado, total ni se daría cuenta de que llegué tarde.

Al día siguiente me levanté primero que él, me arreglé lo mejor que pude para salir mientras lo hacía en silencio para no despertarlo, me sentía mucho mejor que ayer, ahora solo debía pensar en cómo podía enamorarlo si quería que este matrimonio llegara a funcionar de alguna manera, pero esta vez por venganza.

—Lo vas a lograr —sonreí para mí misma.

Pedí el servicio a la habitación, le dejé una nota a Alexander mientras salía todo el día dejando que se preguntara dónde estaba, bajé a la recepción y llamé a Blake por suerte me contesto a los pocos timbres.

—¿Sí? —cuestionó.

—Blake soy yo, Kaylee —respondi con una sonrisa.

—Hola, querida, estoy justamente en la playa con mi novio, no sé si quisieras venir —comentó él, riendo del otro lado.

—Sí, me encantaría —sonreí asintiendo para mí.

—Está bien, estamos cerca al muelle —espetó, sabía donde quedaba porque ayer lo vi cerca al hotel.

—Ya nos vemos —dicho esto colgué.

Decidí ir a comprar un bikini, pues tenía tres y ya había usado uno y por suerte una señora muy amable, me explicó dónde había una tienda cerca, entré y había muchos, escogí uno blanco tejido a mano de dos piezas, me gusto así que lo llevé junto a una toalla, pagué y me cambié en el baño de la misma tienda, tomé mis cosas y salí de allí, caminé hasta el muelle y allí se encontraban Blake junto a un chico más moreno que él.

—Kay, que bueno que llegas, es lindo verte otra vez —comentó Blake sonriendo, —él es mi novio, Homer, y cariño, ella es Kaylee, una amiga de la escuela —nos presentó a ambos.

—Un gusto —dijimos los dos al unísono.

Reímos por eso y nos dirigimos cerca al mar, me recosté cerca de ellos a tomar un poco de sol y quité la parte superior de mi sostén dejándolo solo desamarrado, Blake aplicó aceite en mi espalda mientras yo solo me quería broncear.

SIEMPRE TUYA ©Where stories live. Discover now