Prólogo

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¿Por qué nadie la ayudaba? Corrió, sus pies descalzos hicieron el esfuerzo de mantener el ritmo y así poder alejarse aún más, pero se le hacía difícil. Su piel estaba sucia, completamente embarrada por haber pasado por aquellos bosques en medio de una tormenta en la oscuridad de la noche. Se atragantó, justo al segundo en que su cuerpo decidió detenerse a tomar aire y recordó todo el horror que le hicieron pasar. Al instante su cabeza tomó el mando definitivo, sin dejar que su cuerpo protestara, y la obligó a seguir alejándose. Su respiración acelerada no hacía nada para ayudarla. Respiraba mal, con la boca abierta mientras sus ojos húmedos por las lágrimas intentaban ver más allá de la neblina rodeando las calles.

No sabía en donde estaba. No sabía el día en el que estaban y ni siquiera el año. Apenas sabía su nombre y la edad que tenía antes de ser la mascota de ese asesino y sus endemoniados secuaces. Se permitió llorar por más que en realidad no lo deseara. Pero qué más daba, si ya no había nadie quien pudiera lastimarla al verla tan débil.

Siguió corriendo, cansada y totalmente vulnerable por entre las calles húmedas, como si el infierno mismo estuviera tras ella. Porque así era, ese lugar había destruido a aquella mujer tan joven y delicada, con tantas cosas que hacer por delante, y la transformó en este ser tan asqueroso, inmundo. Quizá eso es lo que veían las pocas personas que la miraban pasar y por eso no le ofrecían ayuda por más que notaran la desesperación en sus facciones. Pero ya se había resignado a encontrar ayuda, porque todas aquellas personas a las que se la pidió, miraron hacia otro lado y la dejaron allí sin más. Quizá repugnaban y se avergonzaban por tener a tal paria rondando por sus preciadas calles y cuanta menos atención le prestaran, menos tendrían que lidiar con ella. Así que eso hicieron todos mientras ella trotaba sin rumbo, sin saber a dónde ir.

Sin embargo, lo único que sabía es que tenía que escapar. Alejarse más de lo que ya lo había hecho, porque ninguna distancia era lo suficientemente grande. La encontrarían tarde o temprano, y lo sabía muy bien. Simplemente prefería más tarde que temprano por alguna razón que desconocía. ¿Por qué retrasar lo inevitable si no tenía nada por lo que luchar más que por su propia vida, la cual ya no tenía nada de sentido y mucho menos valor? No tenía a nadie a quien le tranquilizara saber que seguía respirando después de todo este largo tiempo desaparecida. Nadie a quien recurrir por ayuda. Pero ni bien tuvo la oportunidad de correr lejos la tomó, como si tuviera algún tipo de oportunidad para volver a ser alguien.

Lástima que nunca podría volver a serlo.

Un disparo sonó en la distancia, lo suficientemente cerca para arrancarle el aliento. Sabía que eran ellos yendo por su mascota, aquella a la cual seguirían usando para sus propias necesidades sin pretender ser cuestionados.

Su corazón se detuvo y cada músculo de su cuerpo se tensó mientras otro disparo resonó, cada vez más cerca de ella. Su cabeza martillaba, las imágenes del castigo al cual la someterían por escapar sacaban más y más sollozos de su cuerpo magullado y adolorido. Maltratado hasta mas no poder. No podía volver a ello. Prefería morir antes que ser usada de esa manera tan vil y asquerosa. No sabía ni cómo había sobrevivido tanto tiempo sin caer derrotada, sin vida, cuando comenzaron con el abuso.

La lluvia torrencial cayendo sobre su cuerpo casi desnudo y el frío la hicieron temblar con fuerza, pero nada la hizo disminuir su carrera. Unos pasos comenzaron a acercársele y rezaba que no la alcanzaran. Estaba peleando tan duro por no caer desmayada y agotada sobre la vereda que sería una gran desilusión si la tomaban de nuevo. Así que algo se despertó dentro de ella que la hizo aumentar su resistencia y la velocidad de sus piernas. Pisó cada charco que se encontraba en el suelo, cada vidrio roto que por alguna razón adornaban el cemento, pero siguió hasta el punto de ser solo un borrón en las sombras. Hasta que de repente estaba girando en el aire, cada terminación nerviosa siendo tomada por sorpresa mientras su cuerpo se estampaba con fuerza contra el piso. El dolor abarcó cada músculo y el ardor de magulladuras y raspones aparecieron a la misma vez, logrando que un grito ahogado saliera desde lo profundo de su garganta. Sintió el olor de la sangre y la pudo notar en la piel de sus manos mientras éstas se encontraban entre medio de su cuerpo y el suelo. Gritó cuando intentó moverse para seguir escapando, pero no pudo hacer nada más que empeorar el dolor que sentía. Su hombro dolía hasta tal punto de pensar que estaba dislocado y su pie derecho chillaba en agonía, estando en un ángulo indebido.

Una señal de alarma apareció cuando sus oídos captaron el susurro de un arma siendo recargada y cerró los ojos, en derrota. Estaba acabada, ya no tenía salida. Lo había intentado y fracasado, todo en menos de media hora. Una risa gutural le heló la sangre y la hizo apretar sus dedos en sus palmas mientras abría sus ojos lo suficiente para ver las botas de hombre deteniéndose frente a ella.

̶ ¿Pensabas que podrías escaparte, pequeña perra? Eres tan débil que no puedes correr ni para salvar tu miserable vida. Dime una cosa, ¿pensaste en lo que te pasará por haber hecho tal estupidez cuando decidiste correr? – volvió a reír, ronca y estruendosamente- Apuesto a que no. Las perras no pueden pensar. No sirven.

̶ Por favor...- susurró, su cuerpo temblando por el miedo y los sollozos.

Entonces él enroscó su asquerosa y gran mano por entre las hebras de su pelo y tiró para que ella lo mire, la sonrisa repugnante siendo lo primero que ella notó. Se quejó y lanzó un grito agudo por el dolor en su cuero cabelludo mientras seguía escuchando las risotadas de aquel bruto. Quería pegarle, escapar y nunca más volver a verlos. Pero nada pudo hacer más que seguir rogándole algo que sabía que no iba a recibir. No podía siquiera mover sus brazos para alcanzar la mano que la sujetaba del cabello para intentar disipar el dolor que le causaba. Era inútil. No podía moverse, y apenas lograba respirar y abrir sus ojos. La sujetaba con tal fuerza que dudaba poder liberarse alguna vez, estando o no tan magullada como lo estaba.

Pero de repente esa mano no acorralaba su pelo, y su cuerpo cayó pesado y sin fuerzas sobre el suelo. Sus costillas y pecho gritaron de dolor mientras un estruendoso ruido de puños llegaba a sus oídos. El gruñido de su atacante y los pequeños gritos bajos y enojados de alguien golpeándolo. Se mareó por un momento y tuvo que cerrar los ojos cuando no pudo soportar más tenerlos abiertos, no sin antes ver como una figura alta y curvilínea se alzaba sobre el enorme cuerpo de su captor y golpeaba cada facción de su rostro con tal ira no contenida. La dejó sorprendida, pero en nada pudo pensar cuando sintió aquel mareo tan conocido por su maltratado cuerpo que intentaba protegerse. Sintió el pánico disolverse en la negrura del abismo en el cual comenzaba a caer. Y todo dolor murió cuando cayó desmayada sobre el pavimento recubierto por su propia sangre, sin saber que lo último que había hecho su atacante antes de haber caído muerto a manos de Dios sabe quién, fue dispararle sin remordimiento, y que aquel desmayo no fue producto del deseo de protección de su cuerpo. 

Protégeme {Tate Group Rescue #1} TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora