El gran final

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La espalda de Liam era lo único que tenía claro en medio de la lluvia torrencial que había empezado a caer sobre nosotros. A cada pisada estaba dejando un rastro fácil de seguir pero no tenía tiempo para detenerme e idear un plan. Simplemente seguí corriendo tras el chiquillo del diez con todo lo que mis piernas me daban rogando porque algo los hubiera entretenido en la cornucopia.

-Stiles –Liam se detuvo a unos metros de mí. Volvía a temblar como hoja movida por el viento. –Lo siento... lo siento.

-Corre hacia la selva, no pares de correr hasta que llegues ahí y busca refugio una cueva o simplemente quédate detrás de una pared –Le ordené respirando con fuerza.

-¿Y tú? –Coloqué mis manos en sus brazos para centrarlo.

-Yo estaré bien, tú corre. Ya –Lo solté y Liam empezó a correr con todas sus fuerzas, apretando el mazo en su mano.

Un trueno rompió el cielo del estadio haciéndome brincar. Estaba parado en la nada, completamente mojado y con dos profesionales cabreados yendo tras mi cabeza. Podría correr en la misma dirección de Liam y luego girar hacia donde estaba y esconderme en las rocas que habíamos visto antes o podía simplemente correr en dirección a las ruinas y que ellos decidieran que rastro seguir. Del otro lado de la arena un trueno derribó un árbol. Tomé la decisión en ese momento.

Apreté el hacha en mi mano y volví a correr pero no hacía la selva ni tampoco a las ruinas, empecé a correr directamente a la fuente de agua natural que había en todo el estadio. Ellos me seguirían hacía ahí, Matt sabía que era bueno escalando y seguramente pensaría que era lo más lógico.

El agua seguía cayendo de forma alarmante sobre nosotros, con fuerza, como golpes a puño cerrado en cualquier lugar del cuerpo. No me dejaba ver más allá de mis manos, apenas y lograba reconocer una palmera antes de chocar contra ella. El estadio estaba completamente negro, sin luna, sin nada, solo los truenos y relámpagos alumbrando mi camino.

Antes de llegar a las rocas cambié mi camino y corrí hacia el sur. Hacia las ruinas.

Directo a Ethan.

Directo a mi muerte segura.

El tintineo del trisquelion hizo que me olvidara de lo que realmente me acechaba. Derek había dicho que estaría viéndome del otro lado de la pantalla. Así que cerré los ojos, me puse la capucha e imaginé que era otro entrenamiento, uno donde no tenía que dejar que él me atrapara, como el juego de niños. Si te tocaban te congelabas hasta que alguien llegara y te hiciera derretirte otra vez. No tenía que dejar que nadie me atrapara, debía correr y esconderme para ganar el juego.

La oscuridad era mi peor enemiga en ese momento porque no me dejaba ver hacia donde estaba corriendo exactamente, podría estar dando vueltas y no darme cuenta pero el hecho de que todavía no me encontraran significaba que lo estaba haciendo bien.

El sonido de algo crujiendo me hizo detenerme abruptamente. No sabía si el sonido había venido de arriba o de abajo pero sin duda algo grande se había movido dentro de la arena, algo que estaba alterando la estructura tal y como la conocíamos, a menos de que ya fuera la hora de que la ola de arena nos atacara, a pesar de que no tenía una hora fija o no la había calculado sabía que todavía no daba tiempo. Si acaso faltaban tres horas y para entonces pretendía que todo hubiera acabado.

Apreté los dedos en el hacha y volvía a correr o eso pretendía. Una flecha pasó a centímetros de mi cráneo y se estrelló en una palmera.

-¡LO ENCONTRÉ! –El gritó de Jackson me dejó claro que mi truco no había servido de nada. Ellos me habían encontrado.

Trigesimos Séptimos Juegos del HambreWhere stories live. Discover now