Silencio

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Desperté con el sonido del gong avisándonos que otro tributo había muerto recientemente. Todo movimiento de la ola de arena había acabado ya, no había más tormenta de rayos ni frío colándose por la ventana rota. El estadio volvía a estar en calma.

-Hay que irnos –Murmuré espabilando rápidamente. Un nuevo tributo estaba muerto, eso reducía el número a seis pero la probabilidad de que Ethan fuera el tributo muerto era remota tomando en cuenta que él ya había aguantado una ola de arena en esas mismas ruinas. –Matt –Exigí apurándole a que se despertara.

-Espera un minuto –Me pidió con la voz ronca de sueño. Me hubiera gustado darle el minuto pero no había tiempo. Quité su brazo de mis hombros y me puse de pie buscando su espada.

La noche anterior la había visto caer al otro extremo de donde estábamos pero no se veía nada además de unas cajas mal puestas que pudieron habernos servido para hacer una especie de barrera frente a la ventana. Seguí moviéndome cada vez de forma más apresurada sin encontrar nada. Tanteé mi pantalón y no encontré mi cuchillo más grande.

-Matt, vamos –Le pedí esta vez casi gritando –Rápido.

-Vale, vale –Estiró sus brazos cuan largos eran y empezó a caminar hacia la ventana -¿Y mi espada?

-No está –Dije con tono molesto –Ni tu espada ni mi cuchillo, ahora ¿quieres moverte? Debemos salir.

-No puedo irme sin mi espada –Musitó tratando de volver sobre sus pasos. Coloqué las palmas de mis manos en su pecho y evité que siguiera andando.

-Vámonos, Matt –Tal vez vio el terror en mis ojos, el miedo de morir ahí mismo o tal vez mis ganas de alejarme de esa zona cuanto antes, fuese lo que fuese lo puso de camino otra vez. Se agarró del alfeizar y brincó al exterior de un rápido movimiento.

-Espera –Si no hubiera sido porque tenía los sentidos agudizados no lo hubiera escuchado. Me detuve con mis manos puestas en la parte baja del marco dispuesto a brincar en cualquier momento.

Matt tenía los hombros tensos, las piernas listas para lanzarse al ataque a pesar de que no tenía arma. Movía su cabeza de forma pausada intentando captar sonidos de cualquier tipo.

-Hey –Jackson le salió del lado izquierdo. En un movimiento rápido Matt lo estrelló contra el suelo con su puño en alto –Soy yo, idiota.

No esperé a que Matt me diera la señal de salir, yo por mi cuenta salté de la ventana y caí lo más bien parado que pude. Afuera, el sol de nuevo estaba en lo alto, tan brillante que era obvia su artificialidad.

-Creí que eras el nueve –Espetó Matt soltándole el cuello de la camisa despacio.

-No sé dónde mierda está pero tomé prestado eso –Movió su cabeza señalando la espada de Matt y mi cuchillo –Estaban tan acurrucaditos que no quise despertarles.

-Pues casi logras que te maten –Le espeté yendo a recoger la espada y mi cuchillo. Jackson seguía en el suelo a pesar de que Matt ya estaba de pie sacudiéndose la arena de su ropa. Tenía la insignia de su distrito escondida entre una capa y otra de la chaqueta.

-¿Con puños? –Jackson se rio –Soy más fuerte que eso, tres.

-Ya lo creo –Caminé de vuelta a ellos buscando a Liam con la mirada.

-Lo mandé a la cornucopia –Me respondió Jackson ante mi pregunta muda. Fruncí el ceño pretendiendo que no sabía nada de lo que estaba diciendo –Él sabe cocinar.

-Dudo mucho que haya quedado algo –Matt recibió su espada rozando mis dedos con los suyos. Estuve a punto de sonrojarme por ese simple gesto.

Antes había creído que los juegos me habían cambiado, que habían sacado a flote mi lado letal, pero ahora me daba cuenta de que también me habían hecho apreciar las buenas cosas de la vida por más poco que duraran. Estaba encariñado con Matt, lo quería, no de la forma en la que quería a Scott pero tampoco de la forma en la que quería a Derek, si es que a él lo quería.

Trigesimos Séptimos Juegos del HambreWhere stories live. Discover now