Casa

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Las puertas de metal se abrieron y el distrito entero apareció frente a mí mostrándose en todo su esplendor, con la gente abierta de brazos esperando por mí y más atrás Scott, Isaac, Melissa. Mi familia por elección a unos cuantos metros con el orgullo pintado en sus rostros perfectos y la sonrisa tan grande que sus mejillas seguramente les dolerían más tarde.

Las cámaras me siguieron en medio del camino hasta que mis brazos se enrollaron en torno a mis dos amigos. La luz parpadeo de verde a rojo y entonces el show terminó.

Pude sentir las lágrimas de Scott mojar mi camisa mientras las mías resbalaban en el brazo de Isaac. Estuve a punto de morir y había sobrevivido.

-Stiles -Los ojos cafés de mis mejor amigo me vieron con toda la tristeza contenida en sus ojos -Creí que no volverías.

-Hombre de poca fe -A mi derecha Isaac se rio.

La tarde de mi primer día fue lenta y llena de abrazos nacidos de la nada con la misma razón de siempre, alegrarse de que había vuelto.

Hubo comida para todos de mi primera ración anual. Siempre habíamos tenido mucho, por lo de mi padre y lo de mi hermano pero esta vez rebasaba los límites por todos lados.

Para empezar le di la mayor parte a Isaac y cuando entre a su casa sentí que Camden también me felicitaba.

Ya no había visto su recuerdo en unos días pero sabía que estaba ahí como si no creyera que todo hubiera acabado tan pronto y la verdad es que yo tampoco lo creía pero algo dentro de mí me decía que no podría deshacerme de su presencia hasta que hubiera aclarado todas mis dudas o por lo menos la más importante, aunque no era una duda era un etapa que debía terminar de alguna forma, buena o mala, seguramente Camden querría estar presente por si lo necesitaba.

Cuando volví a casa Melissa estaba preparando pan en nuestro horno. Su vestido verde parecía menos colorido ahora que había visto los colores del Capitolio y sus extravagancias, pero aun así seguía prefiriendo mi distrito por encima de todos ellos.

El segundo día empezó más tranquilo, sin pesadillas pero con un hambre tan grande que en lugar de un desayuno tuve que tomar dos.

Scott y Isaac se pasaron por la casa cuando el sol empezaba a ocultarse y yo sabía que esperaban que me abriera a ellos y les contara todo lo que sucedió sin embargo no me apetecía hacerlo en lo absoluto ni siquiera cuando tenía el silencio del mundo para expresarme y ser escuchado.

La primer semana de vuelta a casa pasó y con eso el efecto que Derek había dejado en mí. Las pesadillas llegaron pintadas de negro a mitad de mi tiempo de dormir.

Eran Ethan y el chico al que mate el primer día extendiendo sus manos hacia Matt mientras se desagradan en mis brazos. Lo veía mover los labios pero ningún sonido salía de sus labios aunque se esforzaba por verbalizar algo. Desperté cuando sus ojos se cerraron. Tenía las mejillas rojas, las uñas apretadas en la sabana y no había nadie para traerme de vuelta a la realidad.

Me dejé caer en la cama buscando el aroma de mi madre escondido en medio de las mantas o en mi habitación.

No había nada a lo que pudiera aferrarme más que a las palabras que había usado Derek aquella última mañana en el Capitolio. Pensar en eso era como pensar de otra época u otra vida. Una donde podía besar a la persona de la que estaba enamorado aunque nadie supiera de eso más que nosotros.

Que mis amigos me preguntaran por todo lo que pasó era cuestión de tiempo. Ya me lo esperaba así que no puse pegas cuando ambos aparecieron en la mañana para llevarme con ellos a la valla eléctrica. Era la primera vez durante el mes que iba a visitar a mi árbol así que tomé una navaja pequeña y rogue mentalmente para que le gustaran los tatuajes y comprendiera porque lo iba a herir de esa forma.

Trigesimos Séptimos Juegos del HambreWhere stories live. Discover now