Despedida

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El silencio de la noche me rozó las mejillas y me contagió del hambre de fiesta que nacía entre la gente del Capitolio y moría en los dedos apretados de Derek aferrados a mi muñeca como si estuviera a punto de escapar ante la más mínima oportunidad. Él era mi razón para permanecer y no tirarme del edificio más alto.

Cuando las pesadillas aparecen no hay nombre que te devuelva a la vida ni voz que te regrese del constante tenor de ser atrapado entre las garras del más por horrible de los deseos. Ellas eran mis conocidas y ahora luego de años nos volvíamos a encontrar en medio de otra tragedia en mi vida. Ellas se reían en mi cata y yo intentaba escapar tal como Derek esperaba que lo hiciera en ese momento, donde mi traje negro se pegaba a mi cuerpo como una segunda piel y los ojos amenazaban con empezar a derramar líquido salino de pura desesperación por no haber podido salvarlo.

¿A quién? A Liam.

Derek me despertó cuando su nombre se me estaba atorando en la garganta impidiéndome respirar con tranquilidad.

No supe que estaba a mi lado hasta que el color de la habitación se sobrepuso por encima del recuerdo. Sus dedos perfectos hicieron círculos en mi espalda sin soltar mi otra mano, la que empuñaba las dagas.

-Tranquilo -Dijo despacio sobre mi cabello húmedo de sudor. -No es real, ya pasó -Las lágrimas se escondieron en su camisa color azul traspasando la tela hasta tocar su piel.

-Derek- Su nombre limpio el recuerdo de la sangre acumulada en mi boca durante ese tiempo que intenté matar a Jackson.

-Estoy aquí -Mi rostro se elevó lo suficiente para poder apreciar el color imposible de sus hermosos ojos.

-Der... -Como si fuera una petición mental sus labios se presionaron sobre los míos trayéndome de vuelta a lo que era mi nueva realidad. Sus manos siguieron tocándome la piel pero yo lo sentía dentro de mi alma pegando con pequeños roces las astillas que se necesitaban para que las piezas más grandes encajaran.

El terror se me deslizó por los poros en silencio esperando aparecer cuando él no estuviera, cuando las pesadillas volvieran a tomarme como su presa y Derek, mi instructor, no pudiera anestesiarme con su presencia.

-Vas a estar bien -Y le creí porque él lo dijo y yo estaba enamorado de él cómo un adolescente inexperto.

Con movimientos suaves me guio hasta la ducha, me desvistió y me metió bajo el chorro de agua tibia. Derek era paciencia y yo su más grande tormenta.

Lo comprendí cuando usó la misma técnica para ponerme la ropa que Lydia había preparado para mí.

Fue gentil y duro a la vez, como si se estuviera conteniendo para hacer algo. Sus labios se presionaron en mis rodillas desnudas, en el hueco de mi clavícula, en mi frente y en mis muñecas.

Esa fue nuestra despedida.

El corazón me palpitó con fuerza al darme cuenta de que estábamos completamente solos en el piso de nuevo. Sus dedos tocaron los míos y aunque tal vez debí decir algo el grito con el nombre de Liam seguía obstruyendo mis cuerdas bucales.

El momento en que salimos del piso fue el momento en que apretó sus dedos en mi muñeca y el Trisquelión empezó a adoptar un peso doloroso.

-¿A dónde vamos? -Pregunté cuando nos desviamos del camino.

-Al palco de Snow -Me respondió haciendo un movimiento de cabeza a tres agentes de la paz que pasaban por nuestro lado. -Luego de esto te...

-Me iré, lo sé -Sus dedos se apretaron con más fuerza, casi haciéndome daño. Derek detuvo sus pasos y se giró a verme. Tenía algo en la mirada que lo hacía verse dolorido aunque físicamente estuviera pulcro.

Trigesimos Séptimos Juegos del HambreWhere stories live. Discover now