XXXIII

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—¿Sabes qué creo?
—¿Qué? —le dijo mientras cerraba los ojos, sonriendo.
—Qué esto no fue buena idea —pronunció mientras enjuagaba con cuidado su cabello, cuidando de no tirarle en los ojos.
—¿Por qué no?
—Tengo muchos motivos.
—Dímelos.
—Estamos perdiendo tiempo, la tina no es muy grande, y-
—Así podemos estar más juntos.
—Y ese es el tercero...
Río bajo y pasó su brazo por encima del hombro de él, bajando su cabeza para que la mirara, algo incómodo realmente por como se encontraban.
—¿Tienes ganas de hacerlo de nuevo?
Le dio un corto beso y continuó haciendo su trabajo.
—No me provoques Ann, recuerda que debemor ir a trabajar hoy, y ya estoy cumpliendo tu capricho de bañarnos juntos.
Sonrió y se acostó sobre el pecho de él.
—Me gusta estar así contigo Aiden.

-o-o-o-o-

—Hasta que apareces.
Sonrió y se acercó a él para saludarlo con un beso en la mejilla.
—Hemos tenidos días algo atareados con Aiden.
—Sí, y supongo que no muy buenos para él.
—¿Por qué lo dices? —preguntó confundida, caminando con el rubio a una mesa de la cafetería.
Aquel era el único lugar donde James y ella podían verse.
—Hace unos días despidió a varios empleados, entre ellos, a Roxane.
—¿A Roxane? —pronunció aturdida—, ¿Por qué? Ella me parecía una chica muy buena.
—Pero a Aiden parece que no le gustaba mucho, así que buscó un par de excusas, y la despidió.
—Lo lamento mucho por ella —murmuró mirando hacia abajo.
—Descuida, ella estará bien —le dijo sonriendo—, y cuéntame ¿Cómo estás?
—Muy bien, feliz, cada día con Aiden es maravilloso.
Intentó sonreír, pero era imposible hacerlo. No importaba de que hablaran, que le preguntara, ella siempre lo nombraba a él.
—Que bueno Ann, que bien...
—¿Qué hay de ti James?
—¿De mi?
—¿Tú también tienes a alguien especial en tu vida?
—La tenía, ella falleció el año pasado.
Miró el dolor reflejado en su mirada y lo tomó de la mano que estaba sobre la mesa.
—Lo lamento mucho James.
La tomó de la mano y la acarició suavemente con su pulgar.
—Gracias Annie.
—¿Annie?
—¿Te molesta?
Negó con la cabeza y sonrió.
—No, no, me gusta Annie.
—Genial, entonces serás Annie para mi.
Sonrió y observó el reloj de pulcera en su muñeca.
—Qué bonito.
—¿Te gusta? —le inquirió separando su mano de la ella y quitándoselo.
Se lo dio y Ann lo observó, era dorado, y tenía en cada número una pequeña piedrita roja.
—Es muy bonito.
Lo tomó y se lo colocó a ella.
—Creo que te queda un poco grande —le dijo sonriendo divertido.
—Sí, porque es tuyo —pronunció devolviéndose—, creo que debo volver, Aiden se estará preguntando donde estoy.
—¿Te veré más tarde?
—N-No lo creo —le dijo incómoda al sentir su mirada intensa en ella—, nos iremos a las dos aquí.

-o-o-o-o-

Sintió ese aroma en el aire y su boca se hizo agua.
Apretó la mano de Aiden que estaba sosteniendo, llamando su atención.
—¿Qué ocurre?
—¿Puedes olerlo?
—¿Qué cosa?
—Alguien esta cocinando pollo.
La miró divertido y río bajo.
—¿Pollo? ¿En serio? Ann son más de la cuatro de la tarde.
—Pero... Yo tengo hambre —murmuró mirando hacia abajo.
—Comimos hace dos horas... Y justamente eso al horno —expresó no muy feliz.
No era fan de dicha ave, y menos aun con Ann que solía hacerlo muy seguido.
—Pero ese olor me da hambre Aiden.
—No es hora de comer... Pollo.
Le parecía absurdo siquiera decirlo ¿Pollo a las cuatro de la tarde? Ya su fascinación era demasiada.
—Bueno, puedo comer yo sola entonces.
—Es hora de la merienda.
—Pero-
—No Ann.
Sus ojos se llenaron de lágrimas y se soltó de Aiden.
¿Qué tenía de malo?
—¿Ann?
Se adelantó varios pasos más adelante de él.
—¿Qué pasa?
Al no recibir respuesta, la tomó del brazo y la volteó para verla.
—¿Estás... Llorando?
—Eres malo conmigo.
—¿Estás llorando porque quieres comer? ¿En serio Ann?
—Tengo hambre Aiden.
—¿No me dijiste que querías ir a la pastelería?
—Pero ahora quiero pollo.
Se pasó una mano por el rostro, tomando una profunda respiración.
—Okay.
—¿Okay? —Preguntó esperanzada.
—Sí, volvamos a comprarlo.
—¿En serio Aiden?
—Sí, camina —pronunció tomándola de la mano.
Sonrió con tanta felicidad, que el rubio ya comenzaba a sospechar que sufriera de bipolaridad.
—Gracias —exclamó abrazándose a él.
—Ann sólo es... Pollo.
—Pero sabes que me gusta mucho, y además, de sólo pensarlo, se me hace agua la boca, caminemos mas rápido Aiden, quiero llegar ya.
—Okay —le dijo extrañado.

-o-o-o-o-

Se movió incómoda en la cama, no podía dormir, tenía... Hambre.
Giró y miró a Aiden, él estaba durmiendo, por lo que salió cuidando de no despertarlo.
Se fue directo a la cocina y buscó el resto del pollo que había guardado en el refrigerador.
Sí, quizás era de madrugada, y en vez de comer a esa hora tendría que estar durmiendo, pero el hambre era más fuerte.
Lo metió al microondas y se quedó setanda, esperando que los segundos pasarán.
Crema apareció detrás suyo, maullando, lo tomó en brazos y negó con la cabeza.
—No, eso es para mi, tú tienes tu comida.
La alarma sonó y con una gran sonrisa se fue a tomar el plato, y sin esperar mucho más, comenzó a comerlo.
Cerró los ojos, disfrutando su sabor, y al abrirlos, allí estaba el rubio, parado en el umbral de la puerta, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
—A-Aiden.
—¿Sabes qué hora es Ann?
—No r-realmente —sonrió incómoda.
—Más de la una.
—Tenía hambre.
—Bueno, mañana iremos a un médico o algo así.
—¿Por qué? —preguntó desconcertada.
—¿Por qué? No es hora de comer, tienes una maldita obsesión con esa ave, no puedes comerla todo el día, a cualquier hora.
—Pero me gusta.
—No es normal.
—Bueno yo —pronunció mirando hacia abajo, cortando un trozo y llevándoselo a la boca —, no soy normal tampoco.
—Sabes a que me refiero, antes te gustaba y no querías comerlo todo el día.
—Pero ahora si.
—Deja de comer Ann y volvamos a la cama.
—No, tengo hambre.
—Eso no es hambre, vamos, es hora de dormir.
—Si te digo que tengo hambre ¡Es hambre Aiden! ¡Ya ni comer contigo puedo! ¡Todo quieres controlar!
Abrió los ojos, aturdido.
Le había gritado.
Se dio cuenta de lo que había hecho y se puso de pie, arrepentida, acercándose a él.
—L-Lo lamento Aiden, n-no quise hacerlo.
—Haz lo que quieras —le dijo dándose la vuelta.
—No te enojes conmigo —pronunció en un hilo de voz, sintiendo sus ojos arder.
Él no respondió, solo se fue, dejándola sola.
Se sentó y comenzó a llorar desconsolada, si, quizás algo no estaba bien ella.

-o-o-o-o-

—¿Y bien? ¿Pudieron contactar con los otros compradores? —preguntó mientras leía unos informes de la niña que había nacido días antes.
—No realmente, pero hemos averiguado algo alarmante.
—¿Qué cosa?
—Asesinaron a otra de ellas, y por lo que sabemos, también estaba embarazada.
—Esto es un problema, necesitamos encontrar la otra antes de que le ocurra lo mismo.
—Estamos en ellos, pero no pudimos contactarnos con el comprador, según nos dijeron los de su empresa, el Señor Phoenix está de viaje.
—¿Y se llevó a la A.N.N?
—Sí, pero no el modelo en cual nosotros estamos interesados.
—No lo entiendo ¿Tiene dos modelos?
—A la otra no sabes de donde la compró, pero no tiene dos, la 098 fue un regalo para alguien más.
—Averiguen quien es, la necesitamos.
—Estamos en ello.
—Bien, avisa que ya puede comenzar con el tratamiento de la niña.
—¿Como ha respondido al tratamiento?
—Favorablemente, y si resiste esta última parte, no será importante si asesinan a la tercera.

...

Muñecas de compañíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora