Verdades

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El tiempo se me hizo agua disfrutando de las atenciones cariñosas con las que estaba siendo tratado, no solamente eran los suaves besos, también era la sonrisa que se apretaba sobre mi frente o cualquier parte de mi rostro. De ser mi decisión habría decidido quedarme así siempre, pero, aunque el tiempo a veces fuera lento también tendía acelerarse en los momentos más inoportunos.

Mi padre entró con Parrish cuando yo empezaba a tomar la confianza suficiente para besar a Derek cuando me apeteciera sin temor de verme inexperto.

Parrish traía la chaqueta en su mano izquierda. Lucía cansado, pero también satisfecho.

-¿Debo suponer que ambos ya comieron? -Pregunto dejándose caer en el sofá más cercano.

-Podemos hacer un espacio -Mi instructor se encogió de hombros y sonrió.

Obviamente Derek y yo podíamos comer con mi padre y Parrish porque nada de alimento entró a nuestro cuerpo en el tiempo que estuvimos solos con todo el piso para nosotros, son embargo yo intente disimularlo comiendo varios trozos pequeños de un cordero asado; aunque por más que yo lo hiciera no podía engañar a mi padre y mi hermano, mucho menos si cierto instructor estaba que devoraba la comida como si fuera la primera en años.

Ese pensamiento me hizo olvidarme un poco del fantasma del hambre que me perseguía desde que había despertado.

Era una sensación de nunca estar satisfecho y siempre tener la boca del estómago dolorida pero sin llegar a ser dolor real. Derek, por supuesto nunca había tenido esa sensación y me daba algo de envidia verlo comer de forma tan basta cuando en los distritos se morían de hambre. Me mordí los labios molesto con el Capitolio.

Solamente tenía que empezar a sacar la lista de mis males y el culpable era obvio, sin embargo, las cosas buenas lo sobrepasaban.

En mi distrito tenía a Scott, Isaac, mi padre, Melissa, Parrish, en algún momento tuve a mi madre y a Camden. Ahora también a Derek y gracias al Capitolio también había conocido a Matt.

Matt Daehler. El voluntario del distrito dos. Con su cabello castaño, sus ojos de color, su mirada sádica, con todos sus defectos y sus virtudes fue el chico que me cuido hasta el final y del que jamás podría, ni quería, olvidarme. En otra vida tal vez ni siquiera me habría volteado a ver o tal vez yo no lo habría notado, pero en esta mi vida llevaba su nombre.

-¡Faltan dos horas! -Grito Erica interrumpiendo mi último bocadillo.

-¿Donde las perdiste? -Pregunto mi hermano dejándose la camisa llena de migajas al hablar.

-No estoy para juegos -La rubia soltó un bufido-¿porque sigues comiendo? Hace horas que te mande a comer con Derek y sigues comiendo.

No fue necesario que dijera mi nombre para saber que se dirigía a mí, aunque ella específicamente no fue quien me mando a comer. Esa mujer tenía un problema de autoritarismo.

-Mi culpa -Derek sonrió. Esa sonrisa preciosa que mostraba sus perfectos dientes frontales, más grandes que los otros.

-Ese truco no va conmigo -Obviamente esa sonrisa de Derek era la más falsa que tenía. -Ve a ducharte y vístete rápido. Tienes una entrevista ahora y mañana... -Añadió unos segundos de dramatismo- Mañana tu coronación como campeón de los trigésimo séptimos juegos del hambre.

Se me hizo un nudo en la garganta ante la mención de mi nuevo título y como ya empezaba a hacerse costumbre, Camden se materializó frente a mi. Su gesto era serio, completamente centrado, estaba tomando respiraciones profundas y con su mano acentuaba el movimiento de su pecho al respirar. Me tomo dos segundos darme cuenta de que me estaba ayudando s calmar mi respiración, a parar mi casi ataque de pánico.

Trigesimos Séptimos Juegos del HambreWhere stories live. Discover now