—Tengo una especial para ti —dijo con un toque de malevolencia, para nada alentador. Me tragué un suspiro, pues intentar argumentar en contra sería una pérdida de tiempo para ambos—. Dime dónde estás, voy a rescatarte mi bella dama en apuros.

Rodé los ojos.

—Eres mi héroe, Vlad.

Luego de darle la dirección, me recargué sobre el inútil armatoste y comencé a tontear con el móvil, puesto que mucho más no podría hacer. Aunque la idea de dejar la motocicleta a su suerte me tentaba, pensar en el dinero que perdería por sucumbir a ese impulsivo deseo, me contenía. Acababa de enviarle un mensaje a Noel para saber cómo estaba pasando su semana, cuando con mi visión periférica noté un brillo particular a lo lejos que me hizo volver el rostro de forma abrupta. Daphne. Quizá mi cerebro hizo la asociación, incluso antes de que mis ojos la encontraran. Su cabello brillaba siempre y era bastante llamativo. Pero bajo la luz del sol parecía incluso encendido, algo que lo hacía simplemente difícil de ignorar.

Estaba de pie en medio de la acera, apoyando una mano en la pared mientras que estiraba la otra para corregir alguna invisible arruga en su pantalón. Su amiga, dos pasos por delante, le hablaba enfáticamente mientras ella se entretenía con la parte baja de su jean y asentía de modo ausente. A la distancia que estaban, no podía oír lo que ésta la decía, pero por la postura de la rubia que la acompañaba, podía fácilmente deducirlo.

La rubia estaba regañando a Daphne por algún motivo y ella, al parecer, estaba pasando completamente de sus palabras. Era ligeramente reconfortante saber que no era el único que se ganaba ese tipo de comportamiento por su parte. En varias ocasiones me había dado cuenta que no escuchaba por completo lo que le decía, sólo se quedaba quieta observándome la boca con fijeza. Y eso no era algo bueno, no al menos desde una perspectiva profesional ¿cierto?

Sacudí la cabeza, desechando esa línea de pensamiento.

No muchas veces me tocaba tratar con una mujer que mostraba un interés distinto al que podría ofrecerle una terapia. Las había habido, claro. Pero no me gustaba complicarme con casos de ese tipo, simplemente las derivaba a mi colega, Jimena, y ella se encargaba del asunto. La opción de mezclar mi vida personal con el trabajo, estaba completamente anulada para mí. Los pacientes eran pacientes, punto.

Pero Daphne conocía a Dimitri, maldita sea, incluso yo conocía a Erin. No podía decir que fuese mi amiga, pero me agradaba bastante y no me gustaría que las cosas tuviesen que ser incomodas para ninguno en el futuro. Quizá había sido mi error seguirle el juego desde un inicio, ¿qué ganaba yo metiéndome en su pequeña mentira? Ni siquiera sabía cómo había caído en ello, pero cuando me observó con esos tristes ojos dorados, me desarmó. Y seguir con su engaño me pareció lógico, más que lógico me pareció justo.

Luego de la pequeña pausa ambas continuaron avanzando hacia la puerta de la empresa con paso enérgico, no le tomó mucho a la rubia verme parado junto a mi motocicleta, observándolas. Así que sin molestarse en ser mínimamente discreta, le dio un muy visible —y posiblemente doloroso— codazo en las costillas a Daphne, indicándole que se volteara. Ella por supuesto que lo hizo, no sin antes esgrimirle un gesto a su amiga que fue de todo menos amable. Cuando nuestras miradas finalmente se encontraron, ella se enderezó en toda su estatura, agitó una mano a modo de saludo y yo le correspondí de la misma manera. Ese día ya nos habíamos saludado, justo cinco segundos después de que la viera pasar a toda velocidad por el pasillo, camino a las escaleras de emergencia. No supe cuál había sido el motivo, pero dejó picando mi curiosidad más de lo que me gustaría admitir.

El sonido del móvil anunciando la respuesta de Noel, fue más que bienvenido en ese instante. No me molestaba sentir algo de curiosidad sobre ella, la curiosidad era algo bueno. Siempre y cuando estuviese bien enfocada, siempre y cuando no suscitara malos entendidos.

El mito de Daphne (libro II de la serie)Where stories live. Discover now