ONCE

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Por primera vez desde que había llegado al capitolio me di un baño largo y relajante, como debí haberlo disfrutado desde el primer día que estuve ahí.

No supe cuánto tiempo me hice en el agua disfrutando de las burbujas que el agua morada con espuma sacaba pero cuando salí tenía los dedos arrugados de las manos y de los pies. Abrí el armario encontrando varias mudas de ropa de diferentes colores, empezando por camisas sin mangas hasta pantalones de algodón. Eran tan suavecitos que casi prefería abrazarlos.

Opté por ponerme una camisa sin mangas algo holgada con el sello de quien sabe que impreso en la parte frontal, un pantalón de tela dura que ahora sabía que era mezclilla y calcetas de color negro.

Un avox me recibió cuando abrí la puerta, traía una bandeja de fruta picada y un vaso de leche. Era una chica bonita detrás de la piel blanca articial y los labios rojos pintados más gruesos de los que eran realmente.

-Comeré afuera, gracias –Le sonreí tomando la bandeja con cuidado –Y gracias por limpiar mi habitación.

No esperé que me sonriera y no lo hizo. Los avox sufrían todo tipo de torturas además de la obvia perdida de su lengua, sus vidas eran de las peores, incluso peores que las de los tributos. Nosotros solo sufríamos cuatro días, ellos lo hacían todos los días de su vida.

Coloqué la bandeja de comida frente a la gran pantalla y me puse a ver el resumen de los juegos anteriores mientras comía. La fruta estaba fresca, había alguna que ni siquiera sabía que era o tan fea que daba miedo comerla pero al fin terminé por acabarme todo yo solo, ni siquiera presté atención real a los escombros, al invierno, a las paredes movibles, nada de eso llamó mi atención mientras comía. Luego de cinco minutos en los que me entretuve en ver a Jantel Martin me acosté en el sofá y apagué la pantalla.

El techo no era interesante tampoco, ni siquiera tenía relieves donde buscar caras o formas.

-Sti~ -Parrish levantó mi cabeza sentándose en esa parte del sofá. Ni siquiera había escuchado cuando llegó -¿Qué tal te fue?

-No lo sé, el vigilante siempre tuvo la misma cara –Me quejé recargándome en el cuerpo de mi hermano.

-Sí, Deucalion tiene muy poca expresión facial –Parrish me pasó los dedos por el cabello. -¿Cómo te sentiste?

-Nervioso, con miedo, con energía... muchas cosas a la vez, como cuando corres mucho y paras de la nada, que tu cuerpo quiere seguir corriendo pero ya llegaste a tu meta y tienes los pies cansado –Miré a los ojos de mi hermano encontrando cierto toque de pena en el verde de su mirada.

Opté por desviar la mirada y clavarla en el techo otra vez. No quería que me viera de esa forma, esperaba que fuera el mismo Parrish de siempre, ese que me daba golpes en la nuca cuando hablaba de más o me despertaba a punto de cosquillas en mis peores días.

-No tienes permitido hablar de lo que pasó ahí dentro –Me recordó pasando un brazo por mi pecho –Pero puedes decirme en que pensabas, yo pensaba en desquitarme con todos.

Mordí mi labio inferior poniendo en una balanza si era bueno o malo decirle que a cada segundo pensaba en Camden. Volví a verlo pero él no me veía, de hecho no veía nada, tenía los ojos cerrados y parecía de diecisiete otra vez.

-Pensaba en mamá –Dije despacio –Y en Camden.

Mi hermano sonrió, no era su típica sonrisa donde mostraba su blanca dentadura en un gesto travieso ni tampoco la de boca cerrada con la que parecía que se estaba burlando. Fue apenas un movimiento de sus labios hacia arriba.

Trigesimos Séptimos Juegos del HambreWhere stories live. Discover now